¡EUREKA!
Insecticidas y juguetes

Los juguetes, por el tipo de plástico y hule espuma con que están hechos, son proclives a guardar residuos tóxicos secos de casas en las que se fumiga. Se calcula que los niños podrían estar recibiendo unas 20 veces la cantidad permitida por piel y boca.

Los científicos recomiendan: antes de fumigar, guarde los juguetes unas tres semanas.

Cuando se fumiga es necesario abandonar el lugar de una a tres horas, para evitar la inhalación de los gases potencialmente tóxicos o contactar con sus residuos húmedos. Sin embargo, estudios recientes examinan los residuos secos en juguetes. Los niños que juegan con ellos están expuestos a la acción tóxica de los insecticidas durante una semana o más.

Los investigadores hicieron fumigar habitaciones. Luego de una hora, colocaron en ellas juguetes de plástico y animales de peluche. Durante las dos semanas siguientes, tomaron muestras de los muebles para recoger residuos y desalojaron los juguetes para examinarlos. Concluyeron que éstos, más que los muebles, acumularon residuos pesticidas por lo menos durante una semana.

Los científicos estaban sorprendidos, pues ``los datos sugieren que los pesticidas brincan en la superficie de los juguetes, de uno a otro, como si fueran saltamontes. Algunos plásticos y los hechos con hule espuma absorben insecticidas como esponjas'', dicen.

El hecho de que los juguetes absorban más tóxicos que los muebles o los pisos de linóleo se explica por afinidad química: fácilmente se asocian con los insecticidas. Aunque se usaron pesticidas específicos para matar cucarachas, se sabe que cualquier de estas sustancias semivolátiles saltaría de igual manera.

El equipo científico estima del siguiente modo la exposición de los niños pequeños: a una semana de haber fumigado, se tiene una ingesta de 200 microgramos por kilo de peso, es decir, 20 veces más de la cantidad permitida y que el cuerpo es capaz de eliminar; 40 por ciento de la exposición ocurre en la piel, el resto se lo comerían los niños, dados a llevarse las manos y los juguetes a la boca. (Rocío Incera)