México enfrenta en estos momentos una difícil situación en materia ambiental. Varias ciudades, entre ellas Villahermosa, Tuxtla Gutiérrez, Oaxaca, San Luis Potosí y la de México, han registrado concentraciones peligrosas de bruma y partículas suspendidas como resultado de los innumerables incendios en múltiples regiones de la República. El humo ha alcanzado, incluso, el norte del país y el sur de Estados Unidos.
Ciertamente, las elevadas temperaturas y la ausencia de lluvias, como producto del fenómeno meteorológico El Niño, han incidido de manera importante en el surgimiento de incendios, no sólo en México, sino en otras naciones del continente, pero la falta de previsión y la insuficiencia de recursos humanos y materiales que padecen las instancias de protección civil son factores que han contribuido, de manera notoria, en el descontrolado aumento del número de conflagraciones registradas en los bosques, selvas y pastizales del país.
Las pérdidas humanas y materiales causadas por los incendios han sido mayúsculas, y poco es lo se ha conseguido, pese a los nobles y valientes esfuerzos de quienes se han abocado a las labores de control y extinción del fuego, para contener su avance y proliferación. La propia titular de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), Julia Carabias, señaló que podría declararse el estado de emergencia a nivel nacional por el alto número de incendios y por la presencia de gran cantidad de humo y bruma en buena parte del territorio nacional. En el caso del Distrito Federal, las autoridades han señalado que estarían dispuestas a aceptar ayuda proveniente del extranjero -específicamente de Estados Unidos- para contener las conflagraciones en el Valle de México y, con ello, reducir los niveles de contaminación ambiental en la urbe.
Por otra parte, ayer la Semarnap responsabilizó -en un comunicado- a los campesinos que realizan actividades de quemas agropecuarias de ser los principales causantes de la emergencia ambiental. Si bien es cierto que la conjunción de factores como altas temperaturas, la escasez de lluvia y los fuertes vientos con las quemas agropecuarias ha acrecentado la ya de por sí difícil situación que se padece por motivo de los incendios forestales, atribuir únicamente a las prácticas de quema realizadas tradicionalmente por los agricultores la responsabilidad de las graves condiciones ambientales del país resulta un equívoco, que deja de lado otros factores cruciales, como son la insuficiencia de recursos y la limitada capacidad de respuesta de las dependencias encargadas de controlar los incendios y la carencia de una cultura de prevención de esos fenómenos.
Para controlar los incendios actuales y evitar que estos lesionen a más personas y destruyan mayores territorios, podría resultar conveniente, por un lado, aceptar la ayuda internacional que se ha ofrecido a México y, por el otro, dotar de más y mejores recursos a los órganos de protección civil del país. Al mismo tiempo, las autoridades deberán emprender a la brevedad una labor de concientización y capacitación entre la población para que, en el futuro, el fuego pueda ser controlado de manera más rápida y eficaz y se eviten al país nuevas y dolorosas pérdidas humanas y materiales, riesgos de deterioro ambiental y destrucción de importantes riquezas naturales.