José Steinsleger
Desenterrando la memoria

En un dramático crescendo que el tono neutro del profesor hace aún más desgarrador, un público consternado observa en pantalla la lenta configuración de los fragmentos ó-seos. De un plato ubicado al lado del proyector, el conferenciante habla pausadamente mientras va seleccionando, con suma delicadeza, pedacitos de huesos. Tengo un ojo en la pantalla y otro en el plato. Al final, el profesor Clyde Snow dictamina con autoridad doctoral: ``...Se llamaba Liliana Carmen Pereira y fue detenida en Mar del Plata en octubre de 1977''.

Estamos en el Palacio de Tribunales de Buenos Aires, en abril de 1985. La proyección del amorenado y bello rostro de la muchacha fue causa de toses y nerviosos reacomodos en las butacas. Presa del llanto, alguien salió del recinto. Impasible, Snow explicó que el cráneo de Liliana, de 20 años, habíase convertido en colador tras recibir siete proyectiles disparados a un metro de distancia. Agregó: ``Fíjense en los huesos de la pelvis. La joven estaba en cinta de cinco meses y dio a luz poco antes de la muerte''.

Conocido por haber reconstituido el rostro del faraón Tutankamon, Snow prestó valiosa colaboración en el proceso contra los jefes de la dictadura militar (1976-82). Y de su visita a Buenos Aires surgió el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). A partir de allí, nadie más pudo hablar en abstracto de desapariciones, homicidios y masacres. Recuperados por los expertos, los desaparecidos empezaron a dar fe y testimonio de su existencia.

La antropología forense es un campo multidisciplinario donde se conjugan los conocimientos de antropología física, arqueología y medicina aplicados a problemas médico-legales. Su objeto de estudio son los restos óseos humanos y su propósito es la recuperación arqueológica de los mismos así como la evidencia asociada a ellos: proyectiles, vestimentas, efectos personales, contexto de inhumación.

Pese a 40 años de trabajo con la muerte, al doctor Snow le impresionó la prolijidad del método de desaparición empleado por los militares argentinos. Snow aún se pregunta qué variable de ser humano había en aquellos generales que detrás de sus escritorios y con sus uniformes impecablemente planchados ordenaban la ejecución de niños, o el secuestro y la apropiación de estos chicos.

El doctor Alejandro Inchaurregui, integrante del EAAF, sostiene que en comparación con realidades como la de Centroamérica, la estrategia utilizada por los militares argentinos fue más selectiva que la aplicada en poblaciones campesinas donde se entraba en las aldeas asesinando a todo el mundo y los cuerpos eran enterrados en cualquier parte.

En ese sentido, la necrología tuvo en Argentina un carácter burocrático, con registro minucioso en el libro de entrada de los cementerios, informes de autopsias, observaciones oculares y certificados de defunción. Pero en aquellos casos que lo ``ameritaban'' no sólo ha-cían desaparecer el cuerpo del delito sino que también se esforzaban en su olvido.

Hoy, el compromiso profesional del EAAF nada tiene que ver con el pasado o el futuro sino con el esfuerzo para impedir que la memoria del presente acabe en el olvido. En este sentido, el EAAF desarrolla su actividad con muy alta carga de conciencia política y solidaridad social; por esto, su labor está llena de trabas y dificultades. Pero a cambio, cuenta con el derecho de todas las sociedades a recordar la historia y con el derecho internacional que consagra la recuperación de los muertos y desaparecidos luego de los conflictos bélicos. Dice Inchaurregui: ``...En nuestro país se quiso matar la muerte ocultando los cadáveres, apelando después al olvido del individuo, además de vaciar de contenido la vida que tuvo este individuo y cargar de culpa a los familiares. Pero éstos son muertos sin sepultura. Es la tragedia de Antígona multiplicada por miles...'', haciéndonos recordar la historia de la heroína que, obstinada en enterrar a su hermano, maldice al tirano que para escarmentar a los rebeldes ordena que su cadáver quede insepulto y abandonado a las aves de rapiña. El equipo del EAAF ha trabajado en Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú, Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador, Haití, Guatemala, Panamá, Filipinas, Kurdistán, Bosnia-Herzegovina, Etiopía, Sudáfrica, Zimbabwe, Congo (ex Zaire) y Rumania, países donde ha dejado técnicos capacitados en antropología forense. En 1997, el EAAF cobró fama mundial con motivo de los trabajos que en Bolivia llevaron a la localización de los restos del Che Guevara.