La Jornada sábado 2 de mayo de 1998

Mempo Giardinelli
Argentina: las causas profundas de la inundación

A la memoria del Buby Leonelli, que hace 20 años exponía estas ideas.

Todo el país se horroriza por las inundaciones en el litoral y lentamente los porteños se dan cuenta de lo que se les viene encima. Familiares y amigos buscan la forma de salvar sus bienes, mientras un político chaqueño es descubierto acumulando víveres para favorecer a sus votantes. En la tele se barajan hipótesis y teorías sobre la conducta de las aguas, muchos políticos se acusan mutuamente y al boleo, y la secretaria del Medio Ambiente, María Julia Alsogaray, una vez más no sabe de qué se trata, pero no renuncia porque es la más inexplicable protegida del Presidente. Palito Ortega se enfrenta a una feroz ironía del destino: asume como secretario de Desarrollo Social con un presupuesto monumental destinado a la relección de Menem, pero las inundaciones se le convierten en implacable tiro por la culata. Es como designar al ministro de Economía y que se produzca una crisis mundial al día siguiente. Lo mejor de todo, acaso lo único bueno de esta película de terror, es la solidaridad de los argentinos, virtud que no estaba tan olvidada como parecía y que constituye una esperanza.

El conjunto, sin embargo, no explica por qué está pasando lo que pasa.

Muchos argentinos se preguntan, azorados, por qué se llegó a esta situación.

Resulta llamativo que casi no se habla de las causas profundas de estas inundaciones. Que las hay, y son políticas, y tienen que ver con nuestra historia reciente. Porque esto no se produce sólo porque la naturaleza es mala, ni por la capa de ozono y el efecto invernadero, etcétera. Ni siquiera es culpa exclusiva de la imprevisión de los políticos, demasiado afanados --es un decir-- por el releccionismo y otras ambiciones.

Pésimos guardianes de la patria

Las verdaderas causas profundas de esta catástrofe son dos: 1) la ineptitud de la diplomacia militar en tiempos del videlato; y 2) la voracidad de empresarios y empresas que saben ``aceitar'' los engranajes del poder, o sea, la corrupción.

Me explico: a comienzos de los años setenta la dictadura militar brasileña se aplicó a desarrollar la economía con la férrea decisión de convertir a Brasil en lo que hoy es: una potencia mundial. Para ello, era fundamental tener energía eléctrica: mucha y barata. Y la tenían a la mano en ese río enorme, generoso, ubicado cerca de los grandes centros industriales y de las principales ciudades, y que además desagotaba fuera de Brasil: el Paraná. El Amazonas, que es el otro gran río, es casi todo brasileño pero estaba demasiado lejos y su explotación resultaba carísima.

El derecho internacional público manda que todo aprovechamiento de un río compartido debe ser acordado por las naciones ribereñas. Aquella decisión de los militares brasileños debía armonizarse, pues, con los otros dos países ``propietarios'' del Paraná: Paraguay y Argentina. Con los primeros la cosa fue muy fácil: el entonces dictador Stroessner se benefició de muchas maneras, se fundó con su nombre la hoy increíble Ciudad del Este, y hoy es un apacible viejecito que mira el paisaje desde una hacienda brasileña en Goiania.

Y con Argentina... también fue muy fácil: los dictadores estaban demasiado ocupados en perseguir ``subversivos'', hacer negocios, ir a misa y abrir cuentas en Suiza. La diplomacia militar argentina no le puso ningún freno a sus colegas brasileños, y no sólo permitió que construyeran Itaipí del absurdo tamaño que quisieron y hoy tiene, sino que además fueron pésimos guardianes de la patria pues negociaron todo mal y descuidaron los verdaderos intereses nacionales argentinos: hoy existen más de 20 enormes represas hidroeléctricas brasileñas que han roto todos los cánones históricos del Paraná y una sola, única, represa argentina. Peor aún: ninguna de aquellas represas produce inundaciones desmesuradas en territorio de Brasil porque están encadenadas y funcionan como perfectos escalones del río. En cambio, la única represa argentina --Yaciret-- por ser la última y de llanura es sólo de paso y no tiene capacidad de retención: si retiene inunda aguas arriba y si abre compuertas, como lo está haciendo ahora, inunda aguas abajo.

