Los impresionantes reportajes de Adriana Malvido sobre la obra de Luis Barragán muestran muchas facetas de nuestra realidad. La primera, que el corazón de México está formado por mexicanos de diversas disciplinas; sus artistas destacan comenzando por los grandes tlacuilos prehispánicos, los extraordinarios orfebres mayas y mixtecos, los talladores de piedras preciosas, los maestros de la cerámica, los arquitectos indígenas y los grandes astrónomos mayas, que rebasaron a los occidentales. En todas las escuelas primarias de México debería enseñarse el calendario maya, muy superior al europeo antes de la reforma gregoriana, basado en la paciente, precisa y milenaria observación del recorrido de Venus en su órbita. Un logro científico difícil de superar.
Durante el proceso del sincretismo artístico y cultural comenzado a partir de la conquista, los indígenas mostraron grandes aptitudes, aprendieron latín y castellano; al comprender sus dotes artísticas, el franciscano Pedro de Gante fundó la Escuela de Artes de Tlatelolco, donde los indígenas practicaban el canto llano en latín y castellano entonando a Palestrina y Johannes Cornago.
Los artistas ilustraron libros que hoy son orgullo de las bibliotecas europeas, aplicaron los sistemas plumarios a los temas religiosos y se dieron el lujo de hacer tiaras arzobispales con esa técnica, como la de Fray Juan de Zumárraga, ahora en España.
La quema de códices ejecutada en Yucatán por el obispo Diego de Landa, en el siglo XVI, fue un golpe terrible a nuestro corazón; siguieron infinidad de golpes de lo más variado, hasta que fray Junípero Serra destruyó, en el convento de San Fernando en la ciudad de México, la deidad de los chichimecas tallada en jade; era el siglo XVIII y la pieza provenía de la Sierra Gorda queretana.
La transacción empezada por los anglosajones del norte nos llevó a perder la mitad del territorio nacional, equivalió casi a la mitad del corazón, incluyendo las invasiones francesas y estadunidenses; hoy, los del norte se autonombran americanos.
La Reforma propició la destrucción de monumentos religiosos, los conventos e iglesias se demolieron para vender materiales de construcción; lo mismo sucedió con maravillosas bibliotecas y colecciones de arte, pinturas, retablos, instrumentos musicales, sitiales de coro, facistoles, libros de música, etcétera. La realidad es que los legisladores reformistas y México, de gran incultura, hicieron un pésimo negocio.
Posteriormente, el desprecio a nuestro pasado fue patente en una sociedad que añoraba lo europeo; la actual suspira por lo americano, nuestros territorios del norte sueñan en ser como los gringos, cuando hace años la juventud norteña fue educada en la defensa de nuestros valores y el repudio al imperialismo.
La ausencia de una política de protección adecuada a nuestros centros arqueológicos ha propiciado la invasión y saqueo de esos sitios sagrados, y los centros urbanos son invadidos por especuladores y vendedores ambulantes, símbolo claro de la miseria y falta de trabajo; un ejemplo deplorable de ello es el Centro Histórico de Oaxaca, plagado de pelotas de plástico y trajes guatemaltecos.
La especulación urbana destruyó maravillosos centros históricos. El caso más impresionante fue el de Cuernavaca. Actualmente existe una mayor conciencia del valor de nuestro patrimonio, no obstante que contamos con una deficiente, obsoleta y bastarda legislación heredada del régimen de Luis Echeverría, que la firmó a los escasos cinco días de sentarse en la silla presidencial; allí estrenó su nefasta pluma fuente heredada por Díaz Ordaz.
El que los derechos de la obra del arquitecto Luis Barragán sean propiedad de una firma suiza, pone en claro lo absurdo, obsoleto, ineficiente, inoperante e inconsciente de las políticas del CNCA y el INBA. El que la maravillosa obra del genial poeta del espacio, el arquitecto Luis Barragán, sea propiedad de los suizos es el más reciente golpe al corazón de México. ¿Hasta dónde aguantará?
En cualquier país del mundo se exigiría la inmediata renuncia de aquellos que, sabiendo que se venderían los derechos, no hicieron nada. En tanto, los detractores de nuestro patrimonio se preocupan porque las tres gracias de la música no canten en Teotihuacán, y anuncian la inauguración del ex convento de Santo Domingo en Oaxaca, verdadero ``burdel de la restauración'', como lo ha llamado el maestro Manuel Esparza. Un gasto de 8 millones de dólares, cuando el país está en la miseria.