Marco Rascón
Los operadores y la crisis de la política

México vive confuso desde que la política sucumbió frente a los operadores, subproducto de la tecnocracia y el poder convertido en empresa. La política dejó de ser riesgo, principios, razón y pasión, para convertirse en pactos, acuerdo cupular, administración de recursos humanos y materiales. Los operadores han construido una comunidad aparte como campo exclusivo de las decisiones.

Ante los embates del neoliberalismo, la vieja clase política inventó a los operadores cortando raíces, conceptos, usos y costumbres para ceder paso a las nuevas reglas del juego, más fieles al mercado que a principios y razones. Los operadores inventaron la frase contestataria de los juegos infantiles de trompo y canicas: el ``no se vale'', pues cada operador es juez e inventor de reglas para hacer trampa. Izquierda, derecha y centro se funden en la práctica gracias a que ellos han elevado el culto a la ``eficiencia'' que no resulta pero justifica el pragmatismo sin adjetivos; se dice que es la única forma de avanzar y resolver los desacuerdos, ya que los operadores se convierten en legisladores al vapor, pues trabajan haciendo jurisprudencia al instante diciendo qué se vale y qué no.

Los operadores odian ``el protagonismo'' porque éste es humanismo expresado en ideas y acciones que comprometen a los hombres que atienden los asuntos públicos. Así, la comunidad de los operadores ha determinado ``que no se vale'' que alguien proceda comprometiendo sus ideas por una causa, pues ellos son por esencia calculadores y administran sus posiciones; son de alma gris, como los personajes que persiguen a Momo, porque su pensamiento es gris, como el centro, como todo lo neutro.

Para ellos los discursos salen sobrando; lo importante es definir para dónde va el curso de la inercia y a ella hay que sumarse. Son siempre de la corriente mayoritaria y extremadamente sensibles a los comentarios y opiniones de periodistas y columnistas. Un operador no sabe vivir en la adversidad definiendo una idea, un concepto, y por eso el pensamiento político en México se ha paralizado porque está desligado de la acción. Para ellos lo que vale en esta crisis son las imágenes, la frase vertiginosa que elude; lo inteligente es no comprometerse con nadie.

Defender al pueblo es un anacronismo. La política de dos caras se convirtió en cultura, porque son gatospardos y traspasan todas las antesalas y despachos; los operadores son una fuerza neutral que paraliza al más entusiasta; no hay actos válidos si no están previamente concertados. No moverse es lo sabio; no arriesgar, lo sagaz, y por eso detectan y frenan toda idea nueva, actividad y crítica. Son tan vulnerables a las preguntas sencillas que su arma es la indiferencia, el silencio colectivo de la comunidad.

Los operadores controlan agenda, temario y tiempo de las discusiones. Cuando un tema surge sin aviso, la comunidad actúa como uno solo. Son la forma decadente de la vieja clase política que sobrevive de manera forzada en un país que camina buscando nuevas formas políticas.

Los operadores son profundamente individualistas y ven con recelo todo proceso colectivo que no controlan. Si un conflicto surge en el país, son miles los operadores que de inmediato aparecen para prestar sus servicios al protagonista del nuevo escenario ofreciéndole relaciones, derecho de picaporte, interlocución y vías de acceso a la comunidad de los operadores. La primera exigencia es sumisión sin protagonismo. Por eso se agrupan en hooldings, consorcios, grupos y corrientes, pues imitan a los empresarios. Los operadores llevan una cuenta exacta de las entradas y salidas que aporta su actividad, y el escalafón es su principal capital.

Los operadores usan, filtran, venden y manipulan sus propios secretos. La abstención es su principal voto y son promotores ``del consenso'', pues la existencia de un voto mayoritario y otro minoritario los obliga a definirse y eso los irrita. Son la nueva burocracia política y son enemigos del talento, los discursos, la lógica y el sentido común; creen que basta con un homenaje a Paz para ocultar que padecen agrafía.

En el gobierno hay una conjura contra la política. Los operadores han creado pandillas que asaltan en elevadores porque se agotaron los recursos de la política. Por eso surge la xenofobia y el desencanto; por eso la tierra se calienta, y el fuego y el humo se han hecho nuestra atmósfera política. Por ellos.