Otros gobernadores están en la mira. De las oposiciones al menos. Coinciden en algo: dicen que cumplirán su mandato pese a las conspiraciones y las intrigas.
Igual que sus colegas que no corrieron con suerte pese a que, cuando arreciaban los escándalos, sacaban sus mejores sonrisas y no obstante que algunos hasta se armaron manifestaciones de apoyo.
Se iban con los lugares comunes por delante: ``Me voy con la frente en alto''. ``No quiero ser factor de inestabilidad''. ``Tengo la conciencia tranquila''. ``Mis manos están limpias''.
Se fueron y siguen por ahí. De embajadores, empresarios o asumiéndose como gran elector.
Aunque la tempestad les costó el puesto, ninguno ha sido llamado a cuentas.
Por lo pronto, aquí presentamos las fichas mínimas para la memoria.
Eduardo Robledo Rincón.
En Argentina.
El 8 de diciembre de 1994, en medio de protestas poselectorales y en la víspera de intensas movilizaciones del EZLN, el presidente Ernesto Zedillo atestiguó la toma de posesión de Eduardo Robledo y lanzó un mensaje a los zapatistas: ``El gobierno federal -dijo- no iniciará ningún acto de violencia, ni emprenderá ninguna medida autoritaria en Chiapas''.
Dos meses después miles de soldados se lanzaron a la caza de la comandancia zapatista, mientras Robledo intentaba tomar los hilos que nunca tuvo: el dinero lo administraba el gobierno federal, la seguridad estaba a cargo del Ejército y en al menos 38 de los 111 municipios el mandato reconocido era de Amado Avendaño.
Luego vendría la marcha atrás del gobierno, que incluyó la renuncia de Robledo el 14 de febrero de 1995. Muchos de sus ex colaboradores, los conocidos como ``la banda del pañal'', se quedaron con el interino Julio César Ruiz Ferro.
Tiempo después, Robledo fue nombrado embajador en la República Argentina, cargo en el que permanece.
Emilio Chuayffet Chemor.
Vestía de rojo.
Su solicitud de licencia fue una caída para arriba, porque fue llamado para integrarse al gabinete presidencial en el preciado puesto de secretario de Gobernación.
Esteban Moctezuma Barragán, el hombre al que sustituyó, se acaba de reincorporar al gabinete zedillista.
Desde un principio, la gestión del mexiquense estuvo marcada por la sangre. El día de su nombramiento policías de Guerrero asesinaron a 17 campesinos en Aguas Blancas. Y fue otro hecho de sangre, la matanza de Acteal, el que motivó su renuncia el 3 de enero pasado. Para entonces, Chuayffet se había esmerado incluso en cambiar su imagen, en camino a Los Pinos.
La más reciente aparición pública de Chuayffet fue el pasado 10 de mayo, cuando el Toluca derrotó al Necaxa en la final del campeonato de futbol.
Curiosamente, vestía de rojo.
Rubén Figueroa Alcocer.
Buena caballada.
El hijo del Tigre de Huitzuco renunció a la gubernatura de Guerrero el 12 de marzo de 1996, dos semanas después que se difundió por televisión un video de la matanza de Aguas Blancas.
Hasta entonces, con el argumento de que ``en Guerrero no pasa nada'', había sobrevivido a las críticas que señalaban que tuvo alguna responsabilidad en la masacre; aguantó incluso las pesquisas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y de un fiscal especial, que a final de cuentas lo exoneró.
Pero con la tele no pudo. El 4 de marzo de 1996 -después del programa de Ricardo Rocha- el presidente Ernesto Zedillo solicitó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que investigara el caso ``por tratarse de hechos de excepcional gravedad''.
Figueroa dio patadas de ahogado. Además de advertir a los ministros que si intervenían ``se prestarían al juego o interés de partidos nacionales'', el 10 de marzo se organizó dos marchas de apoyo.
De poco le sirvió. Solicitó licencia ``para no convertir a mi persona en factor de inestabilidad''.
Desde entonces, el silencio de Figueroa sólo fue roto fugazmente cuando apareció en Tv para negar el secuestro de su hijo.
Pero el 18 de marzo pasado, en el aniversario luctuoso de su padre, Figueroa reapareció en Acapulco para declarar que participará en la campaña por la gubernatura. ``Yo veo bien a la caballada'', dijo y, acto seguido, destapó a cuatro precandidatos.
Sócrates Rizzo García.
Lo mordió un perro.
La del gobernador de Nuevo León fue una renuncia anunciada.
En marzo de 1995 el ex presidente Carlos Salinas de Gortari le dio el beso del diablo al instalar en una colonia popular de Monterrey su efímera huelga de hambre.
A partir de ese momento y hasta el 18 de abril de 1996, cuando solicitó licencia, a Sócrates Rizzo le pasó de todo:
Se hicieron públicos varios casos de corrupción y tráfico de influencias de su familia, varios de sus ex colaboradores y amigos fueron encarcelados, se peleó con el gobernador de Tamaulipas por el agua de la presa El Cuchillo, se le vinculó con la muerte del abogado Leopoldo del Real, detuvieron a Juan García Abrego en su entidad sin que se enterara y, finalmente, el 29 de marzo de ese año... lo mordió un perro.
Quizá por eso, cuando anunció su renuncia, parecía relajado y contento. ``Me voy con la frente en alto -declaró- porque nunca he realizado ningún acto que pueda avergonzarme''.
Desde esa fecha permanece en el anonimato político, más que nada preocupado por defenderse de los procesos judiciales en los que está involucrado, especialmente el homicidio de Leopoldo del Real.
Julio César Ruiz Ferro.
Las manos limpias después de Acteal.
