Contemplar con atención las diversas secuencias que articulan una película provocan en el espectador un cúmulo de emociones que posteriormente originarán una serie de preguntas mayores y menores de inaplazable resolución. Por ejemplo, después de haber visto Impacto profundo, el filme del productor ejecutivo Steven Spielberg dirigido por Mimi Leder, tres inquietantes interrogaciones comenzaron a acongojarme. Una primera, evidentemente menor, inquiría acerca de los antecedentes cinemáticos de la ola gigantesca que azota sin misericordia los litorales de la Tierra y destruye a Nueva York. Otra, segunda, a propósito de los meteoritos que han chocado contra nuestro planeta azul. Otra más, tercera y última, sobre la inevitable colisión que sufriremos en el año 2126 con el cometa Swift-Tutle.
Comencemos otorgando una respuesta a la primera cuestión. Si la memoria no me es infiel en una cinta japonesa, Submersion of Japan (1972), se muestra por vez primera en las pantallas una ola gigantesca (tsunami) a la cabeza de impresionante marejada que durante más de dos horas producirá incalculables destrozos, entre otros, la inundación de Tokio. Es muy probable que Spielberg-Leder conocieran el filme y encargaran a los técnicos de efectos especiales una recreación del mismo para ilustrar las escenas que ahora me preocupan. Continuemos haciendo brevísima referencia a los meteoritos que se han estrellado contra nuestra superficie. Se cree que la extinción de los dinosaurios a finales del cretácico, hace 65 millones de años, pudo haberse producido por el impacto de uno de ellos, cuyo vestigio aún puede verse en Chixhulub, Yucatán. Se cree también que hacia 1917 chocó un pedazo del cometa Enke en Siberia. Ahora bien, ¿y si en vez de incrustarse en las humedades siberianas ese fragmento hubiera caído en México, Berlín o Nueva York? ¿Qué hubiese sucedido?
Idéntica cuestión se planteó hace 20 años Isaac Asimov en un artículo publicado por Saturday Review, que comenzaba así: ``We now live with Knowledge that there is a chance that a large meteorite... may strike and demolish a city on earth... at any moment...'' (Vivimos ahora con el conocimiento de la posibilidad de que caiga un meteorito... que se estrelle y destruya una ciudad de la Tierra... en cualquier momento).
A partir de esta apocalíptica predicción, basada en un estudio realizado por un grupo de tecnócratas adscritos al Massachusetts Institute of Technology, bajo el genérico de Proyect Icarus (1968) el cine-director estadunidense Ronald Neame crea Meteor que describe con ardiente cinemática la colisión de dos cometas cuyos fragmentos caen con gran estrépito en la Tierra. Uno, como sucedió en 1917 en Siberia, otro en los Alpes, provocando incontenibles avalanchas; otro más, en el mar de China creando de nueva cuenta gigantesca marejada, o como dirían los japoneses, impredecible tsunamis; otro --cuarto-- desplomándose sobre Central Park que vino a reducir a Manhattan en un cúmulo de cenizas.
Es evidente que Spielberg-Leder conocían hasta el último renglón el artículo de Asimov, el Proyect Icarus, y desde luego Meteor. Sin embargo, el fragmento que ellos manipulan a través de sensacionales efectos especiales viene a hundirse finalmente en el océano. Y para terminar, reformulemos la tercera y última cuestión. ¿Es, acaso, Impacto profundo una crónica profética de lo que ocurrirá en el año 2126 cuando de acuerdo con predicciones científicas el cometa Switf-Tutle se incruste de manera inevitable en nuestro planeta azul? ¿Sí o no? ¿Crónica profética al viejo estilo de los evangelistas o interesante trabajo de ciencia ficción? ¿Cómo saberlo?