La semana pasada el Banco de México hizo circular el resumen ejecutivo del Informe Anual de 1997. El documento ofrece el mismo análisis que se ha venido haciendo de la situación económica del país durante los últimos meses. Se consigna primeramente la elevada tasa de crecimiento del producto interno bruto registrada en 1997, se destaca que es la más alta de los últimos dieciséis años, aunque se sabe que manifiesta todavía un factor de tipo estadístico asociado con la profundidad de la caída del PIB en 1995. Y se sabe, igualmente, que esta economía no puede sostener ese ritmo de expansión productiva, además de que la misma magnitud está provocando el aumento del déficit externo y con ello acercando la crónica restricción financiera del crecimiento.
El informe destaca las repercusiones de los efectos externos que ha resentido la economía mexicana durante este año; la crisis financiera en los países de Asia y la reducción del precio del petróleo en los mercados internacionales. De la inestabilidad financiera se ha salido apenas zarandeado y con una reducida elevación del nivel del tipo de cambio del peso frente al dólar y con tasas de interés que no logran bajar de tasas de 18 o 19 por ciento. Pero, en cambio, de los menores precios del crudo no se ha podido salir airosos. La petrolización de las finanzas públicas ha puesto en evidencia la fragilidad de las medidas de modernización del Estado y de la redefinición de su papel en la economía. Después de casi 15 años de reformas económicas, las finanzas siguen dependiendo fundamentalmente de los ingresos que se derivan de Pemex por la venta de petróleo crudo.
La reducción de los ingresos fiscales ha obligado ya a dos ajustes del gasto público planeado para este año, después de una falta clara de capacidad de previsión por parte de los responsables de las finanzas públicas (en ese entonces el ahora gobernador de Banxico) que a fines del año desestimaron prácticamente por completo las tendencias del mercado petrolero. El segundo recorte del gasto tendrá efectos adversos sobre el gasto social, lo que contradice la declaración que al respecto había hecho el nuevo secretario de Hacienda. Pero todo esto aparece en el informe del banco central como hechos sobre los cuales se reporta, como si ocurrieran a la manera de la caída de la lluvia en una tarde de verano, o como si el azar impusiera un leve movimiento de la tierra que mueve los candiles del edificio de la calle de 5 de Mayo. Aquí, no pasa nada, y si pasa, nadie responde.
Las autoridades financieras siguen firmes en sus metas del desempeño de la economía para 1998. El Banco de México manifiesta claramente su intención de controlar de modo efectivo el crecimiento de la cantidad de dinero en la economía para controlar las presiones inflacionarias. Si lo que el sector empresarial quiere es consistencia y elementos para sostener las expectativas del mantenimiento de la estabilidad financiera no pueden quejarse. Ahí está el compromiso de llegar a una inflación anual de 12 por ciento y de acercarse a una tasa de crecimiento del PIB de 5 por ciento. Si esto debe conseguirse con una restricción del mercado interno y con un tipo de cambio que no se deprecie demasiado, así será. Finalmente el déficit externo no constituye un problema, no es factor restrictivo del crecimiento pues se puede cubrir con las abundantes entradas de capitales. Si estuviéramos en el Africa central deberíamos preguntar, sin duda, Doctor Aspe I presume? Hay una cierta sensación de dejá vue, como que el argumento ha sido ya usado antes y con la misma certidumbre que hoy tienen en Hacienda y Banxico. El caso es que las necesidades de financiamiento externo aumentan mes a mes y ahora con una menor tasa de crecimiento de la economía, véase solamente la tendencia que muestra el saldo de la cuenta comercial de la balanza de pagos y los compromisos de pagos de intereses que hay que pagar. Las condiciones financieras pueden cambiar de manera rápida y volver a exponer la fragilidad de proceso del crecimiento productivo. No hay que olvidar, además, que hay un monto de 552 mil millones de pesos que se pretende sea consolidado como deuda interna y que también exigirá de recursos para pagarla.
La economía mexicana está en un periodo de inflexión cuyas condiciones y posibles consecuencias debe ser integrado en la estrategia de la política económica. Mantener las expectativas como una forma de evitar los sobresaltos en los mercados, puede resultar más costoso que actuar para corregir las tendencias que son ya apreciables en la dinámica de la economía. Más equilibrios macroeconómicos con menores posibilidades de crecimiento interno, de mayor empleo y capacidad de compra de la población es ya un escenario cada vez menos factible. ¿No han recordado la historia del Titanic ahora que está otra vez de moda.