Algún rumor previo, unos cuantos días antes, fue reportado en notas de prensa. Ya se decía que José Antonio González Fernández tendría otro destino. Los problemas del subsecretario Del Val frente a la SHCP podían hacer suponer que había un centro de conflicto. Pero lo que no era de imaginarse es que Javier Bonilla, que ha desempeñado con limpieza y eficacia sus responsabilidades en la Secretaría del Trabajo tuviera que renunciar por un motivo que, las notas insinúan, ha sido estrictamente personal. Eso que nadie cree.
La salida de Carlos Rojas de la Sedeso, precedida por la de los dos subsecretarios y la ubicación en Hacienda, tan paradójicamente, de los problemas de la pobreza, dan la impresión de que Gurría intenta limpiar las áreas que le incomodan políticamente, delegando en Santiago Levy temas que en rigor no le corresponden a la SHCP en materia de pobreza. Su función ha sido ejercida con resultados óptimos: crear la pobreza, no remediarla. Pero por lo visto Sedeso estorbaba. ¿Negra conciencia?
El problema es que si hay esos conflictos de política social, ¿qué le van a dejar a Esteban Moctezuma? Si, como se dice insistentemente, pasada la experiencia senatorial para abrir candados, vuelve Esteban al gabinete con obvias pretensiones electorales, este conflicto con Hacienda no podrá agudizarse salvo que se busque una pelea abierta entre el joven Gurría y el un poco más joven Moctezuma. Pero sería tanto como mandar los gallos a la arena del palenque antes de que empiece la feria.
Por los rumbos laborales, la renuncia de Javier Bonilla me ha desconcertado. Independientemente de que soy parcial, le tengo un gran afecto a Javier, creo que ha logrado avances importantes en la democratización de las relaciones colectivas. La solución de Ham Young, en Tijuana, dando la titularidad de un contrato colectivo de trabajo al FAT, fue de su hechura aunque no de su competencia. Ya existe en la secretaría un archivo visible de los registros sindicales, lo que supone un avance considerable y parece que la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje trabaja en otro de los contratos colectivos depositados, que sería un espléndido remate. Hay paz social con un solo conflicto no resuelto, el del Monte de Piedad, que está en vías de arreglo, y la temporada de revisión de los convenios colectivos no ha generado ni muertos ni heridos económicos ni huelgas ni desmayos.
Algunos dicen que Javier ha dejado correr las libertades sindicales con exceso y en agravio de los viejitos corporativos. Pero esos viejitos ya no se curarán. El CT y su mamá adoptante la CTM no se salvan ni con un don Fidel rejuvenecido. El licenciado Bonilla, lo que ha hecho, es ser congruente con las corrientes dominantes hartas del corporativismo, aunque no ha exagerado la nota. Yo habría ido mucho más lejos.
El patrón sustituto, José Antonio González Fernández, puede hacer un estupendo papel. Además se merecía un regreso digno después de su aventura fallida en el DF y su exilio en el ISSSTE. Buen abogado y jurista, sólido y capaz, con amplia experiencia administrativa en puestos de relieve, aunque no tenga mayor experiencia laboral, es esencialmente político. Y eso es lo que deben ser los secretarios de Estado, además de tener sentido común y malicia, que la experiencia técnica es problema de otros.
¿Vuelven los abogados a la STPS porque se pretende entrar de lleno a la discusión de una nueva LFT? Allí está Javier Moctezuma, en la subsecretaría A, que no canta mal las rancheras. No habría hecho falta un cambio. Ojalá que Bonilla haya decidido por él mismo su retiro y que no sea por otro motivo que el de buscar aires más a su gusto de economista. Es un servidor público ejemplar. Y de Carlos Rojas, desplazado de las pobrezas visibles y crecientes e integrado a un PRI que anda bastante a la deriva, a lo mejor lo que se pretende es que ahora, en otro tipo de miseria también acentuada, ponga a funcionar un milagro. Le deseo, de verdad, la mejor de las suertes. Aunque me parece que el enfermo ya no tiene remedio.