Al doctor Eduardo Césarman para que disfrute el estado de derecho.
Los eslogans de la Revolución de mayo en Francia, que no fue revolución pero revolucionó todo, no hay que tomarlos a la ligera; cuando se vive una situación tan desconcertante como la actual, en ella cobra validez la petición estudiantil de ``la imaginación al poder'', sobre todo porque este atributo nunca va separado de la inteligencia; el otro que cobra actualidad es ``hablar y no pelear'' y, sobre todo, ``prohibido prohibir'', que le haría mucho bien al bajo mundo político de Gobernación y de todo el gobierno.
Muy pocas veces en épocas de crisis las decisiones políticas se toman basándose en la parte activa del país; más bien parten de la base inerte de sus perjuicios o se crean nuevos para justificar las agresiones al estado de derecho. Cuando las crisis son muy profundas, parece, además, como que se establece un toque de queda rígido en el pensamiento político, en las posiciones discrepantes y, lo que es peor, en el ejercicio de la imaginación y la inteligencia por parte de quienes gobiernan.
Cuando el ejercicio del poder es débil, o cuando la derrota de las tradiciones revolucionarias ya es una realidad, es evidente que un gobierno sólo podrá existir en la medida en que sepa utilizar, con éxito, nuevas medidas de política, más democráticas y más justas; de lo contrario se crea un vacío de poder que lleva a la ingobernabilidad.
Decía Italo Calvino, que los gobiernos antidemocráticos y represores son los únicos que toman en serio a los intelectuales, atribuyéndoles poderes subversivos que desgraciadamente no tienen, sobre todo a la literatura. Esto hace más inútil e ingenuo todo intento de impedir la lectura y difusión de sus ideas. Este temor ha llevado al gobierno actual a intervenir en los medios de difusión para que sólo se conozca la verdad oficial. Así, la televisión se ha convertido en una corneta del gobierno. Tienen intereses iguales. A la televisión, que descubrió la libertad de expresión el 5 de diciembre, nunca le ha importado el país, sólo sus utilidades y a los grandes burócratas les importa más estar que ser.
Durante los gobiernos ``populistas y demagogos'', como los califica el presidente Zedillo, se crearon las condiciones para que surgiera y prosperara una sociedad civil y urbana, educada y culta, como no existió antes. La inconformidad actual es el fruto de la educación popular y del crecimiento y diversificación de la economía.
Han surgido, como consecuencia, nuevas capas sociales con distintos intereses e inclinaciones políticas. El sindicalismo oficial, al igual que la derecha, son como los borbones, no han olvidado nada de lo que les pasó antes, pero tampoco han aprendido nada nuevo, sobre todo que, por no desprenderse de algo arriesgan perderlo todo. La inseguridad es el principio de la comprobación de esta ley social.
Estas nuevas generaciones ya no aceptan lo que el poder les dicta y es mucho más difícil su manipulación por el Estado, que insiste en tratarlos como menores de edad, ¡eso se acabó! El gobierno, ahora, está obligado a pensar pero no sabe cómo hacerlo, después de 15 años de neoliberalismo perdió la costumbre. Y aún así piensan que en el extranjero les creerán sus estrafalarias mentiras sobre Chiapas y sobre México, como si fueran retrasados mentales.
No me explico cómo el gobierno se pone en ridículo una y otra vez, quizá se deba a un presidente que habla a todas horas y todos los días, con discursos que me recuerdan lo que decía un viejo maestro mío de los discursos de los miembros del PC, que eran ``profusos, difusos y confusos'', con contradicciones frecuentes, y donde los errores se multiplican por no seguir una línea de pensamiento lógica y coherente; por eso ha convertido a la Secretaría de Gobernación en la Secretaría de sus caprichos políticos.
Es cierto que Gobernación no canta mal las rancheras, en su equipo de jilgueros hay un ex guerrillero y un ex secretario de Estado que serían suficientes para desacreditar toda una secretaría. Los otros hacen lo que pueden, además del ridículo. Las intervenciones del señor Rabasa son de antología... ¡el pobre! Solís, Cámara y Carrillo se lucieron en el manejo del asunto de los italianos y después en el de los canadienses, de los que tanto esperaban y no les dieron nada y, además, no pudieron aplicarles el 33. Qué forma tan dura de desquitar el sueldo.
Dos secretarías son responsables del descrédito interno y externo de México, de un descrédito como nunca lo sufrimos en este siglo. Yo ratifico mi punto de vista sobre estos dos secretarios, los conocí inteligentes y capaces, ¿por qué cambiaron? Explicarlo es su problemas y no el mío; pero ni su jefe ni ellos dos habrán recordado lo que decía Voltaire: ``Para mis enemigos sólo le pido a Dios el ridículo''. Dios los escuchó y les hizo caso.
La que se voló la barda fue la secretaria Rosario Green. En una reunión, ella y el subsecretario Zabludovsky nos confirmaron que en México no hay xenofobia, esto ya lo sabíamos nosotros pero no ellos... de todos modos dijo, los extranjeros que no cumplan con la ley seguirán siendo expulsados para defender el estado de derecho, ¿cuál? En México no existe estado de derecho ni democracia, es lo que sostienen tanto los italianos expulsados como los canadienses con los que no se metieron ni los expulsaron, y tienen razón. El estado de derecho sólo existe cuando y donde el ciudadano puede ejercer todos sus derechos todo el tiempo, igual que cumplir con todas sus obligaciones.
Cuando escucho a los burócratas de alto rango hablar sobre México, recuerdo cuánta razón tenía Chejov al decir que todas las cosas buenas que se dicen sobre nuestro país sólo sirven para ver la realidad ante nuestros propios ojos, a los ojos de los demás.
En el próximo artículo analizaremos los factores que hacen posible decir a cierta gente que estábamos mejor cuando estábamos peor.