Astillero Ť Julio Hernández López
La estrategia para Chiapas puesta en marcha desde enero por Francisco Labastida Ochoa (obedeciendo siempre órdenes superiores) ha tenido hasta ahora su máximo freno en el plano de la observación internacional.
El saldo a la fecha de cuatro meses de endurecimiento gubernamental reportaba varios puntos a su favor en el ámbito nacional: fueron desactivadas la Cocopa y la Conai, se mantiene un férreo cerco militar en la zona de conflicto, el gobernador Roberto Albores Guillén se ha revelado como un extraordinario ejecutor de las órdenes militares y civiles que recibe, se han realizado espectaculares operativos de fuerza en los municipios autónomos y, con ese pretexto, se han enviado pesados mensajes de intimidación a los zapatistas.
En suma, como gustan decir en privado los estrategas de Los Pinos y de Bucareli, el gobierno federal retomó la iniciativa y, desde que asumió una actitud agresiva, mantiene silente y arrinconado al subcomandante Marcos.
Los ojos del mundo en Chiapas
Sin embargo, la campaña oficial que tan contentos tiene a sus operadores, topó con una piedra que no ha podido mover: la opinión pública internacional. Cuando el gobierno decidió comenzar la expulsión de extranjeros y, poco después, cuando provocó que periodistas de agencias extranjeras fueran maltratados durante el desmantelamiento de un municipio autónomo, se reactivó la espiral creciente de atención mundial del caso Chiapas y, con ello, se contuvo (un poco apenas, pero lo suficiente para no pasar a fases superiores) la lógica de guerra imperante.
En migración, pifia tras pifia
Los graves errores políticos y técnicos cometidos en varios casos de expulsión de extranjeros muestran con claridad la etapa de degradación a la que han llegado órganos de gobierno antaño revestidos incluso de una aureola de sombría eficacia, como es el actualmente llamado Instituto Nacional de Migración (INM), que desde principios de año ha estado a cargo de Fernando Solís Cámara, un joven funcionario miembro del equipo del ahora senador Esteban Moctezuma Barragán.
Solís Cámara, primero como director del citado INM (cargo que actualmente ocupa Alejandro Carrillo Castro), y a la fecha como subsecretario de Gobernación encargado del ramo, ha ofrecido en las semanas recientes una demostración del daño que provoca el arribo de funcionarios sin la suficiente formación y sensibilidad política a instrumentos del Estado mexicano de manejo tan delicado como el de los controles migratorios.
Torpe, enredado, descuidado, el manejo de las expulsiones de extranjeros (justificables en algunos casos, a polémico juicio de este columnista); pareció más el cumplimiento atrabancado de caprichos o enojos superiores que la aplicación de una razonada táctica gubernamental. Para beneficio de sus propósitos, los operadores oficiales de las expulsiones de extranjeros tuvieron la oportunidad de documentar, razonar y exhibir exitosamente algunos de los casos en los que el Estado mexicano tuvo motivos claros para actuar contra quienes sin ser nacionales participaban en terrenos de política interna.
Pero las acciones fueron netamente policiacas, carentes de credibilidad y legitimidad, con el resultado objetivo de que, salvo en los espacios periodísticos pagados, nadie ha caído en el garlito patriotero con el que las autoridades creyeron posible inflamar a los mexicanos.
Limpiar el escenario de futuros testigos incómodos
Por el contrario, cometiendo error tras error, el gobierno se ha ido mostrando a nivel mundial como una instancia deseosa de eliminar todo tipo de testigos incómodos, y de reafirmar la percepción de que el ánimo oficial se encamina hacia una solución militar de arrasamiento del zapatismo.
Cerrando así el paso a los observadores internacionales y pretendiendo enredarlos en risibles trampas burocráticas, el gobierno mexicano aparece a los ojos de muchas naciones, preocupados por lo que pasa en Chiapas, como un gobierno de tintes plenamente autoritarios.
Con ello, México no se inscribe en la vanguardia mundial a la que los sureños neoliberales quisiesen llevarle, sino en la oscura nómina de la persistente violación de los derechos humanos, del incumplimiento de tratados y convenios internacionales, y del predominio de criterios políticos emparentados con los vigentes en regímenes dictatoriales.
Ahora, con el caso de los observadores internacionales que decidieron ir a Taniperlas por encima de trampas y amenazas oficiales, el gobierno mexicano tiene la oportunidad dorada de cerrar el paso a posteriores grupos de tal talante, y de continuar la tarea de satanización en la que Lolita de la Vega cumplió tan notoria labor, pero, a cambio, fortalecerá en la opinión pública internacional su imagen de intolerancia y de represión.
Los cinco jinetes panistas
El martes recién pasado, el dirigente nacional panista, Felipe Calderón Hinojosa, se descartó como aspirante a la candidatura presidencial de su partido (pues argumentó que tal lucha no le corresponde a su generación) y mencionó como figuras viables para tal postulación a los gobernadores Vicente Fox, Francisco Barrio y Fernando Canales Clariond, y a Diego Fernández de Cevallos y Carlos Medina Plascencia.
Las palabras de Calderón Hinojosa, pronunciadas cuando todavía se escuchaban los ecos de la renuncia de Carlos Castillo Peraza, jefe y guía del político michoacanense al que han dado en llamar el niño azul, van centrando la contienda interna del panismo en dos flancos claros: Fox, con su destacado activismo, y Francisco Barrio, impulsado por Fernández de Cevallos y el propio Calderón Hinojosa.
Fox se ha constituido en un peligro para el dominio del grupo de Calderón, Fernández de Cevallos, Luis H. Alvarez y, renunciado pero nunca alejado, Castillo Peraza. Fox ha ido construyendo su candidatura ajeno a reglas tradicionales, y el perfil bravucón que se ha diseñado amenaza con desbordar en cierto momento las ataduras estructurales que desde ahora le cierran el paso, como se vio en la integración del consejo nacional panista, dominado por sus adversarios.
Frente a ello, el grupo que controla las instancias decisorias en el PAN juega con Barrio el mismo rol que en su momento desarrolló Fernández de Cevallos: negar y negar toda intención de ser candidato presidencial para que sean el partido, las bases, quienes se lo pidan y lo obliguen a participar.
Canales Clariond, tocado por el caso Lankenau; Fernández de Cevallos, afectado por el caso Punta Diamante y otros posteriores, y Medina Plascencia, impugnado desde adentro del panismo por su papel subordinado respecto a Porfirio Muñoz Ledo, son meros fuegos de artificio.
La pelea real será, es, entre Vicente Fox y Francisco Barrio.
Astillas: Mañana se elegirá en Tlaxcala al candidato priísta a gobernador. Estado tranquilo, reserva de votos priístas, puede descomponerse debido a las insistentes versiones de que todo está arreglado para que Joaquín Cisneros sea el triunfador de la elección abierta del partido tricolor. Cisneros, entendido como el candidato del gobernador José Antonio Alvarez Lima, tendrá enfrente a Héctor Ortiz, el candidato de la senadora y dirigente cenecista Beatriz ParedesÉ En la cúpula del poder se habla de problemas relacionados con una dama que ha cumplido en diversas instancias el papel de secretaria privada. En las versiones escuchadas se le relaciona con el caso de Flavio Romero de VelascoÉ
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