La Jornada 2 de mayo de 1998

Con fuerte trifulca, la Cámara aprueba vedar al PRI el uso de colores patrios

Ciro Pérez Silva y Víctor Ballinas Ť Luego de la aprobación del dictamen que prohíbe al PRI el uso de los colores de la bandera en su escudo, desde la tribuna el vicecoordinador perredista Pablo Gómez dijo: ``Estamos enviando al partido de Estado adonde debe estar: al basurero de una historia de oprobio, de antidemocracia y de represión que nunca más debe volver a la realidad del país''.

Y allá lo enviaron. Con 244 votos a favor y 224 en contra, se prohibió al PRI usar los colores en su emblema a partir de 1999.

Las palabras de Gómez --último orador en un largo debate en el que los priístas invocaron sin éxito hasta a san Lucas, para convencer al auditorio de su derecho a mantener verde, blanco y rojo en su emblema-- fueron acompañadas por una andanada de aplausos de la mayoría opositora y los gritos de impotencia de una minoría, todavía tricolor, que desde sus curules condenaba ese ``acto de venganza política, de odios y rencores enfermizos''.

Iracundos, los priístas saltaron al frente del salón de sesiones blandiendo grandes trozos de unicel con el escudo de su partido, al tiempo que gritaban a todo pulmón: ``¡no-pa-sa-rá, no-pa-sa-rá!'', recordando que la iniciativa deberá ser aprobada en el Senado, donde el PRI tiene mayoría, mientras los diputados de PAN, PRD, PT y PVEM agitaban pañuelos blancos y tarareaban Las golondrinas, saboreando ``la entrada al camino de la disolución del sistema de partido de Estado''. Ese, afirmaban, ``es el símbolo de este debate''.

El Bronx, a la carga

Pero las manifestaciones de inconformidad de los priístas siguieron. Pasando por encima de un acuerdo parlamentario para limitar el número de oradores, el irritado coordinador de ese partido, Arturo Núñez, dijo que se trataba de un show y llamó a miembros distinguidos del Bronx. Así, dio órdenes a la zacatecana María del Refugio Calderón, La Cuca, para que tomara por asalto la tribuna, y alentaba a Janitzio Soto y a González Machuca para que no dejaran de lanzar insultos a la oposición.

La discusión comenzó cuando el vicecoordinador priísta Fidel Herrera Beltrán presentó un voto particular contra el dictamen de reforma a los artículos 5, 27 y 38 del Cofipe. De entrada, el veracruzano dijo que el escudo de un partido forma parte esencial de su identidad y, amenazante, sostuvo que el intento de suprimirlo o alterarlo contra su voluntad ``no puede sino interpretarse como una actitud hostil, que atenta contra el ambiente de civilidad necesario para el perfeccionamiento de nuestra vida democrática''.

Enseguida, acusó a las oposiciones de empeñarse en quitarle los colores al PRI, con el propósito de capitalizar el hecho electoralmente y utilizarlo como un instrumento de revancha. El certificado de defunción del PRI --dijo mientras descansaba su mirada en el panista Santiago Creel, responsable de la iniciativa-- ha sido extendido en numerosas ocasiones y suscrito por diversos y ``conspicuos'' personajes, ``pero los pretendidos sepultureros del partido histórico de la Revolución siempre han interpretado mal la realidad y siempre han fracasado en sus vaticinios''.

Lo siguió en el uso de la tribuna el ex senador por San Luis Potosí y ex dirigente de los burócratas Carlos Jiménez Macías, quien comenzó culpando a la oposición de ocuparse de ``asuntos banales'' --como el de los colores-- y no estar ``inmersos en un debate que responde a las aspiraciones sociales para avanzar en el perfeccionamiento de nuestra vida democrática'', por lo cual recibió de inmediato la primera rechifla de la tarde. En su apoyo, los priístas respondieron con una andanada de insultos, que el orador exigió detener para continuar con su alocución. El presidente de la Mesa Directiva, Primitivo Ortega, llamó varias veces al orden, pero sin éxito. El Bronx priísta continuaba lanzando consignas y porras y el orador volvía a pedir orden. ``A ver, señor orador, pregúntele a sus compañeros si le permiten continuar'', indicaba el presidente, provocando las risas opositoras.

Vino después el PT en voz de José Luis Patiño Pozas, quien reiteró el apoyo al dictamen, por el ``uso faccioso de los colores'' que ha hecho el PRI, entre gritos del Bronx que le llamó ``hijo de Salinas''.

En su turno, el panista Francisco José Paoli Bolio logró acallar por un momento el griterío priísta. Dijo que en el uso de los colores de la bandera hay una gran iniquidad para llevar indebidamente ``caudal político'' en favor de un solo partido.

Por su parte, Francisco Javier Morales Aceves, líder del PRI en Jalisco, expresó que las crisis económicas provocan confusión y que el debate era muestra de ello. ``Es un capítulo más de las inútiles prisas del señor Creel, que a pesar de su cacareado apartidismo insiste en empanizar todos sus actos'', señaló.

Los panistas reaccionaron y, de pie, ovacionaron a Creel, aplauso al que se unió el resto de las oposiciones. Agotados los ``razonamientos jurídicos'', un místico Morales Aceves invocó un pasaje del Evangelio según san Lucas: ``Hace más de 2 mil años, Jesucristo los denunció por su orgullo e hipocresía, comparándolos con los sepulcros blanqueados, blancos por fuera, carroña por dentro...

A esas horas, la mayoría opositora estaba a punto de aprobar la iniciativa, cuando el líder de los ferrocarrileros, Víctor Flores, le informó a Herrera Beltrán que tomaría la tribuna para colocar en la solapa del orador en turno un engomado con el escudo del PRI. Preocupado por el resultado de la acción, el vicecoordinador lo detuvo y, con ánimo de alentarlo, le dijo: ``Tranquilo Víctor, en la tele vamos ganando''.

``Frustrada pretensión'': Palacios

El presidente nacional del PRI, Mariano Palacios Alcocer, calificó como un ``acto de hostilidad'' la iniciativa de la oposición y previó que no será aprobada en la Cámara de Senadores.

Al término del acto conmemorativo del Día del Trabajo con el sindicalismo oficial, encabezado por el presidente Ernesto Zedillo, Palacios dijo que el asunto de los colores ``no es un intento nuevo; desde los años 50 han tenido esta frustrada pretensión, principalmente el PAN''. Aseguró que no existe ``ninguna prohibición'' para usar verde, blanco y rojo como símbolo del partido oficial, pues desde que éste se fundó (en 1929) ha tenido ``la permisión'' correspondiente.

``De tal manera que para nosotros forma parte de nuestra identidad y es parte de nuestra percepción ante los electores. Además, en más de la mitad de los países del orbe, donde existen regímenes democráticos, los partidos políticos tienen la posibilidad de usar los colores de sus respectivas banderas nacionales; por lo tanto, para el PRI es un derecho adquirido''.

A su vez, el gobernador de Puebla, Manuel Bartlett Díaz, dijo que es ilegítima e improcedente la aprobación de la iniciativa. ``Los partidos de oposición buscan vulnerar al PRI por todos los medios, y uno de ellos es alterar el emblema'' que ha utilizado el tricolor desde que se fundó, dijo al término del desfile laboral en la capital poblana.

``El cambio de los colores es cuestión de cada organización, ya que nosotros no estamos pidiendo que se quiten los colores de otras instituciones políticas'', agregó.