Masiosare, domingo 17 de mayo de 1998


Autonomías ayer y hoy


Se espantan quienes las promovían


Carolina Velázquez, Beatriz Avila y Ramón Goded


Los autores hacen un recorrido por las experiencias autónomas promovidas por Línea Propletaria y preguntan: ``¿A quién estorba que el pueblo vaya consolidando sus propias formas de organización? ¿De acuerdo a qué intereses? ¿Qué opinarán nuestros ex compañeros que hoy cobran del ÇerarioÈ público y que antes promovieron estas experiencias en el seno del movimiento de masas? ¿De qué se espantan ahora,con los ayuntamientos autónomos de Chiapas?''

Hoy que los gobiernos federal y estatales emprenden la cruzada de acabar con los municipios autónomos creados en Chiapas y otras entidades, y pretenden enterrar parte del pasado del movimiento social en México, vale la pena recordar algunas experiencias desarrolladas en los años setenta y ochenta bajo la orientación de las organizaciones Política Popular (PP) y Línea Proletaria (LP), de las que fue dirigente Adolfo Orive Bellinger, actual coordinador de asesores de la Secretaría de Gobernación.

Nuevamente sale a flote la vieja discusión de legalidad e ilegalidad, conceptos siempre manejados por los grupos en el poder según la coyuntura y los intereses bajo los cuales se cobijan.

En la mayoría de estas experiencias, nunca se pidió permiso a las autoridades para la organización popular ni se elaboró una ley especial para llevarlas a cabo. Contaron, sí, con el aval de la gente, los ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes, actores fundamentales de una nación y a quienes sus leyes deben servir. Como ahora, con la creación de estos poderes autónomos, nunca se planteó separase del país ni dejar de ser mexicanos.

La experiencia popular

En los setenta, las colonias independientes en Monterrey, Comarca Lagunera y Durango se establecieron como producto de la necesidad de la gente más pobre por tener un pedazo de tierra donde vivir y su imposibilidad de pagar renta. Las invasiones de terrenos inutilizados, la mayoría de las veces fueron espontáneas, otras promovidas por líderes priístas ``centaveros'' y, en varios casos, a iniciativa de las propias colonias populares.

En esos asentamientos ondeaba la bandera roja, símbolo en aquel entonces de una ideología de autonomía. ¿En qué consistía esa autonomía? Se establecía desde el momento en que se organizaba la entrega de terrenos, trazando calles y dividiendo los lotes en cada manzana, partiendo del lugar donde quedarían la escuela y la explanada, centro de la vida de la colonia.

La máxima autoridad era la asamblea general. Para que ésta no fuera ``manipulada'' por los líderes, previamente se realizaban asambleas de manzana o de calle, donde se trataban, aparte de los asuntos particulares, los que se discutirían en la reunión general; así, la mayoría de los colonos participaba y estaban más ``claros'' de la situación; por tanto, eran más conscientes en el momento de tomar decisiones.

También se formaban comisiones para asignar lotes a las familias que llegaban, la de Honor y Justicia, por ejemplo, para tratar los problemas (grandes y pequeños) que ocurrían a los colonos. Se constituían también las ``guardias rojas''; su objetivo era salvaguardar los intereses de los posesionarios y evitar la entrada de las personas ``no gratas'': funcionarios y policías. También se creaban cooperativas de producción y comercialización de insumos que vendían más barato que otros comercios de fuera los alimentos de primera necesidad.

Todos los domingos se hacían trabajos colectivos (``domingos rojos''), para instalar agua, luz y arreglar otros servicios, además de construir la escuela. El domingo que se colaba el techo del plantel se invitaba a las colonias hermanas a participar, convirtiéndose en una verdadera fiesta popular, con cientos y a veces miles de participantes.

Estaba prohibida la venta de alcohol y drogas. Aunque pocas veces ocurría, pues los propios colonos se encargaban del orden y la tranquilidad del lugar, cuando se presentaba un robo o algún otro ``delito'' se hacía una investigación y un ``juicio popular''.

Bases sociales de apoyo

Existen mil y una anécdotas de autonomía, solidaridad, autogestión y otros valores que se desarrollaron en esas colonias, a las que en PP y LP llamábamos Bases Sociales de Apoyo (BSA): embriones de poder popular donde, en el proceso de la lucha por su independencia, las masas aprenden a decidir decidiendo, a través de los organismos (aparatos políticos) que ellas mismas construyen.

Pues como bien decía el folleto Acerca de la construcción de las bases regionales de apoyo, publicado en octubre de 1977: ``Si queremos que las masas lleguen efectivamente algún día a tomar el poder político a nivel del país, sólo va a ser posible si desde ahora iniciamos un proceso que permita que las masas se ejerciten en la toma de decisiones políticas, por lo tanto, en la toma del poder político, al nivel en que ahora lo pueden ejercer''.

Así lo demuestran las múltiples experiencias que se desarrollaron en sindicatos como el minero-metalúrgico, el telefonista o el de maestros, organizaciones donde se ponía énfasis en el rompimiento de la estructura sindical clásica y se creaban instancias autónomas paralelas similares a las de las colonias independientes de Monterrey, la Comarca Lagunera y Durango. Lo mismo pasó en los ejidos y comunidades donde participamos en Tlaxcala, Nayarit, La Laguna, Durango, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Chiapas.

Si hoy estuvieran vivas estas BSA seguramente serían aplastadas y deshechas por las autoridades en nombre de una ``legalidad'' mal entendida, según los intereses de los grupos en el poder.

¿A quién estorba realmente que el pueblo vaya consolidando sus propias formas de organización? ¿Quién determina qué es legal o ilegal en una comunidad, muchas veces casi aislada de ``la civilización'' y del poder central? ¿De acuerdo a qué intereses? ¿Qué opinarán al respecto nuestros ex compañeros que hoy cobran del ``erario'' público y que antes promovieron estas experiencias en el seno del movimiento de masas? ¿De qué se espantan, si ahora, con los ayuntamientos autónomos de Chiapas, ni siquiera se trastocan las viejas estructuras?

En PP y LP la legalidad no se tomaba en cuenta, todo se hacía con base en la correlación de fuerzas y en función de nuestros objetivos. Las BSA eran el punto de partida para desarrollar el proceso revolucionario, tenían que construir su propio poder, proletario obviamente, por lo tanto ilegal; las estructuras existentes eran (son) burguesas, se debían aprovechar, pero sólo eso; en un proceso más prolongado debían ser destruidas y reemplazadas por las nuevas estructuras, donde el poder lo tuviera el pueblo. ¿Dónde quedaron las propuestas de crear embriones de poder popular, donde las masas aprenden a decidir decidiendo?