La Jornada jueves 21 de mayo de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

El actor Carlos Bracho está a punto de renunciar a la militancia perredista, como muestra de inconformidad con la designación de Alejandro Aura al frente de lo que todavía se llama Socicultur y próximamente será el Instituto de Cultura del gobierno del Distrito Federal.

El diferendo no se refiere sólo a las prendas políticas que Bracho cuestiona en Aura sino, además, a la tardanza e indolencia del aparato gubernamental cardenista y perredista para atender las críticas, e inclusive a la toma de represalias contra quienes como él se inconforman abiertamente.

El caso de Bracho muestra con nitidez el sentir de una franja de activistas que se han sentido lesionados por decisiones del gobierno cardenista contrarias a los principios por los cuales muchos de esos inconformes lucharon durante décadas y en cuyos avatares aportaron recursos personales, tiempo y sacrificios.

Según la visión de Bracho y de otros militantes de corrientes culturales que han hecho trabajo por el PRD, el nombramiento de Marco Buenrostro como director de Socicultur, al inicio del gobierno cardenista, fue un indicio preocupante que, sin embargo, fue aceptado sin protestas públicas.

La gota que derramó el vaso de la paciencia se presentó cuando Buenrostro dimitió para dar paso a Aura en Socicultur, rumbo a un Instituto de Cultura del Distrito Federal que está por ser creado.

Aura, ha dicho Bracho a un buen número de importantes funcionarios del gobierno cardenista y del Partido de la Revolución Democrática (ante quienes ha ido para dejar constancia de su protesta, y para pedir entrevistas con Cuauhtémoc Cárdenas y con Andrés Manuel López Obrador, que hasta ahora no ha logrado) es un advenedizo, un personaje sin definición política y un funcionario que en otros ámbitos ha actuado justamente en contra de los principios que hoy se supone deben regir en el Departamento del Distrito Federal.

No se trata, ha precisado Bracho, de pedir que pongan o quiten a determinada persona, ni de impugnar cualidades artísticas individuales, sino de preguntarse la razón por la cual ahora, ya convertido el PRD en gobierno, se toman decisiones adversas a las corrientes que desde siempre han impulsado las luchas políticas, sociales y culturales afines.

Actor de radio, cine y televisión, ex diputado federal, ex candidato a gobernador en el estado de México, fotógrafo y actual directivo del Salón Mexicano de la Plástica, por citar algunas de las actividades de este polifacético personaje que el año pasado publicó sus Cuentos cínicos, Carlos Bracho es un activista apasionado y comprometido en diversos campos de las luchas de la izquierda mexicana que no ha recibido ni cita ni atención para sus reclamos pero, en cambio, sí fue notificado el pasado 6 de mayo de la decisión de Aura de no renovar el contrato del teatro Benito Juárez, que la anterior administración capitalina (priísta) había firmado con Bracho para el montaje de obras teatrales.

Aura le ha comunicado por escrito a Bracho, y a su socio Antonio Calvo, que ``50 por ciento de los espacios teatrales cerrados con que cuenta el Instituto de Cultura de la Ciudad de México está representado por el teatro Benito Juárez'', de tal manera que ``la modalidad de préstamo a particulares de los espacios escénicos, que estuvo en boga en administraciones anteriores, se contradice con los propósitos de un gobierno democrático que tiene la obligación de atender la demanda de amplios sectores de la población''.

Además, Aura ha puesto de relieve el hecho de que la obra que actualmente se presenta en el teatro Benito Juárez, denominada Houdini, la magia del amor, tiene un costo de entrada de 150 pesos por persona, lo que lo hace ``totalmente prohibitivo para amplios sectores de población, y no porque el espectáculo no lo valga, sino porque el teatro es demasiado pequeño para un montaje'' como el de la citada obra.

Por tales razones, Aura decidió no renovar el contrato de préstamo, recordando que ``precisamente para no repetir los vicios que favorecían los intereses de particulares con el bien público, la ciudadanía votó por un cambio de gobierno''.

Bracho y Calvo, a su vez, señalaron en una carta de respuesta que pensar que un teatro de trescientas treinta butacas, en una ciudad de veinte millones de habitantes, representa 50 por ciento de sus posibilidades de espacio teatral, ``implica una visión bastante limitada y poco creativa''.

Nosotros, agregan en el texto, ``con la visión de recuperar espacios, invertimos en las mejoras al teatro Benito Juárez, que incluyeron el cambio de butacas, pintura y arreglo del telar; dimos nombre y prestigio con La dama de negro a un teatro en donde nadie se paraba, y ahora presentamos el único musical (Houdini, la magia del amor) creado totalmente por autores mexicanos, que empieza a traspasar nuestras fronteras. Esto nos ha costado cuatro años de trabajo y esfuerzo continuo en donde no hemos contado con ningún apoyo''.

Luego explican que la obra en cartelera, Houdini, la magia del amor, ``fue creada teniendo en mente el espacio que disponíamos, y toda la mecánica teatral, y de los trucos de magia, fue diseñada de acuerdo con esto. El montaje tuvo una inversión de casi dos millones de pesos, y da trabajo a cerca de 40 personas, entre técnicos y actores. El costo de la producción y de las mejoras al teatro está todavía lejos de ser recuperado, ya que invertimos con una visión de largo plazo. Los grandes montajes, de calidad internacional, tardan años en recuperar la inversión, pues tienen como una de sus principales metas la excelencia. Estamos en México dando los primeros pasos para demostrar al mundo que podemos crear montajes originales, con valor universal''.

Por todo ello, ``cambiar de teatro la obra implicaría realizar una cuantiosa inversión que no tenemos disponible en estos momentos, y significaría el cierre de la obra. Si bien es cierto que el productor arriesga su dinero en una producción, lo arriesga apostando por el voto del público, que es su último juez, y no apostando al favor del funcionario que decida si el espectáculo puede seguir o no''.

Dos frases más de la carta de Bracho y Calvo: ``Promover la cultura no es cortar el árbol que está dando fruto para sembrar uno nuevo con resultado incierto'', y ``votamos por un cambio de gobierno que responda con acciones y no con destrucciones''.

Mientras tanto, otra carta, la de renuncia de Bracho, ya redactada, está en espera de ser entregada al jefe del gobierno capitalino y al presidente del comité nacional perredista.

Astillas: La culpa no es del partido, sino de los hombres, han dicho durante décadas los priístas para intentar la justificación de fallas, abusos y corrupciones. Ahora la frase es reciclada en el escándalo del lavado de dinero, cuando se pretende circunscribir la responsabilidad a unas cuantas personas y no a los bancos involucrados ni mucho menos al sistema bancario en su conjunto. Así es que: La culpa no es de los bancos, sino de los gerentes... Por lo pronto, Guillermo Ortiz, José Angel Gurría y Jorge Madrazo aparecen ya como damnificados por el ciclón Casablanca... Nuevos libros en circulación: Vivir en San Lázaro, cien días de una legislatura, de Miguel Angel Granados Chapa, editado por Océano; Las cárceles mexicanas, una revisión de la realidad penitenciaria, de Alejandro H. Bringas y Luis F. Roldán, editado por Grijalbo y, de esta misma editorial, Confesiones políticas, síntesis de mis memorias, de Víctor Manzanilla Schaffer...

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