Iniciemos estas breves apreciaciones acercándonos a los trabajos más significativos de la anterior muestra. Citemos, primero, la mejor película que circuló en aquella fecha. Me refiero a La mirada de Ulises, del ateniense Theo Angelopoulos, épica restructuración del poema homérico durante la cual el posmoderno Ulises (Harvey Keitel) fatiga nuevos caminos (cine, feminidad, destrucción). Y para continuar, ¿quién fue el mejor director, el mejor actor y la mejor actriz de la versión XXX...? Indiscutiblemente el británico Peter Greenaway fue el realizador sobresaliente por su obsesiva preocupación por usar de manera diferente los habituales recursos de la cinemática actual: El libro de cabecera.
En el rubro de actuación, me inclino en favor del ruso Sacha Bourdo, el infatigable viajero de Western, y por Marisa Paredes, la novelista ``rosa'' de la vida negra que recreó Almodóvar en La flor de mi secreto.
Apartémonos de la anterior muestra para ir al encuentro de los siete primeros filmes de los 14 que articulan la versión XXXI. Empecemos a través de esta sintética apreciación de Fuegos artificiales, del japonés Takeshi Kitano, que es una parábola visual de extrema sencillez y violentísimo contenido acerca de la muerte y del arte como inesperado alivio de las vicisitudes de la vida. (Calificación 8.5). A la violencia inmisericorde recreada por el japonés, se opuso en las pantallas horas más tarde una comedia fársica irremediablemente fetichista, a la ``mayor gloria'' del feminismo y la poligamia universal de Jaime Humberto Hermosillo, titulada De noche vienes, Esmeralda. (Calificación 6). Si Esmeralda agita su feminismo en nuestro tiempo libertino, Artemisia Gentilesch, considerada la primera pintora de la civilización occidental (Judith decapita a Holofernes) lo agitó --erótica y artísticamente-- en Roma, siglo XVII, ante un intolerante grupo de muralistas y canónigos, según nos relata la cinedirectora francesa Agnes Merlet en un filme biográfico precisamente denominado Artemisia. (Calificación 8).
Sally Potter (Gran Bretaña) no merece por su inadmisible cinta narcisista Lección de tango más allá de cinco puntos, a pesar de las acrobáticas 12 lecciones dancísticas y de su preocupación de transvasar al celuloide la puntual creación de un guión. En cambio, Marius y Jeanette de Robert Guediguian (Marsella, 1953) que imbrica en su contexto narrativo dos escuelas cinematográficas de la modernidad (neorrealismo y cine de autor) merece una alta calificación: 8.5. Asimismo navegará siempre en los blancos lienzos con una convincente puntuación (8) la cinta del británico Mike Leigh, Sueños y realidades(Career Girls), porque fue capaz de contarnos mediante agitadísimas secuencias el reencuentro de oscuras resonancias de dos jóvenes amigas (Hannah y Annie) dispuestas a agotar hasta la extrema unción un pasado cuajado de actitudes corporales y verbales.
Para concluir estas apreciaciones-calificaciones de las películas que corporizan en numerosas salas la Muestra XXXI es necesario referirnos al excelente (¿9?) discurso de imágenes en movimiento que creó en 1997 el director argentino Adolfo Aristarain. Discurso que plantea --con el desgarramiento propio de la tragedia griega de la época clásica-- la desesperada búsqueda de la razón última de nuestra caótica existencia en este planeta azul llamado Tierra.