La primera terrible causa es, por tanto, otro crimen que hay que cargarle a los dictadores que alegremente indultó Menem.

La otra causa tiene un nombre propio: deforestación. Pero no se trata simplemente de pronunciar el vocablo sino de recordar que muchos habitantes del nordeste argentino venimos denunciando desde hace años la conducta suicida de los industriales madereros y de los funcionarios coludidos con ellos. Hoy, en el mismo momento en que se escribe esta nota y en pleno desastre, en el oeste del Chaco y en Formosa, en Santiago del Estero y en Misiones, y en lo que queda de la cuña boscosa santafesina, se están cortando árboles hora a hora. La sabana boscosa del otrora Gran Chaco Gualamba ha sido devastada porque no se cumplen las leyes (que en algunas provincias existen) de protección y freno a la tala salvaje de árboles jóvenes. Hoy mismo hay gobiernos provinciales que se oponen --absurdamente-- a que el quebracho colorado sea declarado especie en extinción por Naciones Unidas. Hoy mismo hay empresarios y funcionarios que son socios en la explotación intensiva e irracional de maderas ricas como el algarrobo, el quebracho colorado y el blanco, el urunday o el lapacho.

Ahí está, como ejemplo, el desastre que han hecho en Misiones, que era hasta hace unos años la provincia más frondosa y bella de Argentina y hoy tiene vastas zonas que son un desierto. La previsible réplica de los reforestadores (que han plantado millones de pinos y eucaliptos) es una falacia: esas especies de uso industrial que se talan cada cinco o 10 años no remplazan a las especies milenarias, espantan a la fauna autóctona y rompen el equilibrio ambiental.

La naturaleza o los dioses, ¿culpables?

Hay una sencilla ley física que la mayoría de los argentinos está aprendiendo ahora con dolor: donde hay bosque la tierra absorbe cualquier agua. Donde no hay bosque el agua corre y lava, y al lavar empobrece la tierra e inunda lo que está más abajo. Los porteños, y los provincianos aporteñados que últimamente ocupan el poder, harían bien en darse cuenta de que son ellos mismos, y sus hijos, los que están más abajo. A este paso ni el Tigre ni San Isidro, ni Puerto Madero ni Punta del Este les van a quedar en pie.

Pero el cuadro, con ser espantoso, no es incorregible. La solución es posible y deber pasar por: 1) Que el gobierno argentino exija al socio principal del Mercosur un replanteo del sistema de drenaje de la veintena de represas brasileñas, para que en el futuro las consecuencias del exceso de aguas sea compartido y no siga siendo el Río de la Plata el único pico del embudo. 2) Que se coordine una urgente y rigurosísima legislación nacional y en cada una de las provincias afectadas que definitivamente ponga coto a la tala irracional de bosques; impida la explotación industrial salvaje; preserve lo que queda; reforeste con especies autóctonas y destine al cuidado de fauna y flora presupuestos que sean acordes con la naturaleza de nuestro territorio. 3) Que los gobiernos provinciales se constituyan en verdaderos guardianes capaces de frenar abusos y depredación.

Si esto se hace, las inundaciones serán cada vez menos dañinas, menos frecuentes, menos prolongadas. Ya es hora de que los responsables dejen de hacerse los distraídos acusando a la naturaleza o a los dioses.


Queridos amigos:

No sé si lo han visto por televisión, pero casi la mitad de mi país está bajo agua. En el Chaco, mi tierra, y en general en todo el nordeste nos encontramos con una situación desoladora. Estamos viviendo una catástrofe nunca vista. El río Paraná está desbordado y varias ciudades (Resistencia, Corrientes y Goya) están amenazadas, y muchísimos pueblitos han desaparecido.

Yo mismo debí dejar mi propia casita en El Paso y el pueblito, hoy lo vi por la tele, está completamente vacío y sólo se ven los techos de las casas.

