La Jornada miércoles 29 de abril de 1998

Eulalio Ferrer Rodríguez
Interrogantes publicitarias (Tercera parte)

¿Ha calculado el lector el número de anuncios impresos, folletería, invitaciones y piezas similares que recibe a la semana por correo y mensajerías diversas?

-¿Llega a los siete kilogramos, que es el peso promedio que soporta el norteamericano común, según una cuantificación reciente?

-¿De ese material impreso recibido, de carácter publicitario o propagandístico, alguno ha sido solicitado o se trata de remitentes que le incluyen a usted, sin pregunta o consulta alguna, en su público cautivo?

-¿Hasta qué grado puede ser violatorio de la libertad receptiva ese tipo de envío de anuncios impresos no solicitados, en los que a veces se le informa que ha sido seleccionado para merecer algún premio o regalo, a partir de un cuponeo que puede hacerle dependiente de él por algún tiempo, sin resultado alguno en lo general, pero con una amenaza de fraude o frustración con extrema frecuencia?

-¿En qué grado de delito incurren las empresas con las que el público receptor tiene algun tipo de relación normal -teléfonos, bancos, clubes, etcétera-, los cuales incluyen en sus envíos, junto con sus propios impresos de propaganda, los de compañías de propaganda o de marcas ajenas?

-¿Qué defensa puede ejercer el público receptor contra las empresas que han vendido o alquilado directorios especializados, en los cuales figuran su nombre y dirección para que usted reciba impresos publicitarios o invitaciones del más variado género y frecuencia?

-¿Se está tomando alguna previsión o protección a fin de evitar o rebajar la vulnerabilidad del usuario del Internet para recibir toda clase de mensajes no solicitados ni deseados?

-¿Se ha revelado ya que los aumentos del precio del papel o su escasez se debe no tanto a la demanda de los periódicos, cuyo número y tiraje conserva cifras aproximadas, sino por el uso intensivo de la publicidad impresa, de computadoras, faxes y demás medios electrónicos?

-Ante tal invasión presuntamente gratificante, ¿quién paga, sino el consumidor, el costo de este tipo generoso de mensajería publicitaria, bajo la falsa esperanza del anunciante de recuperar el gasto por una mayor venta del producto o servicio publicitario frente a un receptor incómodo, falto de tiempo, al borde de la saturación.