José Blanco
Prioridad uno

El pasado 13 de mayo Educación 2001, la revista que dirige Gilberto Guevara Niebla, conmemoró su tercer aniversario con una discusión sobre el financiamiento de la educación. Aporto algunos elementos al debate. Empiezo por ubicarme en el extremo para hacer claros mis argumentos.

Como principio general: la disyuntiva ``paga la sociedad o paga el gobierno'', sólo en apariencia es disyuntiva. En todos los casos paga la sociedad. Se trata entonces de una discusión sobre la vía: ¿paga directamente la sociedad o lo hace vía presupuesto fiscal? La discusión no es irrelevante.

La vía ``paga la sociedad directamente'', implica la privatización de la educación y en ese caso serán educados sólo quienes posean recursos. En ningún país, pero mucho menos en uno con las extremas desigualdades sociales de México tal vía resulta admisible.

La mediación estatal implica un examen sobre el gasto y su financiamiento y, por tanto, sobre el modo como uno y otro afectan a los diversos grupos sociales. Impuestos y gasto público han de implicar, sobre todo en un país como México, necesariamente, una vía de redistribución del ingreso. Gastar en educación de quienes no poseen recursos propios, es redistribuir. Pero tan importante como ello, es que ese gasto también es inversión para el desarrollo social y económico. No hay duda de las ventajas sociales de la mediación estatal.

Considérese, de otra parte, que alrededor del 40 por ciento del ingreso fiscal proviene de la renta petrolera. Estos dineros no surgen de la sociedad, sino de veneros que nos escrituró el diablo a todos los mexicanos. Es necesario, por tanto, un examen y un debate sobre esta porción del ingreso fiscal. Si la renta petrolera es de todos ¿cómo la distribuimos? Para México no puede haber otro criterio, inscrito en una moral de la equidad, que adoptar un principio análogo a la progresividad de los impuestos directos, es decir, distribuir la renta petrolera transfiriendo relativamente más a quienes menos tienen. No existe mejor modo de realizar esta transferencia, que mediante una educación máxima de alta calidad. ¿Por qué no llegar a un acuerdo nacional y destinamos --por decir una cifra--, el 25 por ciento de la renta petrolera a la educación?

Se trata de un asunto de prioridades. Si aceptamos la mediación estatal y si de veras todos creemos que la educación es el futuro, o ello se refleja puntualmente en el presupuesto o es simple demagogia.

Este país tiene una carga fiscal de las más bajas del orbe. La progresividad y el nivel de las tasas impositivas son similares a muchos países del mundo, pero la base fiscal es reducida: pocos pagan impuestos. ¿Por qué no realizamos un esfuerzo contundente para ampliar esa base y destinamos 30 o 40 por ciento del incremento del ingreso fiscal así generado a la educación?

Son necesarias aún otras consideraciones. Vivimos en una sociedad abierta, que quiere ser democrática, en la que existen libertades múltiples. El espacio para la educación privada existe y debe existir. Pero la educación pública, desde la preprimaria hasta la educación superior es absolutamente indispensable. Aún más, todo aquel que prefiera la educación pública aun poseyendo recursos, debe contribuir directamente con su costo, porque el subsidio a la educación implica una redistribución de ingresos que no tiene por qué ser extendida a quienes no la necesitan.

En el nivel de la educación media superior y de la educación superior, públicas, deben pagar todos en proporción a sus ingresos, porque en este nivel educativo, entre otras cosas es preciso consolidar el sentido de responsabilidad. Que cada estudiante pague lo que de veras pueda pagar y exija una educación de alta calidad. Siempre habrá estudiantes pobres a quienes será necesario eximir de todo pago, mediante una beca. Que este alumno sepa con toda claridad que su educación la hace posible la redistribución (aunque algo él aporta con su pizca de renta petrolera). Con el presupuesto actual más recursos de las tres fuentes señaladas (petróleo, ampliación de la base fiscal y pago por quienes no deben recibir subsidios) podemos abatir nuestro bajísimo nivel medio de escolaridad.