Hay decenas de muertos. Más de 150 mil evacuados. Han llovido más de 3 mil milímetros en dos meses (la media anual es de mil a mil 100) y sigue lloviendo... En todo el siglo no hay memoria de algo igual. Ahora mismo las imágenes de la tele son horrorosas... Obviamente se ha perdido toda la cosecha de algodón que este año iba a ser histórica, y en fin, no ha quedado ni una planta de nada. Se ha perdido toda la producción anual de frutas y hortalizas, y hasta la producción de leche del país corre peligro.

Ha muerto más de un millón de cabezas de ganado. Pero, además, ha perecido gran parte de la fauna natural de un territorio inundado de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados (la mitad de México, para que tengan una idea) y están pudriéndose en el agua y eso hace pensar que vendrán epidemias feroces.

Les juro que esto es indescriptible: el otro día, visto desde el avión, era un gigantesco mar.

Desde octubre pasado, cuando empezó a crecer el río, sabíamos que habría mucha agua, pero jamás pensamos que tanta. Y dicen los expertos que no bajará en muchos meses, por lo menos hasta septiembre. Además, los informes meteorológicos anuncian que seguirá lloviendo en las próximas semanas.

Estoy varado en Buenos Aires. Iba a viajar al Chaco, pero decidí no hacerlo. Creo que soy más útil aquí, informando, escribiendo y denunciando.

Sólo se mantiene libre de aguas el centro de Resistencia, unas 15 cuadras alrededor de la plaza central. El resto está todo bajo agua. Y el agua crece y crece, y ahora lo que muestra la tele es tremendo. Desde el pasado martes, el río Paraná está más alto que la ciudad de Resistencia, que está protegida por murallas de tierra y arena, pero son defensas frágiles. Es como si fuera Holanda, digamos, pero con la diferencia de que no se trata de defensas holandesas, sino del Tercer Mundo y de emergencia. Desde hace cinco días se prepara a la población para evacuaciones masivas por si la presión del agua revienta esas defensas. Aquí todos rogamos que no se llegue a eso. Pero la inundación sigue y las aguas crecen hora a hora y ya se habla de que la primera ciudad a evacuar masivamente será Resistencia, que tiene más de 300 mil habitantes... Y dicen que lo peor será la semana que viene.

A todo esto las aguas se desplazan como un mar río abajo. La inundación ya está llegando incluso a Buenos Aires. La ciudad de Santa Fe ya está también bajo agua, igual Reconquista y han desaparecido muchísimos pueblos pequeños.

Esto es algo que no se puede creer y que ustedes pueden consultar en Internet en cualquier diario argentino. En dos semanas más este país va a estar hundido del todo, y me temo mucho que no sea una metáfora.

La pregunta del millón, claro, es por qué llueve tanto. Mi artículo (aquí reproducido) intenta responderla. No es sólo culpa de El niño.

Bueno, amigos, si alguno siente que tiene un modo de ayudar y quiere hacerlo organizadamente y de modo eficaz y que realmente llegue a los damnificados, por favor entren en contacto conmigo aquí, o con Alicia Rolon en Estados Unidos. Su email es: [email protected].

Les sugiero los siguientes modos ideales de colaborar solidariamente:

1) Por favor no cometan el error de mandar ni un centavo a las cuentas de las embajadas argentinas... Quién sabe dónde puede ir a parar ese dinero. Quizá a la campaña por la relección de Menem. Estos tipos son tan inmorales que son capaces de hacerlo.

2) Consulten el modo de enviar dinero, víveres no perecederos y/o ropa:

a) Mediante giros a EU a una cuenta que abriremos próximamente y cuyo número ya les daremos. Este dinero se entregará íntegro a una coordinación que funciona en Resistencia, en la que participan organismos provinciales junto con varias iglesias.

b) Por envíos a través de las embajadas de vuestros propios países, con cargo a la Casa del Chaco en Buenos Aires o a la Biblioteca Popular Hipólito Yrigoyen de Resistencia.

Y gracias, muchas gracias y rueguen por nosotros.

Mempo Giardinelli