Miguel Barbachano Ponce
XXXI Muestra: calificaciones

Si en la anterior entrega a propósito de la valoración de las seis películas iniciales de la XXXI Muestra, únicamente otorgamos un 9 cercado de interrogaciones a Martín (Hache), filme que creó en 1997 el director argentino Adolfo Aristarain acerca de la desesperada búsqueda de la identidad, en esta ocasión son varias las cintas que merecen más allá de interrogaciones los codiciados 9 puntos, es decir, un rotundo MB, acorde al lenguaje universitario, un ``muy bien hecho''. Sin embargo, ¿cuáles fueron las cintas finales de la XXXI Muestra con tan alta distinción?

Comencemos encuadrando con indudable júbilo la obra creada el año pasado por Woody Allen (guión, actuación y dirección), Los enredos de Harry, en cuyo satírico contexto de intensos vuelos reales e imaginarios el autor muestra con irreverente parsimonia no sólo presencias diabólicas y llameantes paseos infernales, sino también inusitados problemas eróticos, religiosos, literarios y desde luego psicológicos (afoque y desafoque sobre el lienzo inmaculado de su ego). Continuemos con otra gran película, Mi vida en rosa (1997), de Alain Berliner (Bruselas, 1963), capaz de relatarnos con muy convincente tratamiento visual y verbal tres preocupaciones axiales: identidad, intolerancia y fantasía mediante las lúdicas (léase juguetonas) inclinaciones de índole homosexual de un inquieto menor de edad.

Asimismo merece un definitivo 9, el filme que recrea las angustias y tribulaciones de la infancia en un ambiente hostil, en este caso, intensamente destructivo. Me refiero a El círculo perfecto, apocalíptica visión del último espacio infernal creado por el hombre en la Tierra, precisamente en Sarajevo. Allí, Ademir Kenovic recreó las inúmeras vicisitudes que padecen dos infantes y un anciano poeta en búsqueda de una precaria libertad.

La obra de Joel y Ethan Coen, Identidad peligrosa (The Big Lebowski) viene a imbricar con magistral manejo cinemático (obviamente 9) dos géneros mayores de la narrativa estadunidense: la Screwball Comedy o comedia de enredos y el Film-Noir, organización visual creada por John Huston en 1941 bajo el nombre de El halcón maltés, que transvasa a las pantallas las angustias de estridentes tonalidades de los que padecieron violencia durante su breve y caótica existencia.

¿Y qué decir a propósito de Confesiones privadas, la tercera intervención como organizadora mayor del discurso de las imágenes en movimiento de la que fue memorable actriz la sueca Liv Ullman? ¿Cuál sería la máxima calificación que alcanzaría su trabajo? A mi entender no rebasaría un modesto 7.5, no obstante que el guión de la película fue creado por Ingmar Bergman (Upsala, 1918), mismo que reconstruye sus eternas preocupaciones a propósito de la pareja, el diablo y el buen Dios a pesar de que reitera, como insistió ayer en su vasta obra fílmica, en plantear la trágica incomunicación de la pareja humana.

Para concluir señalemos dos últimas calificaciones: Un modestísimo 6 para El sabor de la cereza, del multipremiado cineasta iraní Abbas Kiarostami. Un ``apenas suficiente'' para la película que hace un año recibió la codiciada Palma de Oro en Cannes. ¿Por qué, a mi parecer, merece tan escasa puntuación el galardonado filme? Reconozco que se trata de un singular trabajo durante el cual un hombre decidido a suicidarse fatiga durante 95 minutos polvorientos y desolados caminos a la búsqueda de un sepulturero capaz de otorgarle definitiva extremaunción.

Sin embargo es necesario reconocer que la fatiga que estremece a Badii, el protagonista, se apodera inmisericorde de la audiencia orillándola al aburrimiento y la desesperación.

La segunda y postrera calificación es 8 y valoriza una espléndida reconstrucción histórica de Martin Scorsese (dirección), Roger Dakins (fotografía) y Philip Glass (partitura musical), undun.