Recientemente se hizo público que el Centro Cultural Arte Contemporáneo, que funcionaba como museo, presentando las mejores muestras de arte internacional de nuestros días, va a desaparecer, porque el inmueble donde se encuentra está en un sitio de inmenso valor económico y en su función actual no reditúa lo suficiente.
Como se sabe, dicha institución pertenece a Televisa, que estaba cumpliendo una extraordinaria labor cultural y social con este recinto, haciendo accesible a todo el público capitalino las manifestaciones artísticas más importantes del orbe. La respuesta de la ciudadanía ha sido muy positiva, como puede apreciarse cualquier día de la semana, ahora que se muestra una soberbia exposición del pintor catalán Joan Miró.
Dicen los directivos que el hotel que en el futuro próximo ocupará el predio, tendrá un espacio para exposiciones, cosa difícil de imaginar, pues lo más seguro es que será un establecimiento de gran lujo con acceso restringido. En alguna ocasión se escuchó el rumor de que el museo se trasladaría al sitio que ocupó la XEW, en la calle de Ayuntamiento, también propiedad de Televisa.
Esta noticia provocó entusiasmo entre los que amamos el Centro Histórico, pensando en que se uniría al proyecto Alameda, ese debatido plan que van a devolver la dignidad a uno de los barrios de más tradición de la ciudad, lleno de construcciones valiosas y recuerdos (aquí vivieron muchos refugiados españoles), aledaño a la alameda central y entrada al corazón del país.
La instalación del museo en este lugar sería también un hermoso homenaje que Emilio Azcárraga Jean le haría a su abuelo, el célebre don Emilio Azcárraga Vidaurreta, ese norteño bronco, cálido, enormemente inteligente, visionario y emprendedor que creó allí la XEW, madre de la radio en México y cuna de los artistas que forjaron la época de oro de la música y también del cine, pues de ese sitio salieron los talentos que habrían de alcanzar fama plena en el celuloide.
Esta institución sería vecina del Museo de Arte Popular, que va a ocupar el enorme edificio art-deco mexicano, que fue estación de bomberos en los años treinta y después sede de la Secretaría de Marina. Ambos están a unos pasos de la alameda y de la señorial avenida hoy llamada Paseo Juárez, que fue remodelada con amplias banquetas, árboles, bancas y un espacio escultórico, en espera de que se inicie la construcción de los edificios que van a llenar los huecos que dejaron el Hotel del Prado, el edificio de Seguros Nacional y taotros que dañó el doloroso sismo de 1985.
Como vestigios de su grandeza colonial y decimonónica, permanecen en la elegante vía la que fue iglesia de Corpus Christi, bellísima construcción barroca, con una fachada labrada en piedra, única en la ciudad; allí estuvo el último Museo de Arte Popular. También se conservan cuatro casas porfiristas de tanta calidad, que aún en el abandono y el deterioro lucen hermosas.
Pioneros en la recuperación de su dignidad y encanto, han sido el Teatro Metropólitan y el antiguo cine Orfeón, a los que la empresa Ocesa, ha hecho sede de los mejores espectáculos internacionales, bajo la eficiente dirección de Tala Menéndez, quien además organiza al vecindario en posadas y fiestas de tradición, en las que participan gustosos los vecinos, ansiosos de colaborar en la revitalización de su barrio. Esta empresa es un ejemplo de confianza en el país, la ciudad y particularmente el Centro Histórico.
Como atractivo adicional, los directivos y visitantes del museo de Televisa, podrán disfrutar de los placeres gastronómicos que se brindan en restaurantes de los alrededores, como el salón Victoria, el Lincon, el Correo o el Mesón del Cid. Los primeros con comida tradicional mexicana y uno que otro platillo internacional. Los dos últimos compiten en la comida española y es difícil decidir cuál gana, pues ambos son de primera.