La Jornada Semanal, 10 de mayo de 1998
Forzada, sí, por lo inmisericorde y por los años de la tripa
mala,
Llamo en mi auxilio para encomiar tu vida y tus trabajos
Esta ciudad desparramada y rota, tiene en usted, Borola,
El que esto canta ha visto sus cantares incrementar la producción del
huevo,
Para acabar, regreso a usted, Borola, y pienso en don Gabriel y en su
comedia humana.
maestra en al arte de ir tirando, santa señora del
descuajaringue,
buscando la fortuna o, por lo menos, un magro
desayuno,
tu vida y tu escenario comunal forman la desazón
regocijada
de la diaria miseria y de su desastrosa
escapatoria
(``aquí nos tocó'' y otras periclitadas
transparencias).
Debías burlar la estricta vigilancia de las
moralidades burronianas,
tan sin matices, ay, siempre tan
planas
sin el aire gracioso de la imaginación.
Don Regino,
ejemplar, tan apocado por propia voluntad,
censuraba tus planes,
frenaba tu aventura, aunque sabía
que al final, una bondad profunda
e involuntaria
negaba tu discurso malandrín, y hundía tus
pasos
en las obligaciones solidarias.
Sucede igual a veces con
la errática y siempre impredecible sociedad vecindaria.
al mismo
Don Regino con todo su civismo conformista,
a Regino chico, Macuca
y Foforito; a Wilson, el amigo del hombre, el compañero de sus
estrecheces;
a Avelino Pilongano, destacado colega
(el Fonca de
la santa Gamucita lavaba ajeno
para patrocinar sus odas
inmortales,
más chipocludas, ay, lo reconozco con rencor
enconado,
que éstas que usted, lector querido, tiene
ante esos
sus oclayos soñadores);
al Tractor pretencioso
y a Chagoya,
rijoso y vulgarón diputadazo,
tan parecido, ay, a los
gobernadores
buscando los regresos del pasado.
A lo lejos, allá
en San Cirindango, Briagoberto Memelas y Juanón Teporochas
levantan
las banderas del sistema,
mientras Dick Epifanio O'Connor y Audrey
Petra Chagoya
lanzan los de apipizca rumbo al norte.
la cumbre
de la risa exasperada;
los chorromillonarios (veo a Cristeta, Boba
Licona y al sofocado Pierre)
evitan que el encomio boroliano se
vista de colores maniqueos.
Van más allá sus pasos, mi
señora,
pues el humor más hondo cala y pinta
el turbio panorama
que revela la aurora de Nonoalco.
tal lo hizo Sinfónico Fonseca, compositor de pro;
el que
esto canta piensa en Satán Carroña y sus fracasos;
piensa, en fin,
en la noche de noviembre y en esa vecindad
que ha renovado
hambres, humillaciones y formas solidarias.
Con humor candoroso y vengativo, ya casi derrotada
la ilusión
nos aferramos a esta furris vidorria
tan poderosa,
sí, que sigue y sigue a pesar de morirnos.
Sigue en esta ciudad,
fuerte señora, pues pase lo que pase
la vecindad enorme,
México-Tenochtitlan, seguirá en pie
y este su sueño ilustre seguirá
bailoteando el Cuchichí.