La Jornada miércoles 29 de abril de 1998

Bernardo Bátiz Vázquez
Autonomía de pueblos indios

Los días 27 y 28 de este mes, tuvo lugar en la Cámara de Diputados un foro sobre la Autonomía de los Pueblos Indios, tema que es una especie de avanzada del debate, que tendrá lugar probablemente a fines de mayo en el pleno de la Cámara baja del Congreso.

Participaron en este acto diversos expertos en la materia, tanto del mundo académico como del político, así como varios representantes de pueblos mexicanos indios, y los puntos de vista fueron ricos y diversos; seguramente las ponencias deberán divulgarse, sin duda serán de utilidad para los legisladores que tendremos que votar sobre uno de los temas políticos de mayor trascendencia en esta Legislatura.

El doctor Pablo González Casanova, en su sabia intervención, manifestó conocimientos profundos de la naturaleza de los pueblos indios y gran sensibilidad para entender la forma de ser de estos mexicanos que lo son tanto, y en algunos aspectos más que el resto de nosotros.

Pero el tema que me interesa destacar es una opinión de González Casanova, quien recordó cómo México fue precursor en la incorporación al texto constitucional, junto a las garantias individuales y a la parte organizativa, un capítulo de garantías sociales y la declaración en la ley fundamental de la propiedad, originaria de la tierra a favor de la Nación, y propuso que en la nueva legislación, relativa a la autonomía de los pueblos descendientes de los primeros pobladores de México, seamos nuevamente innovadores.

Invitó a los integrantes de la LVII Legislatura, a ser los legisladores de avanzada, como los constituyentes de 1917; podemos --afirmó, palabras menos, palabras más-- volver a dar una muestra de imaginación política, de sentido de justicia, de valor ante los nuevos problemas y ante las exigencias de los tanto tiempo postergados, y legislar con criterio revolucionario.

En la charla posterior a la primera parte del foro, tan sólo agregué que sería excelente que pudiéramos ser los legisladores de hoy innovadores y creativos como los del 17, pero sin la violenta revolución que precedió a la Constitución de entonces.

Es posible que en forma incruenta, con energía pacífica aunque tenaz, conmover con razones y argumentos a los diversos grupos y manifestaciones políticas actuales, de la necesidad de afrontar con un espíritu nuevo, diferente a las formas ortodoxas del liberalismo que se incorporó desde el siglo pasado a las cartas constitucionales y afrontar el tema de la autonomía, oyendo y tomando en cuenta el deseo, el apetito de independencia y de rescate de su propia dignidad de los indígenas de México.

Si logramos concretar esta propuesta del ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, y actualmente investigador de la misma casa de estudios, sin duda daremos pasos muy firmes hacia nuevas formas de organización, incluyentes, democráticas en su significado más profundo y ampliamente solidarias.