A medida que el conflicto de Chiapas empeora y su posible solución se complica de forma terrible, las propuestas de paz se multiplican, pero los resultados escasean. Después de la masacre de Acteal, en diciembre pasado, el gobierno hizo cambios de equipo y se colocó en otra posición para darle un giro al estancamiento en el que estuvieron las negociaciones durante varios meses. Hoy, después de cuatro meses, el panorama es peor que el de diciembre de 1997: hay una iniciativa de ley al margen de los acuerdos de San Andrés y del documento de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa); se ha endurecido la presencia militar en la zona y se han empezado a destruir los ``municipios autónomos''; la descomposición de las comunidades aumenta por la misma cotidianidad de la guerra; hay una campaña de xenofobia que trata de suprimir a los testigos ``incómodos''; se ha debilitado a las instancias de mediación, Cocopa y Conai (Comisión Nacional de Intermediación); el gobierno, estatal y federal, se mueve con acciones de confrontación, quiere borrar del mapa a su antagonista y, al mismo tiempo, mantiene un discurso pacifista.
Con este cuadro el gobierno zedillista ha perdido otra oportunidad de pacificación. En la otra parte, el zapatismo ha guardado silencio, se ha replegado y resiste la embestida. ¿Cuánto tiempo se puede prolongar esta situación sin que vuelva a tener un rompimiento que reactive la guerra?
A pesar de la polarización actual, la semana pasada hubo dos iniciativas de paz para Chiapas, una del ex comisionado Manuel Camacho; y una más de un amplio grupo de creadores, intelectuales y académicos, llamada ``Propuesta de Guadalupe''. Además, se presentó también otra oferta de intermediación, de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
El episcopado, siguiendo la línea del nuncio, Justo Mullor, propone una intervención directa en el conflicto chiapaneco. La estrategia tiene una velada lógica de sustitución de la Conai, por lo menos de su actual configuración plural y progresista. La CEM muestra diversas posiciones frente al obispo Samuel Ruiz y su labor de mediación. Los sectores duros, representados por el cardenal Norberto Rivera, descalifican la labor del obispo de San Cristóbal a través de su publicación Nuevo criterio, en donde se afirma que la Conai ha dejado de ser mediadora; y el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval, se manifiesta a favor de una mediación institucional del episcopado (``No vamos a darle el apoyo a Samuel Ruiz. Vamos a darle el apoyo a la paz'', Proceso, 1121). El zapatismo está en contra de esta mediación del alto clero, con lo cual se dificulta de entrada una intervención de este tipo.
Por una parte, el plan de paz que propone Camacho se integra de cinco puntos: un referéndum sobre la reforma constitucional; reconstitución de la autoridad estatal en Chiapas mediante elecciones; distención militar y control de armas; reorganización de los programas sociales y participación política abierta del EZLN (La Jornada, 22/04/98). Cada una de las partes de este plan está orientada a generar un nuevo clima de distensión que posibilite una salida política y genere condiciones para regresar a una negociación. Se puede discutir cada parte del plan, sin embargo, lo importante será ubicar el lugar y el papel de Camacho en el contexto político, para saber qué fuerza puede tener esta estrategia. Por la otra, la ``Propuesta de Guadalupe'', que suscribimos, se orienta a establecer un diálogo de la sociedad civil con el EZLN, para lo cual se hace un llamado a los zapatistas; se pide al gobierno federal garantías para realizar este encuentro, a la Conai para que coordine la reunión, a la Cocopa para que apoye, al Congreso a no legislar hasta después del encuentro, y finalmente, a la sociedad civil, a evitar la guerra.
Cuando vemos los esfuerzos extraordinarios que se han hecho en días pasado para lograr, después de 30 años, un acuerdo de paz en Irlanda, es posible observar, con todas las diferencias del caso, que en México faltan muchas piezas para resolver Chiapas a pesar de todas las nuevas propuestas de paz, pero quizá la principal sea que no hay entendimiento del problema, ni voluntad de paz, por parte del gobierno federal. Una de las lecciones de Irlanda es que para pacificar Chiapas, con la estrategia que sea, lo primero que se requiere es un cambio drástico en la correlación de fuerzas.