DobleJornada, 4 de mayo de 1998



Habiba y sus hermanas

Guillermo Almeyra

Habiba vivía en Ksar el Boukari, en los alrededores de Medea, a unos 150 kilómetros de la capital argelina. Ahora tiene casi 20 años y está recuperando la palabra y el control de sus nervios.

Hace un año iba con dos primas a un curso de bordado a una aldea vecina cuando un grupo de terroristas fundamentalistas las secuestró, les vendó los ojos, y las condujo a las montañas, donde en el campamento vivían otras diez muchachas, aterrorizadas, con las que no pudieron comunicarse. De día debían lavar la ropa y cocinar y por la noche las encerraban en un galpón, y allí cada hombre venía y escogía una muchacha y se la llevaba. Todas las noches les pegaban duramente antes de violarlas. Eso durante dos meses y medio hasta que los terroristas se enteraron de que el ejército estaba rastrillando la zona y huyeron, lo que permitió que Habiba y otras dos jóvenes (sus primas ya habían sido degolladas) escapasen, caminando de noche por tres días, hasta que llegaron a una aldea.

Habiba volvió a su casa, pero no la recibieron por temor a las represalias de los raptores y porque estaba embarazada. Ahora se ha refugiado en casa de una hermana, que la llevó a Argel al centro de recepción ``SOS, femmes en détresse'' (SOS, mujeres desesperadas) donde dio a luz un niño, que abandonó, como hacen todas las raptadas y violadas que consiguen escapar.

Los terroristas volvieron a su aldea y quemaron todo. Por eso Habiba pudo encontrarse con su madre en otra ciudad y ahora desea tener un trabajo para asistir a la anciana, que está enferma. Del resto de su familia, no sabe nada. En ``SOS'' encuentran refugio cerca de 50 mujeres y niños, entre los cuales hay una madre de siete hijos, cuyo marido fue secuestrado y degollado. Son víctimas del terrorismo fundamentalista, que se ensaña con las mujeres, y del código de familia, que condena a las madres solteras y a las adúlteras (así lo sean a la fuerza). Esas mujeres, violadas, golpeadas, torturadas, deben esconder su embarazo y no tienen dinero para hacer frente al parto de un niño que no desean. Son víctimas del fundamentalismo, del machismo, de los prejuicios, de la pobreza, de la violencia, de la falta de organización. Son las hermanas de Habiba, cuyo número exacto se desconoce, aunque todos saben que son millares.