Luis Villoro
Autonomías y democracia
``Democracia'' quiere decir ``poder del pueblo''. Pero ``pueblo'' no es un ente abstracto. Es el conjunto de hombres y mujeres situados en un lugar particular, en relaciones sociales concretas. Realizar la democracia implica llevar el poder allí donde los hombres y mujeres reales viven, allá donde se relacionan con los demás, donde trabajan. La democracia real es una inversión del poder existente: en lugar del poder que se impone desde lo alto, el poder desde abajo, desde los lugares donde los hombres y las mujeres están situados.
En un Estado de grandes dimensiones es difícil que los hombres situados ejerzan el poder por sí mismos. Tienen que delegarlo, elegir a quienes los representen. Los hombres y mujeres reales, después de la elección, se ausentan y dejan su poder en manos de los elegidos. La democracia representativa no es un avance en el poder del pueblo; es, por el contrario, un mal necesario. Porque gobernantes, congresos, partidos políticos, elegidos por el pueblo, muy a menudo lo suplantan. La democracia representativa está siempre al borde de caer en una distorsión: el pueblo real es remplazado por un grupo que toma decisiones ``en su nombre'': burocracia política, técnocratas y legisladores.
Un sistema se alejará de la democracia real en la medida en que las decisiones políticas y el orden legislativo no se adecuen a las voluntades de los hombres y mujeres concretos, situados, tal como de hecho viven y trabajan; se acercará, en cambio, a la democracia, si acepta un control de sus decisiones desde ``abajo'', desde las comunidades reales donde la gente puede decidir de sus vidas. Una democracia directa no es totalmente realizable; es, sin embargo, un límite al cual puede acercarse la democracia representativa para ser auténtica y no suplantar el poder del pueblo.
Para ello cuenta con instrumentos que permiten la participación del pueblo: el referéndum, el plebiscito, la exigibilidad de cuentas y la revocación del mandato por los ciudadanos, la organización democrática en las asociaciones civiles y la participación de éstas en los programas públicos, etcétera. Entre esos instrumentos, hay uno que tiene especial importancia: las autonomías.
``Autonomía'' quiere decir: obediencia a las reglas que uno mismo se ha dado. El hombre es libre en la medida en que no doblega su voluntad ante otros y sólo obedece a sí mismo, en la medida en que es autónomo. Si la democracia real consiste en el ejercicio del poder desde abajo, entonces, donde el pueblo reside es donde deben decidirse sus reglas de comportamiento. Pero el hombre situado pertenece a múltiples asociaciones: sociales, culturales, laborales, políticas. En la medida en que esas asociaciones funcionen con autonomía, nos acercaremos a una democracia real. Procurar la autonomía de las asociaciones en que se relacionan los hombres y mujeres quiere decir marchar desde un poder controlado desde arriba a una democracia auténtica.
Los ámbitos culturales donde los hombres deciden sus reglas de vida son los diferentes ``pueblos'', con diferentes culturas; la autonomía de los pueblos indígenas es el reconocimiento del derecho a decidir de sus vidas, sin imposición de otras culturas; es un paso hacia la democracia.
Los hombres y mujeres situados pueden tomar decisiones sociales y políticas en el ámbito limitado en donde viven y trabajan: la comunidad y el municipio. Pese a que la libertad municipal fue una de las demandas principales de la Revolución Mexicana, está lejos de cumplirse. Las leves de cada estado sujetaron los municipios a decisiones de los congresos estatales. La democracia a nivel local se vio suplantada por poderes superiores.
Los ``municipios autónomos'' recién creados en Chiapas, pretenden devolver el poder, en el ámbito en que viven, a los hombres y mujeres concretos, capaces de decidir libremente sobre sus formas de vivir y de asociarse. Son sin duda ilegales, según las legislaciones estatales; porque la función de ese orden legal fue sustituir el poder directo del pueblo por el de un grupo que pretende decidir ``en su nombre'', sin consultarlo. Pero pueden apelar a la Constitución, que otorga el poder al pueblo, y a los acuerdos firmados por el gobierno federal en San Andrés. Si los municipios autónomos son la creación de la mayoría de los miembros de su entidad --como parece ser el caso en Chiapas-- expresan una forma de democracia real, que devuelve el poder allí donde debe estar: donde actúan los hombres y mujeres, en las relaciones sociales que ellos han elegido.
Reprimir los municipios autónomos es destruir una forma privilegiada de democracia, invocando un orden legal que ha servido para obstruirla. Las autonomías de las comunidades, de los municipios, de los pueblos indígenas no tienen nada que ver con el desmembramiento del Estado. Forman parte del proyecto, de una democracia real, que sería el sostén de un Estado unido, garante a la vez de la igualdad y del derecho a las diferencias.