DobleJornada, 4 de mayo de 1998



TESTIMONIO

ALICIA EN EL PAIS DE LOS DESAPARECIDOS POLITICOS

Alicia de los Ríos*

Ser hija de guerrilleros, él muerto y ella desaparecida, me hizo diferente? La verdad nunca he sido examinada por un psicólogo que me haya dicho que padezco esquizofrenia, angustia asfixiante o depresión aguda. Alguna vez quise adoptar el papel de desadaptada, pero el estereotipo no va conmigo.

Tal vez hay momentos de mi niñez, que hoy me dibujan una sonrisa amarga. Nunca me faltó cariño, incluso pienso que lo debo como si fuera deuda externa. Claro, preguntaba por mi mamá:

--Está estudiando en México.

--Que venga para Navidad.

--Tú no quieres una mamá burrita, ¿verdad? --me contestaban.

Callaba. Hubiera preferido una mamá tonta. Además, yo veía que las mamás no estudiaban, trabajaban.

Cuando dicen que los niños son angelitos y que no hay maldad en sus almas, creo que escucho un informe de gobierno: falso. Es cuando hay más veneno: ``Dice mi papá que tú no tienes mamá, porque ella está en la cárcel. Dice que le gustaba matar gente'', la acusaban mis primos. ¿Qué contestar?, sólo inventaba cartas que nunca llegaron, regalos que compraban mis abuelos...

A los ocho años me dijeron que mi mamá estaba en la cárcel, pero para que fuera un golpe didáctico me pusieron una película: Robin Hood, y me dijeron que ella peleaba porque no le gustaba cómo vivían los pobres. Me confesaron que pertenecía a la Liga 23 de Septiembre, lo cual sólo me indicó que se la pasaba haciendo resorteras y jugando todo el día al liguero. Mi miedo más grande era que en la cárcel donde estuviera, un científico loco la convirtiera en mosco, grillo o cucaracha. En la casa estaba prohibido matar algún bicho, no fueran a aplastar a mi mamá.

Luego, a los 13 años, ¿qué podía pensar? Que el mundo es una mierda; sufría más que Dolores del Río por la vida que me tocó. Si me preguntaban quién era el grupo de señoras que se colgaban retratos y gritaban como La Llorona: ¡ay, mis hijos! y no dejaban pasar autos, decía que eran homónimos. Mi peor castigo era que me obligaran a ir a un mitin.

Empecé a conocer gente que conoció a mi mamá: ``La Licha era una chingona'', ``no rajó'', ``¡era un cuero!''. Luego los profesores también te identifican: ``Alicia, usted expone mañana lo del 2 de octubre porque nadie más de la clase sabe nada''.

Después ya no me avergonzaba pero tampoco sentía pertenecer a ninguna generación. Aunque andaba con los camaradas de mi mamá y mi papá, y cantaba canciones al Che, y había leído la Guerra de guerrillas y La noche de Tlatelolco, no había vivido el 68. Es difícil adoptar una identidad y aceptarla.

Más tarde comencé a trabajar con el Comité. Al mes de que surgiera el EZLN, las Doñas sacan a cuatro zapatistas de una cárcel de Chihuahua, chavos de mi edad, uno más chico. ¡Y mi vergüenza fue tanta cuando me dijeron: ``Tú también has hecho lo tuyo'', porque no había hecho nada. Desconsolada e inútil, me identifiqué con ellos y su movimiento. El EZLN impactó, permitió a los jóvenes identificarse y me sentí confortada internamente: mi mamá, mi papá y todos los desaparecidos son antecedente de éste y otros movimientos.

Un amigo de mi jefa me contó que abajo de sus vestidos de maternidad siempre traía la fusca... Pero así como disparaba la Susan, también salía con los compañeros heridos o desangrados en sus hombros.

Yo me imagino que aquello fue una migraña para el Estado, pero ahora padece jaqueca.

Después de cada plática de este tipo, no sé si seguir en la Parasitología o por el camino de las Doñas, tan limpio y caminado. Creo que opto por éste: es hora de hacer el pedacito de hazaña que nos toca con las mismas exigencias: que no haya madres con hijos perdidos, que no haya tumbas que las madres, hijos o esposas visiten rezando muy quedito: ``¡Ay Diosito!, que estén los huesitos, que no le llore a otro o a un hueco vacío''; que ya no vea más plazas con viejitas sentadas con fotos colgando de sus cuellos, y que dicen: ``es mi hijo y el gobierno lo secuestró.''

Ya no quiero ver morir a padres, ya no quiero acordarme de mi abuelo llorando por su hija, ni quiero oír tantos rosarios rezados por mi abuela para que apareciera mi mamá.

Sé que ella no podría ser una madre común y corriente, ni siquiera creo que pudiera ser madre cuidando a una hija desde la ventana, así nomás. Ella quería más hijos, los adoptó y quiero imaginarla viendo por ellos, no por la ventana, sino en la montaña, en la escuela nocturna, en la selva, en los ranchos.

Hay que aprender, hay que enseñar, ya no queremos mártires del apañón, de las calentadas. No necesitamos más mártires, ni más muertos, ya hay muchas cruces... Inconcientemente, la verdad, sí me hubiera gustado tener una mamá burrita.

* Alicia es hija de Rosa o Susan, pseudónimos de Alicia de los Ríos, torturada e incomunicada en el Campo Militar Número 1 en 1978, junto con otros miembros de la Liga 23 de Septiembre. ``Lichita'', como le llaman de cariño, hoy une su voz al Comité Eureka, presidido por Rosario Ibarra de Piedra, que cohesiona todos esos esfuerzos en el Frente Nacional contra la Represión. El presente testimonio es una versión resumida del ofrecido en el Encuentro Cultural Meztitla 97, que obtuvo mención especial.