De Liconsa Ruiz Ferro pasó a la gubernatura de Chiapas, el 15 de febrero de 1995, y allí se mantuvo hasta el pasado 7 de enero.
En su mandato florecieron los grupos paramilitares autores de la matanza de Acteal, el 22 de diciembre de 1997. Ese hecho fue el detonante de su salida.
La Procuraduría General de la República considera que no es totalmente ajeno a los hechos, pues horas después de su renuncia compareció ante el Ministerio Público.
Allí dijo que se enteró de la situación hasta las 6 de la mañana del día siguiente. Antes, todos los reportes que recibió indicaban ``sin novedad''.
No pareció sorprenderse de la masacre, pues según su declaración ministerial ``se había venido presentando una serie de actos delictivos que se atribuían recíprocamente simpatizantes del ayuntamiento constitucional de Chenalhó y del concejo municipal autónomo de Polhó''.
Sin embargo, aclaró que el conflicto entre priístas y simpatizantes del EZLN estaba en vías de solución, porque su gobierno promovió pláticas conciliatorias.
De Julio César Ruiz Ferro se sabe poco desde entonces. El expediente de Acteal y sus presuntas cuentas pendientes en el caso Conasupo siguen abiertos.
Jorge Carrillo Olea.
Se cansó antes que los perros.
Cuando el 20 de marzo pasado un periodista preguntó a Jorge Carrillo Olea si pensaba renunciar a la gubernatura de Morelos, contestó sin ambages: ``Voy a dejar que los perros se cansen de ladrar''.
El 12 de mayo, el ex militar experto en seguridad nacional perdió su hueso. O se cansó antes que los perros.
``Fuerzas políticas contrarias a la paz y a la tranquilidad han estado magnificando acontecimientos que yo profundamente lamento, creando un ambiente de desasosiego a base de denuncias en contra del gobernador, que nunca lograron sustentar'', dijo al anunciar que se iba.
Desde que el antiguo responsable de Seguridad Nacional asumió el cargo se presentaron linchamientos en varios pueblos. El proyecto para construir un club de golf en Tepoztlán generó un fuerte conflicto que duró más de un año, y que provocó un muerto, heridos y encarcelados.
Además, Amado Carrillo Fuentes y su colega en el cártel de Juárez, Juan Manuel Esparragoza, El Azul, adoptaron a Cuernavaca como ciudad de descanso -The New York Times lo relacionó con el tráfico de drogas-, y finalmente se descubrió que las bandas de plagiarios que operan en Morelos estaban protegidas por el procurador y el jefe de la unidad antisecuestros, quienes cayeron primero que el gobernador.
En una consulta pública 15 mil morelenses demandaron que se fuera. Carrillo Olea calificó al movimiento como treta publicitaria. Tampoco pareció inmutarse ante las recomendaciones de la CNDH.
Pero cuando sintió que deveras llegaba el agua a sus aparejos fue cuando el Congreso local, con mayoría opositora, inició los trámites para fincarle juicio político.
Carrillo Olea anunció que solicitaría licencia y en los siguientes días se armó una comedia de equivocaciones. Ni pedía licencia, ni se iniciaba el juicio político, ni se daba el acuerdo sobre su sucesor.
Como en Chiapas y Nuevo León, el expediente del ex gobernador sigue abierto. Pero el general Carrillo Olea está confiado. Tanto, que desde ahora anuncia que no saldrá de Morelos. ``Aquí estaré siempre para servirles y ofrecerles mi amistad''.
¿Los que siguen?
Roberto Madrazo Pintado.
Idem.
Una mañana de febrero de 1995, Villahermosa amaneció tomada por miles de priístas súbitamente rebeldes, que se apropiaron del aeropuerto, radiodifusoras y las calles del centro.
Iban a defender a su gobernador, Roberto Madrazo Pintado, a quien la maquinaria de la rumorología ubicaba fuera de Tabasco.
Los priístas ganaron la batalla. Días después, Ernesto Zedillo se encargó de calmar los ánimos.
``Gobernaremos juntos hasta el 2000'', dijo un eufórico Presidente a un conmovido gobernador.
El espaldarazo sirvió a Madrazo para librarse de serios problemas, especialmente cuando se supo que gastó 237 millones de pesos en su campaña, una parte de origen desconocido.
Ahora que la mayoría opositora en la Cámara de Diputados pretende llevarlo a juicio político, Madrazo ha emprendido de nuevo su defensa de manera directa, con la idea de hacer honor a su apellido.
Víctor Cervera Pacheco.
Diez años no es nada.
El yucateco ya ha rebasado los seis años que marca la Constitución como plazo máximo para ser gobernador de un estado, pues había sido gobernador interino.
Por ese motivo, en la Cámara de Diputados federal avanza una demanda de juicio político en su contra mientras en Yucatán los cerveristas, incluyendo importantes empresarios, se movilizan en su favor.
Cervera Pacheco tiene motivos de tranquilidad: aunque el juicio político pasara en la Cámara baja, la mayoría priísta del Senado lo detendría.
Otro: que hace unos meses el presidente Zedillo visitó Yucatán para decir que Cervera Pacheco gobernará hasta el año 2001.
Mario Villanueva Madrid.
Que no haya cacería.
Desde el asesinato en Cancún del fundador del cártel de Juárez, Rafael Aguilar Guajardo, el narcotráfico es una palabra que se liga frecuentemente al gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva.
En todos los casos el cenecista siempre responde que no es cierto, y ha salido bien librado.
Con todo, al enterarse de la renuncia de Jorge Carrillo Olea, Villanueva declaró: ``Ojalá que no inicie una cacería contra gobernadores''.