La medida de la estelaridad del Congreso en estos días de la actualidad mexicana la marca, en mucho, la incapacidad del Ejecutivo para conducir la cosa pública. Pero, al mismo tiempo, también la empuja la misma transición a la vida democrática y su efecto y causa en la división de poderes. De manera lateral se afecta por sucesos varios que irrumpen y exigen su pronta atención. En ocasiones debido a su trascendencia en la vida organizada como lo puede ser la disputa encendida de nuevo sobre la seguridad social. En otras por las pasiones y los protagonismos personales o de grupo, como los desatados por la sucesión del 2000 y los juicios políticos a diversos gobernadores controvertidos. Todos ellos aspectos que se interponen y magnifican los trabajos meramente legislativos.
Pero lo que sí es manifiesto es la esparcida idea del mal manejo político del presidente Zedillo en casos tan notables como el conflicto chiapaneco, las relaciones entre poderes y la reforma del Estado que ha quedado pendiente. Son éstos los puntos que buscan sus bases consensuales y que, por no encontrarlas, han generado desavenencias al interior de la vida partidaria y camaral del país. Las diversas fracciones no encuentran, en este ambiente de confrontación, de repudios, ninguneos y terquedades, puntos de confluencia que les permitan arreglos prácticos y acuerdos dónde sustenten el avance de los asuntos encomendados y aún pendientes.
La coincidencia de dos paquetes tan disputados y de tantas implicaciones para el país, como pueden ser los de cultura y derechos indígenas, y aquél de naturaleza financiera, doblegaron las mejores maniobras de los dirigentes del panismo nacional en su intentona de un acercamiento de alto nivel. La no participación de los perredistas en la primera y los grandes puntos oscuros del Fobaproa opacaron la independencia deseada para el Banco de México pues, dentro de ella, además, se cuela una figura controvertida como es el señor Guillermo Ortiz. Demasiadas aristas rasposas juntas que han echado abajo compromisos adquiridos en Los Pinos. La posposición de los dictámenes en tan cruciales iniciativas han venido a complicar el panorama general y darán cabida a numerosos incidentes laterales que les complicarán aún más su factibilidad y los intentos gubernamentales de darles salidas prontas y eficaces conforme a su particular visión.
Mientras ello se dirime, la revelación en la revista Proceso de una carta de intención entre el gobierno de México (SHCP) con el Banco Mundial para la obtención de un crédito por 700 mdd ha traído el ríspido tema de la seguridad social a la palestra. Se trata aquí de visualizar las salidas factibles a una institución, el Instituto Mexicano del Seguro Social, que tiene serias dificultades para financiar su operación y, al mismo tiempo, aumentar su infraestructura y encauzar su reforma interna. Sobre todo si se considera que, antes o simultáneamente con tales propósitos, deberá atender urgencias y solventar retrasos en equipamiento, medicamentos y organización. Un paquete realmente difícil por los enconos y las posturas ideologizadas que caminan a la par de sus atranques sindicales que son de inmensa magnitud. La cuestión entonces estriba en visualizar propuestas que cumplan con varias condicionantes. Unas de justicia distributiva ya de por sí tan desbalanceada en su equidad, otras de financiamiento adecuado de sus prestaciones, así como las maneras, costos y formas de proporcionar los servicios en el presente de un mundo de competencias globalizadas.
La conciencia y búsqueda de la manoseada solidaridad y las iniquidades en la apropiación de la riqueza generada, son dos referentes que se tienen que considerar en esta polémica y real disputa por el poder. La cuestión de las pensiones y las dichosas Afores que no alcanzan a dar los resultados esperados ni para el incremento del ahorro interno y, ciertamente no para los trabajadores, no ha sido del todo zanjado. En cambio, para los inversionistas en tales empresas, el agosto ha sido no sólo ancho sino fuera de toda mesura y que para constatarla no precisa sino de atender a los balances y resultados que se han publicado. Las premuras y angustias que esperan a los asalariados harán de este tema una recurrencia atractiva para la próxima campaña electoral del 98 pero, y por lo que se ve, sobre todo para la del 2000.