Rosa Montero: el anarquismo resurge como posición ética y filosófica
César Güemes Ť Novela múltiple podría denominarse a la más reciente de la periodista y narradora española Rosa Montero, en veloz paso por México. La hija del caníbal (Espasa) se hizo acreedora al primer Premio Primavera de Novela 1997. Sobre esta obra anarquista, policial, histórica, humorística y reflexiva, hablamos con ella.
--Luego de acudir a su nueva novela, que toca claramente el tema del anarquismo, es posible pensar que es ahora casi una forma del romanticismo más que un movimiento político.
--Creo que el anarquismo tiene una vigencia enorme últimamente no como táctica de toma del poder, pero sí como posición ética y filosófica frente a la vida. La verdad es que hay muchas cosas del anarquismo que conservan gran vigencia y eso hace que muchos movimientos modernos sean muy anarcoides.
``Por ejemplo, hay una enorme vigencia del anarquismo en la combinación que hace entre lo individual y lo colectivo, la manera de solventar lo social y lo individual. El hecho de que el anarquismo se haga sin ceder el criterio individual es muy moderno, después de los excesos a los que llegaron el marxismo o el estalinismo por ceder precisamente el criterio individual. Otro elemento vigente es la crítica al poder y al Estado.''
Tener su propia voz
--También es vigente para darle vida a algunos de los personajes que habitan en La hija del caníbal, en momentos con tintes nostálgicos.
--El personaje Félix Fortuna, a quien podría atribuírsele una sensación así, tiene 80 años. A esa edad narra su vida y lo hace porque es lo que tiene, sobre todo pasado. Pero no es echar mano de la nostalgia. Ese personaje es tremendamente vitalista. No se instala en el pasado. Lo que pasa es que ésta es una novela sobre la edad, sobre lo que cuesta crecer y las dificultades de ir madurando, en lo que Fortuna es maestro. El cuenta su vida como un ejemplo. Y también lo que pasa es que él ha sido históricamente un perdedor y en ese sentido te doy la razón: el anarquismo ha sido radicalmente perdedor hasta el derrumbe del muro de Berlín. Y es algo muy curioso, porque la historia del anarquismo nunca se ha contado, por así decirlo. Fueron doblemente perdedores. En España ha habido una doble historia: la oficial, que es la del franquismo, y luego la clandestina, que es la de los comunistas, quienes tenían una gran influencia social y que dieron la lucha clandestina antifranquista de las últimas décadas. Los anarquistas no, porque ya los habían matado a todos. Pues en ninguna de las dos historias, con las que yo he crecido, ni en la oficial ni en la clandestina, aparece la versión de los anarquistas. Estos fueron tratados siempre como los tontos. Y de repente ahora empieza a emerger la historia contada por ellos. Así que el personaje es un doble perdedor y narra su historia para que el anarquismo tenga su propia voz. Al hacerlo se opone a las otras dos.
--¿Qué tan complicado fue hacer novela si varios de los hechos que narra son reales, documentados, verificables? ¿No es limitante?
--No fue complicado por algo que cuento: al mismo tiempo que estaba pensando la novela y creando el personaje, al documentarme pasó algo extraordinario; fui encontrando piezas históricas auténticas que me venían al pelo para la novela. Como si hubieran sido inventadas para ella. Por ejemplo, el hecho de que en la posguerra española los anarquistas fueron infiltrados por la policía y que hubo un dirigente del anarquismo catalán que era confidente de la policía a propósito de lo cual vinieron dos personas del exterior para asesinarlo. Eso me venía perfecto para la novela y de repente lo encontré en un libro. Era algo fenomenal. Por una especie de magia, como la que ocurre a veces en la literatura, todo lo que iba hallando era posible adecuarlo a la narración.
--Al encontrarnos con La hija del caníbal, luego de leer semanalmente sus retratos o pequeñas biografías de mujeres, era posible esperar que los personajes protagónicos fueran femeninos. Sin embargo consiguió separar la veta de periodista y la de narradora.
--Las historias de mujeres no son más que una parte de mi producción. Tengo siete novelas en las cuales hay mayoría de protagonistas mujeres, como es lógico. La mayoría de las novelas escritas por hombres tienen protagonistas varones, como es normal. En mi caso la cuarta novela, Amado amo, tiene un protagonista masculino absoluto. En La hija del caníbal hay dos conarradores, el hombre mayor y la mujer. El caso es que la escritura de novela-verdad consiste en vivirte en otras vidas, salir del encierro de la propia individualidad. La tentación de meterte en la mente de un hombre es muy fuerte. Para mí el mundo pasa, desde luego, por el hecho de que soy mujer, pero no se agota en eso la realidad. En el mundo los hombres y mujeres tenemos muchas cosas que nos diferencian, pero hay un sustrato común de condición humana que compartimos.
