La Jornada miércoles 6 de mayo de 1998

Arnaldo Córdova
El intelectual en la política

Leí, como siempre, con mucho interés, el artículo de Héctor Aguilar Camín publicado en La Jornada del lunes 4 de mayo. Me conmovió, pero no me convenció. El caso de Castillo Peraza, incluso, no creo que tenga nada que ver con una cierta ``crisis de libertad''; creo, más bien, que tiene que ver con un hartazgo de la política y, él mismo lo dice, con un deseo profundo de ser ante todo un intelectual. No me interesa mucho el caso personal de Castillo Peraza. Pero él cita en su carta de renuncia al PAN el pensamiento de Octavio Paz, en el sentido de que el intelectual debe ser ajeno al poder y un crítico del mismo. Eso sí me interesa y tiene muy poco que ver con las disquisiciones de Aguilar Camín.

Debo aclarar, para cualquier efecto, que Héctor Aguilar Camín es mi amigo y no busco, de ninguna manera, desacreditar sus opiniones. Sólo quiero expresar las mías, como intelectual que no me concibo sino como un ser comprometido con la política, incluso con la política partidaria. Desde que era un muchacho de menos de 18 años me fascinó la política y me hice miembro de Partido Comunista. Siempre fui un disidente. No porque quisiera serlo, sino porque las cosas me llevaban a serlo. Cuando regresé de Italia, donde estuve tres años estudiando y, como dijera Mariátegui, de donde me traje algunas ideas y una mujer que ahora es mi compañera y la madre de mis hijos, me convertí en un disidente dentro de mi propio partido y, desde entonces, nunca he dejado de serlo en todos en los que he militado.

He conocido, a lo largo de mi vida, muchísimos intelectuales que se ligan a la vida política por una necesidad personal vital. Intelectuales que no se conciben a sí mismos fuera de la vida política. Es cierto, como Aguilar Camín dice, que el pertenecer a un ``colectivo'' nos limita nuestra ``libertad''. Pero creo que eso ocurre cada vez que nos ponemos en contacto con otros. Cuando tenemos una novia y, peor, cuando se vuelve nuestra esposa; cuando nos hacemos de un amigo o entramos a cualquier asociación en la que nos interesa estar. Menos mal que, al final de su artículo, Aguilar Camín reconoce que también sufrimos la esclavitud de nuestras propias ideas. Su alabanza a Castillo Peraza no tiene ningún fundamento.

Paz no tenía razón, y además faltó a su palabra. No fue honesto. Toda su vida anduvo buscando la cercanía con el poder, con el príncipe. En cierto sentido, aparte su muy comprensible relación con Televisa, jamás dejó de buscar una relación cercana con los presidentes de la República y, cuando se realizó el Coloquio de Invierno, en una alianza tripartita entre mis amigos Víctor Flores Olea, a la sazón cabeza del CNCA, Carlos Fuentes y Héctor Aguilar Camín, Paz tuvo la villanía de exigir y lograr que el presidente Salinas despidiera a Flores Olea de su cargo. Su poder no emanaba de la poesía. Nada como eso.

Por si hiciera falta, debo decir que me sentí aludido por Aguilar Camín. He sido toda mi vida un intelectual comprometido política y partidariamente y nunca me he sometido a ninguno de los partidos en que he militado. Eso me ha costado, ciertamente, pues en ocasiones me he visto totalmente marginado, y no sólo en el PRD, partido del cual soy miembro fundador. Pero pude ser diputado federal con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), gracias a una batalla perruna que Rolando Cordera dio por mí para que fuera un candidato elegible. En el PRD tengo muchísimos amigos, sobre todo en Michoacán, lo que es un tesoro para mí. Pero Andrés Manuel López Obrador también es mi amigo. El me dijo recientemente: ``tenemos que aprender que tú eres un compañero que no puede callarse lo que piensa''. El no me dejará mentir.

El intelectual, lejos de lo que imagina Aguilar Camín, es, quizá el zoon politikón por excelencia. Por lo menos, es al que más le fascina el poder y jamás podrá hacer menos de ello. Paz es el ejemplo por antonomasia y, junto con él, todos los demás, incluido Aguilar Camín. El intelectual al margen o retirado de la política es un cuento de hadas. Tal vez Castillo Peraza se retira del PAN sólo para hacer política de otro modo. Y no me extrañaría. Yo me he dedicado siempre a la política activa, aunque no a los niveles en que lo logró Castillo Peraza, porque no me han dejado o porque no me lo he sabido ganar como él, y no por eso he dejado de ser un intelectual libérrimo y retobón. Todo ello, siendo siempre miembro de un partido, comprometido con él, hasta que deja de convencerme, a partir de lo cual comienzo a criticarlo como lo creo necesario, sin abandonarlo, si sigo pensando que es el partido en cual debo seguir militando.