José Cueli
Madrid

La fiebre delirante del futbol exaltada al máximo con la victoria del Real Madrid sobre el Juventus de Italia dejó el tradicional ferial isidril de corrida de toros en un segundo o tercer plano. Pero recuperó la tradición de las fiestas de San Isidro, de la que nos habla Lope de Vega; unas fiestas auténticamente populares, y de las que al parecer fue el verdadero organizador, entusiasta y puntual cronista con sermones, toros y cañas; fuegos de artificio y cortejos por las calles. Colgaduras en las fachadas y jardines artificiales. Altares en las plazas adornados con imágenes, retablos y tramoyas de inaudita pompa. Música, danza, bebida y bailes a toda hora. Puestos callejeros de frutas de tiempo y secos, aguas, azucarillos y aguardiente. Jolgorio y vocerío aquí por que quiero y allá porque me da la puta gana, ¡Joder!

Es decir el tiempo de ayer, era tiempo de hoy y el de hoy era de ayer, y su orden temporal de aparición no correspondía a su tiempo interno. Tiempo que se iba y se quedaba y ni noche, ni día, sino todas las horas óptimas para que en los escenarios permanentes, se celebrara maniacamente la victoria del Real Madrid en la época isidril, lo mismo en la fuente de la Cibeles, la Castellana o la Plaza Mayor; la realidad se iba transformando en farsa y no se sabía que de más o de menos o que distinto tenían hoy los festejos en honor del Santo Patrono en cuanto a su esencia. Claro, que los Isidros ya no vienen con sus gremios y estandartes, hoy vienen con sus peñas, bandas, trompetas y banderolas pero con el mismo calor y fuerza de las que se extrae el verdadero madrileñismo.

Fue Lope de Vega quien pensó que había en los madrileños ``algo'' que convenía a explotar por los siglos. Así destiló el localismo glorioso y consiguió la fórmula de su uso externo-interno e incluso su ``abuso''. Chulería, majeza, flamenquismo y beber, beber... los actuales madrileños en vez de sermones, toros y cañas, jugaron relevos y en vez de religión, tienen futbol, toros y cañas con las mismas colgaduras de las fachadas y similar vocerío, pleitos con los policías, nada más porque quiero y porque me da la gana. El desmadre y cachondeo isidriles que no tienen tiempo, han dejado de lado las corridas de toros, por falta de toros con casta y que sólo gustan de rodar por el ruedo y contemplar las fiestas. El toreo se va entre los dedos y no aparece ese toro transfigurado que le vuelva a dar vida y juego popular, y que su famosa plaza de Las Ventas, deje de ser escaparate de exhibición de los notables y uno que otro aficionado perdido en los tendidos.

Y mientras los madrileños festejan a lo grande, el haber ganado la Copa de Europa, dando tumbos, cachondeos en juergas interminables por tabernas y bares con un canto alegre que les viene desde lo más hondo y es un himno que se va por sus calles y callejuelas, a nosotros los mexicanos, sólo nos queda como a sus toros actuales llenos de gueva, soñar y soñar y contemplar lo que sucede a otros para negar el fracaso de nuestra ratonerita selección, que ya no da ni para fantasiar en que ganará el Mundial y ni hablar del montón de cenizas en que convirtieron la fiesta brava, sus ``Grillos''.