En horas, el presidente Ernesto Zedillo cambió con decisión el escenario político. También su imagen. ¿El poder que adquiere es para restaurar en su persona los poderes del Tlatoani o para dar sentido histórico a su gobierno?
1. El regreso del Tlatoani. ¿Qué ha sucedido?, a) el gobernador de Morelos fue obligado a renunciar y con esto probablemente se quiebra una línea de resistencia de los jerarcas locales: el sindicato de gobernadores, b) se reorganiza el mando presidencial del PRI. Se desplaza a Socorro Díaz (progresista social, pero conservadora política) por el último salinista en un puesto importante: Carlos Rojas (si quiere sobrevivir políticamente tendrá que ser fiel al Presidente, c) se ordena la merecida reivindicación de Esteban Moctezuma y se le convierte en un fuerte candidato a la Presidencia, d) se cambia al operador de la política laboral para poner un jurista cercano a Zedillo, e) todo se da en el viejo estilo autoritario. Incluso con un detalle humorístico: el chiste del dedo cortado, ¿para desorientar a los adversarios?
Los que observaban a Zedillo coincidían en considerarlo inepto para la política--política y no sólo analistas sino políticos con experiencia y colaboradores. Apenas en abril René Delgado daba por cancelada su oportunidad histórica: ``La administración podría pasar a la historia por no haber logrado concretar obra de gobierno alguna, la recuperación económica está en un predicamento, la paz en Chiapas pende en un hilo y la reforma del Estado es ya una quimera''. Incluso quienes dábamos el beneficio de la duda a EZP, estábamos de acuerdo con Delgado. Ahora resulta que es dudosa la debilidad de Zedillo. Los movimientos recientes hacen pensar que ha abandonado la ``abdicación progresiva'' y que vuelve al ``aquí sólo mis chicharrones truenan''. Los signos de vigor que Zedillo había mostrado en la reorganización ministerial de enero parecían definitivamente interrumpidos. Hoy aquello parece integrarse con lo nuevo. Los grupos de interés que (probablemente) obligaron a la renuncia de Moctezuma para detener el arreglo en Chiapas y bloquear la reforma del Estado, y han salido derrotados.
2. ¿Presidente poderoso para qué? El sindicato de gobernadores, el ala dura del PRI, debe estar preocupado y dolido. La oposición democrática inquieta. El Presidente vuelve a la actitud rampante de sus antecesores. ¿Cuál es su objetivo estratégico? Hay dos opciones:
a) La restauración. Parece la más probable. Este fue el sueño de Salinas. El Presidente puede soñar con recuperar el poder presidencial para su propio beneficio. Empezar a repartir dedazos y aterrorizar a la clase política. Designa a su sucesor. Impone al PRI los candidatos. Maniobrar para que las elecciones del 2000 sean favorables, etcétera. Si esto es así hay que esperar que un alma compasiva lo persuada: ni el país ni la oposición ni el PRI se parecen a los de 1990. El PRI está exigiendo, y con razón, votación abierta. La oposición rampante como el Presidente, confundida como el PRI, no dejará de imponer una regresión autoritaria. La sociedad mexicana ya no quiere tlatoanis. Si el Presidente insiste en restaurar tendrá una crisis de final de sexenio y quizá una ruptura social e internacional. Un colapso, y no soy catastrofista.
b) Poder para cambiar. ¿Podríamos suponer cándidamente que el Tlatoani quiere hacer la reforma? Si ha logrado fracturar las resistencias de los grupos de interés ésta no es imposible. Todos aquellos que tienen una mentalidad moderna dentro y fuera del PRI están de acuerdo que habría un Estado democrático. Un acuerdo nacional en la política conduciría a otro: una política económica de Estado. Ni siquiera se ha empezado su negociación, pero tampoco sería imposible lograrla. Si el Presidente alcanza los consensos, su oportunidad histórica no habría pasado. El final del sexenio sería relativamente suave y entonces podríamos calificarlo como un reformador y no como otro productor cíclico de desastres.