ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El golpe dado ayer por Estados Unidos contra los bancos mexicanos cimbra a la economía nacional, agrava la crisis de credibilidad en las instituciones, coloca en jaque a las autoridades federales, pone en entredicho los Fobaproas y demás programas oficiales de ayuda a los capitalistas, reduce el margen de maniobra nacionalista y soberano, confirma la percep- ción de que el narcotráfico domina estructuralmente al país, y coloca en riesgo el inmaduro proceso de transición democrática.
Todo, con la simple decisión imperial de soltar una bomba en el momento más conveniente a sus intereses, es decir, cuando México vive la mayor debilidad de su historia reciente, y cuando más fácil y más redituable resultará a los vecinos del norte incidir y decidir cuanto más puedan el destino futuro de nuestra nación.
La banca: lavandería
Viviendo los estertores del sistema político que durante décadas les dio una injusta pero sostenida estabilidad, los mexicanos son informados de que sus doce principales bancos se han dedicado sistemáticamente a lavar dinero producto del narcotráfico.
La acusación no es superficial ni coyuntural. Durante tres años, sin decirle una palabra al gobierno ni a los bancos mexicanos, se desarrolló la Operación Casa Blanca que, sin lugar a dudas, arrojó como resultado las evidencias del involucramiento de doce bancos mexicanos, y de una serie de ejecutivos de estas instituciones mexicanas, en lavado de dinero proveniente del mercadeo de drogas.
Nada de declaraciones de bilateralidad, de discursos y ceremonias de buena voluntad y gran cooperación: los estadunidenses trabajaron solitarios durante tres años, pues saben del cáncer de corrupción que afecta, sin remedio a la vista, a la estructura mexicana policiaca y militar.
Nunca antes habían recibido las autoridades mexicanas una descalificación pública parecida a la hecha durante tres años por los estadunidenses, que hurgaban por su lado mientras en la superficie firmaban convenios, extendían certificaciones y se volvían grandilocuentes a la hora de ensalzar los exitosos resultados y las beatificables intenciones de su contraparte mexicana.
Pero no es el ámbito de la lucha contra el narcotráfico el único que resultó damnificado el mismo día en que se nombró al relevo del general especialista en narcotráfico, Jorge Carrillo Olea, sino, sobre todo, el del manejo de la economía nacional.
Narcoalfileres
México, dice sin decir el golpe anunciado ayer por los departamentos de Justicia y del Tesoro de Estados Unidos, tiene su economía prendida de los alfileres del narcotráfico. Saqueada hasta la saciedad por su clase política corrupta, conducida con frivolidad y torpeza, víctima de visiones librescas sacralizadas, la economía mexicana pareciese sacada a flote tan sólo por inyecciones de dinero provenientes del negocio más redituable, que es el del narcotráfico.
Evidencias de ese narcopoder encaramado en México las han ofrecido las dispendiosas campañas electorales priístas en entidades como, para dar ejemplo clásico, Tabasco.
Indicios de los altos niveles en los que se dan las batallas del narcopoder las tenemos en la lista de generales, gobernadores, procuradores, secretarios de Estado y empresarios de quienes se han mencionado insistentemente sus relaciones con este delicadísimo tema.
Así, familiares de presidentes pasados y actual han sido acusados de participar de esos negocios.
Y, sin que nadie haya podido probar nada hasta ahora, en el ánimo popular prevalece la impresión de que a todos estos asuntos no puede ser ajeno el extremo superior de la pirámide de un presidencialismo que se ha jactado históricamente de que no se mueve la hoja de un árbol sin su autorización.
Por ello es entendible que, dañando al sistema financiero, se afecte, en realidad, a un sistema político que ha vivido en abierto y conocido amasiato con los banqueros, tapando con dinero público los agujeros de sus cuentas particulares, ayudándoles a hacer grandes negocios y, en reciprocidad, pasándoles la charola para conseguir financiamiento para las campañas electorales del partido que les ha dado durante décadas esa oportunidad de enriquecerse impunemente.
Tentaciones que no son de telenovela
Lo peor es, sin embargo, que con estas descargas eléctricas estadunidenses se fortalecen los segmentos del poder más desnacionalizados y más contrarios a los intereses populares. Situaciones estremecedoras, como la de los ejecutivos mexicanos detenidos en Estados Unidos por lavadores de dinero, y la de los doce bancos más importantes de México sentados en el banquillo de los acusados, hacen que en algunos ámbitos de poder se piense que los juegos políticos denominados democracia hacen daño y son impermisibles.
Ya un primer asomo de ingobernabilidad se ha dado en Morelos, donde la falta de oficio político del eje Bucareli-Los Pinos estuvo a punto de provocar una catástrofe política mayor, al entrampar la salida de Jorge Carrillo Olea y enfrentar la renuncia de éste sin haber hecho con oportunidad las confecciones políticas de consenso y continuidad institucional obligadas en estos casos.
Otro punto de preocupación para esos sectores duros es el Congreso federal y, en particular San Lázaro, donde más de una vez han asomado signos que alertan a los hombres del gran poder nacional y extranjero. Desde luego, la sucesión presidencial del 2000 es otro punto de la ruta de esas angustias.
Por lo demás, el golpe estadunidense llega también en un momento crítico en materia ecológica y de abasto popular. La sequía y los incendios están provocando no sólo una crisis ambiental de dimensiones desconocidas sino, además, previsiones de carencia de productos y mercancías, carestía e inflación.
Es posible, por lo demás, que el conjunto de vísceras del sistema que han sido mostradas con tanta asiduidad ante los ojos de los ciudadanos, haya provocado también una especie de anestesiamiento cívico y de hartazgo de asuntos políticos, de tal manera que, para muchos, cualesquier acción del imperio vecino sea aceptada con beneplácito.
Y así, en circunstancias parecidas, es cuando nuestra nación más ha perdido.
Astillas: En principio, el gran mensaje enviado desde Morelos es el de la resurrección de las fuerzas regionales por sobre las centralistas. La movilización y la denuncia, a pesar que en otras ocasiones parecieron no lograr mayor cosa ni en esa entidad ni en otras, son armas capaces de provocar cambios como el de Jorge Carrillo Olea. Ahora será importante conocer los resultados netos de esta experiencia, sobre todo si, como parece, el gobernador priísta de Morelos ha quedado condicionado a cumplir acuerdos de beneficio popular... También será importante conocer, este domingo, el desenlace de las elecciones internas priístas que han convulsionado la política local de Sinaloa, Puebla y Tamaulipas. En esas entidades, las fuerzas locales, acaudilladas por los gobernadores (o por una secretaría de Estado, en el primer caso) pretenden imponer a sus candidatos. Por otro lado, se está haciendo un esfuerzo especial para conseguir que el número de votantes en las elecciones priístas primarias sea tan significativo que, en dado caso, haga entender numéricamente las posteriores victorias que el tricolor espera conseguir en los comicios constitucionales.
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