El político yucateco que acaba de renunciar a 34 años de militancia panista hablaba entonces de la necesidad, en política, de poner los pies sobre la tierra ``y no andarnos por el mundo de las utopías y de los sueños''.
Castillo Peraza se lleva un pasado polémico, la animadversión de una buena parte del electorado y el reconocimiento de adversarios y ex compañeros, de sus dotes como operador político, como orador e ideólogo de la derecha.
También deja atrás una carrera política que lo llevó a la cumbre de su partido, pero lo alejó de su máximo anhelo: la candidatura a la Presidencia de la República.
Ya no tendrá necesidad de saltar de la pecera. Para él, la política militante se ha apartado de la ``creación de un orden vinculante por medio del diálogo y la polémica''. Por eso se ha ido.
Hasta hace unos meses, Castillo Peraza era ejemplo de disciplina y comportamiento institucional dentro del PAN.
Estaba acostumbrado a no perder en los debates intrapartidistas, a imponerse --con sus argumentaciones teóricas y una práctica política que siempre arrojó resultados positivos--, a hacer valer el peso de sus ideas y convicciones.
Pero empezó a perder las batallas internas y, paulatinamente, se fue quedando solo.
Se distanció de Felipe Calderón --``su mejor discípulo''-- por la proclividad de éste a mantener negociaciones políticas con el PRD.
Se inconformó por el papel de su partido en el llamado ``bloque opositor'' y la inactividad del coordinador de los diputados, Carlos Medina Plascencia.
En los pasillos del CEN panista se comentó mucho sobre una llamada telefónica que habría hecho en diciembre a Felipe Calderón.
``Quiero pedirte la destitución del coordinador de nuestro grupo parlamentario: que se vaya Porfirio Muñoz Ledo'', le espetó antes de colgar el auricular.
Su rivalidad con Vicente Fox le restó simpatías y fortaleció su imagen -ganada en la campaña electoral de 1997- de dirigente irascible, intolerante hacia otras figuras panistas de relieve.
Al gobernador de Guanajuato lo fustigó cuando éste impulsó con vehemencia -enero de 1997- la alianza PAN-PRD para las elecciones federales. (En ese entonces, estimó que una alianza con el PRD sería ``una torpeza política y un error histórico'', y llamó ``bobalicón'' al empresario).
La última derrota de Castillo Peraza -la más dolorosa, dicen sus allegados-, fue el descarte de su propuesta de retirar a los legisladores panistas de la Cocopa.
La moción, presentada en el último Consejo panista en abril pasado, sólo recibió 12 votos a favor, de los 260 integrantes de ese órgano.
Diciembre de 1996. En casa de Jesús Galván, un grupo de ``carlistas'' imaginaban los escenarios electorales en la capital del país.
Castillo Peraza dijo aquella vez: ``Quien se lance, se estará jugando su futuro político. Si alguien se lanza y pierde, ya se quemó, tanto al interior del partido, como al exterior''.
Tres meses después, el yucateco inició su campaña por la jefatura de gobierno del DF. Su pronóstico se cumplió.
En cascada vinieron sus acusaciones contra Cuauhtémoc Cárdenas por lo de Playa Eréndira; los limonazos en su contra, en Ciencias Políticas de la UNAM; su artículo en contra de los usuarios del condón; su debut como cantante vernáculo en La Merced; sus reiteradas denuncias sobre la presunta alianza PRI-PRD; sus infructuosos intentos por debatir con el perredista; su penosa aparición en Tv después del debate entre Del Mazo y Cárdenas...
En esos meses, Castillo Peraza igual peleaba al interior de su partido que al exterior. Muchos recuerdan cómo, en una reunión de la estructura panista en el DF, en La Trinidad, Tlaxcala, llamó ``chambistas, mediocres'' a los dirigentes locales.
También señalan que fue él quien solicitó que María Elena Alvarez de Vicencio ocupara el tercer lugar en la lista de candidatos plurinominales al Senado, desplazando a Gonzalo Altamirano Dimas, y que nunca invitó a los actos de su campaña al senador José Angel Conchello.
Hasta 1978 -15 años después de haber ingresado al PAN- fue cuando Castillo Peraza comenzó a figurar entre la pléyade de dirigentes panistas, bajo la tutela de Abel Vivencio Tovar, entonces presidente del CEN panista.
Este le encargó reorganizar al sector juvenil del partido, pero destacó más al preparar lo que se convirtió después en el Instituto de Capacitación Política, semillero de la actual generación de dirigentes panistas.