--¿Qué tanto influye en su quehacer el hecho de que haya estudiado psicología?
--No terminé psicología, la dejé en cuarto. La estudié en los últimos años del franquismo. Vi que la práctica que se hacía entonces era abusiva, pensé que se utilizaba como una ciencia exacta cuando no es más que una aproximación casi a ciegas a lo que es el ser humano. Dejó de interesarme. Y te puedo asegurar que la psicología teórica no la aplico en nada ni en mis novelas ni en mis artículos. La psicología que uso es la que llamamos de andar por casa y que es simple sentido de la observación y la sensatez.
--Tiene usted varias actividades simultáneas, ¿cómo hace para completarlas?
--Primero, soy bastante mayor, tengo 47 años y llevo trabajando desde los 18. Entonces, me ha dado tiempo de hacer muchas cosas. Además de que he trabajado muchísimo toda la vida. Pero ya no tengo tantas actividades, te quiero decir que escribo, escribo y escribo, me paso el día escribiendo. Ahora estoy un poquito cansada, incluso. Creo que necesito tiempo para escribir menos y reflexionar más, he tenido varios años de mucho trabajo. ¿Pero qué hago? Vamos, soy periodista y novelista y a eso le dedico la vida.
Entender qué sucede en el mundo
--¿Una novela como La hija del caníbal se insertará en España en alguna corriente de narraciones documentadas?
--Creo que no, porque lo que tiene este libro son muchos ingredientes, es muy híbrida y tal vez eso sea parte de la buena acogida que ha recibido. Hay una parte histórica, la del anarquismo, otra que es casi de novela negra, una existencial correspondiente al fondo, y una más de novela de humor. Lo que no es en absoluto es testimonial, de las que se basan del todo en los hechos reales. No me agrada ese tipo de literatura, cada vez me gusta más la que aspira a entender la vida en su profundidad. Si se hace una obra testimonial lo que se realiza normalmente es algo donde el ruido del autor está muy cerca porque quiere mostrar sus propias ideas y cambiar el mundo. Eso me parece que es hasta un poco una traición de las funciones de la verdadera literatura que para mí es entender qué sucede en el mundo. Te quiero decir con esto que cuando hablo, por ejemplo, de la corrupción en este libro, no deseo que se interprete a la luz de los hechos que ha habido en los más recientes años en España cometidos por los socialistas. He intentado salir de eso de todas las formas, poniendo la parte de la corrupción estilísticamente como un cuento de hadas y brujos, porque no quería que se interpretara en absoluto como la crítica a los socialistas que han sido lamentablemente corruptos. Convertir en eso mi novela me habría parecido una banalización. Aspiraba a reflexionar sobre el hecho de la corrupción en la vida pública de manera general, que me parece que es un fenómeno a lo largo del tiempo. No me bastaba con denunciarla, porque para algo así ya escribo mis columnas, sino que intentaba entender por qué se produce en la vida ese tipo de cosas y cómo podemos enfrentarnos a ellas.
--Le preguntaría finalmente, aunque tal vez no esté de acuerdo con el término, ¿cómo ha vivido el éxito? O incluso, mejor, el reconocimiento.
--Está bien lo de éxito porque precisamente ése es algo que no es tuyo. El éxito es una cualidad de la mirada de los otros, una característica que los otros te ponen y así como te la dan te la quitan. El éxito no es un lugar al que uno llega, no es algo propio. Uno jamás gobierna ni posee ni una brizna del propio supuesto éxito. Es como una ola que está en los demás. Cuando empecé a tener eso que llamamos éxito, la invasión del exterior en la vida propia, hace 20 años con mi primera novela, pasé por una etapa espantosa. Fueron cinco años de angustia. Esa especie de fama te destruye la identidad, de repente empiezas a ver que hay 20 mil Rosas Montero alrededor y que no son sino la imagen que los otros tienen de ti. Además la gente exige que te adaptes a esas otras Rosas Montero. De entrada, el éxito es una ola de amor furioso que no sabes por qué recibes, y luego viene una ola de odio también sin razones. No hay manera de conseguir lo uno ni de evitar lo otro. El éxito convierte la identidad en un montón de espejos rotos, hay que mirarse en los ojos de los demás para saber quién es uno. El paisaje se hace imposible. Hay que construirse una vida al margen de eso. Ahora disfruto de un momento de buena suerte que es el hecho de que me lean. Al estar en América y saber que me leen, me alucino, me emociono y me siento en deuda.