Eduardo R. Huchim
Llamado a cuentas

Lo que ha hecho Roberto Madrazo con sus ruindades baratas ha sido darle lustre adicional al diputado panista Santiago Creel, quien con bravura, sobreponiéndose a la intimidación, continúa empujando el proceso de juicio político contra Madrazo y Víctor Cervera, gobernadores de Tabasco y Yucatán. Ambos podrán salvarse del enjuiciamiento merced a la protección cómplice que seguramente les darán veintenas de priístas en el Congreso -es de esperarse que no lo harán todos los legisladores del PRI-, pero no podrán evadir el descrédito público en el que ya estaban y que se verá aumentado con la acción impulsada por Creel.

Sin embargo, la importancia de los actos de Creel y de quienes con él promueven el juicio político no reside en el destino de los gobernadores acusados. Lo verdaderamente trascendente es que, por primera vez, dos funcionarios públicos importantes son llamados a cuentas por hechos que evidentemente contravienen la ley, el yucateco por pretender gobernar más de seis años y burlar así el mandato constitucional y el otro por dilapidar en su campaña enormes cantidades de dinero de origen no clarificado y exceder con creces los límites establecidos.

En ese sentido, la acción de Creel tiene un carácter fundacional para el Poder Legislativo. Es la primera vez que, sin mediar torcidos intereses del aún vigente (aunque en retirada) sistema de partido de Estado, en el Congreso se intenta enjuiciar a dos gobernadores. Es tal la importancia de este solo hecho que, ante él, la eventual exoneración por virtud de la complicidad priísta pierde relevancia.

La democracia tiene un eje fundamental con dos polos: en uno está el voto, en el otro la rendición de cuentas. El uno sin la otra nos deja una democracia mutilada. No sirve de mucho poder elegir al gobernante si no existe la posibilidad de fincarle responsabilidades si viola la ley y defrauda la confianza ciudadana. Esta rendición de cuentas, o la exigencia de ella, es lo que le confiere la trascendencia mayor a la acción de Creel, habida cuenta que el Congreso había renunciado por decenios a ejercer tal facultad. Estamos ante un intento de poner coto a la impunidad de la que tradicional e ilegalmente habían disfrutado los gobernantes en este país.

El diputado panista ha sido acusado de hacer chicanas y ya se ha explicado con profusión, en éstas y en otras páginas, que la Subomisión de Examen Previo, que aprobó el inicio del proceso de juicio político, no las cometió. Donde sí las hubo fue en otra parte, como lo prueban las peripecias que afrontó en Namibia el diputado petista Ricardo Cantú Garza, integrante de un grupo legislativo que viajó a ese país y también miembro de la mencionada subcomisión.

A Cantú, quien tenía urgencia de regresar a México para asistir a la crucial sesión del 14 de abril de dicha subcomisión, el embajador mexicano en ese país, Nicolás Escalante, le comunicó que no tenía reservación en el avión de regreso y luego de que el legislador sí obtuvo lugar, le robaron el boleto aéreo y su pase de abordar. Es decir, se trató de evitar que regresara a México a tiempo para emitir su vital voto, y su presencia en dicha sesión causó sorpresa entre los priístas. ``Ahí está el del PT que se supone no iba a venir'', comentó Enrique Jackson a Rafael Oceguera (Ciro Pérez Silva, La Jornada, miércoles 15 de abril, p. 17). ¿De qué lado están las chicanas?

Cuando Madrazo y Cervera hayan sido políticamente sepultados como parte de un dinosáurico pasado, la acción que emprendió Santiago Creel quedará en la memoria como el momento fundacional, en el Poder Legislativo, de ese otro polo del eje democrático que es el llamado a cuentas.

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Decenas de pasajeros hubieron de sufrir el domingo 19 de abril las desatenciones de Aerocaribe y de su supervisor en Tuxtla Gutiérrez, Andrés Ríos, cuando las malas condiciones climatológicas obligaron a mantener cerrados, durante la mayor parte del día, los aeropuertos de la capital chiapaneca. Entre los ires y venires de un aeropuerto a otro y los malos recuerdos para Manuel Velasco Suárez, ex gobernador chiapaneco que se empecinó en construir el aeropuerto comercial (que ese día no contaba con teléfonos públicos ni servicio de restaurante) en un sitio inadecuado dizque para deshacerse de unos terrenos de su propiedad, en ese ambiente, digo, brilló el espíritu de servicio de Eugenio Pineda, jefe de aeropuerto de Aviacsa, aerolínea que finalmente transportó a la docena de pasajeros que pacientemente esperaron más de 10 horas para poder viajar al DF.