En 1979 llegó por primera vez a la Cámara de Diputados -estuvo en las legislaturas LI y LIV- y amigos suyos cuentan que al verse saturado de trabajo, le presentó a Vicencio su renuncia al CEN.
``No puedo con todo'', esgrimió entonces.
Esos mismos amigos dicen que a Castillo Peraza nunca le gustó ser legislador y que dedicaba más tiempo y energías a readecuar la plataforma programática del partido, que tuvo su primera reforma ese año.
En el periodo de Pablo Emilio Madero, Castillo Peraza desapareció del CEN y se concentró en tareas políticas en su natal Yucatán.
Hasta 1986, con Luis H. Alvarez, fue cuando regresó al escenario nacional. Por esos tiempos fundó Humanismo, Desarrollo y Democracia (HDD) y fue nombrado director de La Palabra, donde llamó la atención al incluir la sección ``¿Cómo nos ven?'', en la que políticos externos e intelectuales lanzaban críticas al partido.
En marzo de 1993 llegó a la presidencia nacional del PAN, con una propuesta de dirección ``incluyente''. Se definió entonces ajeno a las capillas -``sobre todo si el PAN es una catedral''- y ofreció continuidad en las líneas de trabajo.
Cumplió, pero fue increpado por su concepción política acerca de las relaciones del PAN con el gobierno.
Le llamaron ``concertacesionador'', ``pragmático'', ``gradualista'', por haber aceptado sentarse a la mesa de negociaciones con el gobierno de Carlos Salinas para destrabar los conflictos electorales y por haber pactado la reforma política con Ernesto Zedillo.
Logró para el PAN más de 9 millones de votos en la elección federal de 1994, además de cinco gobernadores, 156 alcaldes, 2 mil 600 regidores, 118 diputados federales, 25 senadores y 14 asambleístas en tres años.
``Antes teníamos un Oxxo, ahora tenemos un Aurrerá'', acuñó.
Con el reconocimiento de todos y el respaldo de la mayoría de los consejeros nacionales, pudo haberse reelecto en el cargo. Pero sorpresivamente renunció a esa posibilidad y se abstuvo de dar explicaciones.
Exitoso en su carrera partidista, nunca tuvo triunfos afuera del PAN. En las tres elecciones en las que participó como candidato -para gobernador de Yucatán (1981), para alcalde de Mérida (1984) y para jefe de gobierno en el DF (1997)- resultó derrotado.
Al momento de su renuncia, tenía el estatus de miembro vitalicio del Consejo Nacional del PAN, al que se integró desde 1979. Además, participaba en la comisión encargada de ``actualizar'' los principios de doctrina.
Dos semanas antes de su dimisión, se le había convocado a integrar una ``comisión especial'' con el encargo de mejorar las relaciones del CEN panista con los medios de comunicación.
En septiembre de 1997, Castillo Peraza aceptó reincorporarse a las tareas partidistas en calidad de secretario de Relaciones Internacionales.
Con el correr de las semanas, quedó prácticamente a cargo de todas las áreas intelectuales del PAN.
``Es el mejor exponente de la doctrina original del PAN, quien mejor entiende los postulados de Gómez Morín, y eso nadie se lo discute'', dicen allegados suyos.
Pero regresó ``en calidad de apestado'', comentan otros integrantes del CEN panista, que recuerdan cómo se asumió la derrota en el DF al interior del partido.
Remiten a la sesión especial del Consejo Nacional panista, que se efectuó en septiembre del año pasado en Juriquilla, Querétaro.
Allí, se le achacó la responsabilidad del acopio de votos tan bajo, la pérdida en la imagen -que llevó a los medios y a los grupos de poder a ver en el PRD a un partido ``más tolerante'' que el PAN- y las fracturas en la estructura regional.
En silencio aguantó las recriminaciones, aunque se supo de sus disgustos por el comportamiento del CEN panista ante la anticipada precampaña de Vicente Fox, a quien ``dejaron avanzar sin acotarlo''.
En el PAN se dice que había claras evidencias de que su influencia era cada vez menor.
Refieren los casos de colaboradores suyos que fueron defenestrados. Como Juan Estrada Gutiérrez, quien salió intempestivamente de la Fundación Preciado acusado de malos manejos. O, en Guerrero, Cecilia Sánchez de la Barquera y su primo Enrique Caballero, expulsados del partido bajo sospechas de haber recibido dinero del gobierno estatal. Y en Sonora, el senador Leonardo Yáñez fue sancionado por la directiva estatal por haber recibido ``favores'' del entonces gobernador Manlio Fabio Beltrones.
