Iván Restrepo
Conservación de la diversidad biológica

Hoy y mañana, los ministros responsables de garantizar un medio ambiente sano en numerosos países sostendrán una importante reunión en la ciudad de Bratislava, república de Eslovaquia, con el propósito de adoptar nuevas y prioritarias políticas nacionales y programas internacionales en favor de la conservación y utilización sostenible de la diversidad biológica, uno de los patrimonios más importantes del planeta.

Esta reunión se propone como idea central abordar las preocupaciones que plantea la biodiversidad en una serie de actividades económicas esenciales para la vida de la población, y de hacer participar activamente al sector privado en los esfuerzos por conservarla y, en lo posible, acrecentarla.

La presencia de quienes en el mundo encabezan las tareas oficiales relativas al ambiente y la preservación de los recursos naturales, servirá como prólogo a un gran encuentro intergubernamental de dos semanas en las que se abordarán los aspectos más novedosos del Convenio sobre la Diversidad Biológica.

Suscrito inicialmente por más de 150 países participantes en la Cumbre de la Tierra celebrada hace seis años en Río de Janeiro, el Convenio cuenta ahora con 172 miembros, interesados en la conservación y la utilización sostenible de elementos claves para la vida en la tierra; pero también en la necesidad de que exista una partipación justa y equitativa de los beneficios que se derivan de la utilización de los recursos genéticos. Sin duda, el Convenio constituye el primer acuerdo mundial en que se abordan los aspectos claves de la biodiversidad: desde los referentes a los recursos genéticos, hasta las especies y los ecosistemas del planeta.

En todos los diagnósticos elaborados hasta hoy sobre dicha diversidad, se expresa que hay un largo camino por recorrer en la tarea de lograr que la humanidad establezca una relación sostenible con la flora y la fauna, tan variadas e interdependientes, y que cada día son amenazadas por la actividad del hombre, o que resultan saqueadas o utilizadas irracionalmente por algunos grupos poderosos en detrimento de amplios sectores de la población, especialmente la que vive en las áreas rurales. El caso de la destrucción de las selvas y bosques y la enorme riqueza que albergan, es un buen ejemplo, pero no el único: citemos también a los ecosistemas de agua dulce, marinos y costeros, destruidos para siempre o contaminados gravemente por la actividad industrial, el turismo, los residuos de los agroquímicos y las aguas negras de los asentamientos humanos, que terminan por eliminar lo que era vida y riqueza.

Precisamente en la reunión que hoy comienza, se insistirá en los beneficios que produce una relación sostenible con los recursos naturales, algo que repiten por doquier los grandes inversionistas y las agencias gubernamentales, pero que en la realidad muestra efectos perversos. Es el caso del turismo, que en Bratislava será abordado por los asistentes. Es bien sabido que en muchos países, la existencia de poblaciones de fauna o ecosistemas de enorme belleza en buen estado de conservación son factores muy favorables para la llamada industria sin chimeneas. Sin embargo, sus dueños o promotores suelen dañar la diversidad biológica cuando destruyen manglares, hábitats de aves y tortugas u otros sitios de valor natural para levantar hoteles y sus áreas de servicio, inmensas marinas, ``paraísos sagrados'' de la naturaleza y todo lo que demandan miles de visitantes. Pero además, malgastan recursos escasos, como el agua dulce, y agudizan los efectos de la presencia humana en los arrecifes de corales.

Quienes asisten en nombre de nuestro país a la reunión de Bratislava, llevan buenos ejemplos de cómo no estamos cuidando nuestra biodiversidad. No solamente por los cientos de miles de hectáreas de selvas y bosques que México pierde cada año, sino en otros frentes. Recientemente nuestra compañera Blanche Petrich ofreció una pequeña muestra de lo que sucede en la costa de Quintana Roo. Allí los ``desarrolladores'' de la bautizada ahora como ``Riviera Maya'' (de Cancún a Tulum), destruyen con sus hoteles y negocios anexos ecosistemas y recursos valiosos y crean serios problemas sociales, económicos y de marginalidad entre la población local y la que llega en busca de empleo. Allí, con la complicidad de las autoridades responsables de poner coto al deterioro, se impone la ley del más poderoso. Ojalá en la bella ciudad eslovaca nuestros enviados no expongan cuentas alegres, sino los problemas y contradicciones que México vive en la tarea por favorecer la biodiversidad.