``Por lo menos hubiera esperado a que pasara la elección de Yucatán'', le reclaman algunos, sabedores del impacto negativo que causa a la campaña de Xavier Abreu por la presidencia municipal de Mérida.
Abreu, junto con un grupo amplio de ``castillistas'', como Federico Ling -su compadre-, Jesús Galván, Germán Martínez, Adrián Fernández, Jorge Manzanera, Fernando Estrada Sámano, Lourdes Torres Landa, Guadalupe Mejía, Juan José Rodríguez Pratts y Luis Correa Mena, quedan en la orfandad política.
Ninguno de ellos supo de la decisión de Castillo Peraza hasta que se hizo pública.
Ahora -dicen dentro del PAN-, quedan sólo dos dirigentes ``históricos'' con enorme peso e influencia: Luis H. Alvarez y Diego Fernández de Cevallos.
Castillo Peraza no se irá del todo del PAN, por lo menos en el corto plazo. Como copropietario de HDD -está asociado con Jesús Galván, Germán Martínez y Adrián Fernández-, seguirá participando en la definición de las líneas de conducta del partido.
Se fue. Ya no tendrá que soñar con ser pájaro.
El intercambio se ha multicitado:
-¿Es cierto que Felipe Calderón es una imposición del Comité Ejecutivo Nacional?
-¡Esas son chingaderas, señorita!
Unos meses después y años antes de que su partido le encomendara su última tarea -mejorar la imagen del PAN en los medios- se preguntaba a Castillo Peraza:
-El episodio ya conocido como ``esas son chingaderas'', ¿no afectó al PAN?
-Elevó enormemente la popularidad del PAN, pues entre los agravios que tiene el pueblo michoacano está el de algunos medios de información profundamente comprometidos con el aparato priísta.
Más allá de estas sus frases más citadas, Castillo Peraza ha sido pródigo, merced su papel de articulista y su carácter de asiduo declarante, en acuñar frases para todos los moles.
Aquí algunas.
El PRI
``El PRI parece un borracho: inmóvil, estático, mudo, atrapado por él mismo, indeciso e incoherente, doblado sobre la mesa de la cantina y a punto del delirium tremens. Se diría que es hipócrita, pero no lo es; lo que pasa es que está enfermo''.
Sociedad civil
``¿Cuál es la contraparte de esta sociedad? ¿será la sociedad incivil? Es peligrosísimo el no pertenecer a nada y tratar de representarlo todo''.
Indígenas
``La única diferencia que ha tenido el indígena de hoy con el de ayer es el burro, porque eso le ha permitido no ser él quien cargue las cosas''.
La causa de su decisión
``La muerte de mi querido y admirado amigo Octavio Paz me ha puesto de nuevo -y mucho más radicalmente que otras veces- frente a una antigua disyuntiva estrictamente personal: la de optar entre la vida intelectual fuera de toda militancia partidista y la pertenencia a Acción Nacional''.
Resentimientos
``Bueno que el PRD gane algo para que descubra que es mejor ser partido político que confederación de resentimientos'' (luego de las elecciones locales de noviembre de 1996).
Castillo kriptonita
(Los candidatos de otros partidos) ``se creen Supermán. Y a todos los supermanes les llega su kriptonita y la verdad es que la kriptonita es verde, es verde como la mota y verde como el dólar y véanlos, están pintados de verde y a todos esos supermanes les llegó su kriptonita'' (en campaña por el gobierno del DF).
El primer presidente legítimo
``Debemos ser muy cuidadosos los mexicanos de andar jugando con el primer presidente plenamente legítimo que hemos tenido'' (en referencia a Zedillo, 1995).
La envidia o algo
-¿Son antiintelectuales los políticos mexicanos?
-El general José Millán Astray, de la guerra civil española, quien decía ``cuando oigo la palabra intelectual saco mi pistola'', tiene muchos herederos. Hay una especie de... no sé, de desconfianza, de envidia, de algo... (1993).
Silvestre
``En mi familia no había ningún panista, entonces no soy panista de invernadero, soy panista silvestre'' (1993).
(La frases sin fecha corresponden al periodo de julio de 1997 a marzo de 1998).