Rolando Cordera Campos
¿Regreso a casa?
La semana pasada no sólo vimos al emperador desnudo; también asistimos a una alucinante tomografía virtual de sus resortes y reflejos más íntimos y decisivos. Y los encontramos agotados, oxidados, carentes de la flexibilidad y el sentido de oportunidad que tanta celebridad le dieron en el pasado a esa ``proeza mexicana del siglo 20'', como alguna vez llamó Héctor Aguilar Camín al Estado mexicano.
La proeza se probó una y otra vez sobre la marcha y a través de las destrezas desplegadas contra viento y marea: un ejercicio de la soberanía que desconcertaba a todos y entusiasmaba a muchos, propios y extraños; y una virtuosa relación económica y financiera con el mundo que no podía explicarse sólo ni principalmente por motivos estratégicos, de ``guerra fría'', de la potencia vecina, sino que descansaba en un sistema financiero nacional que parecía cada vez más sólido y permitía convocar la confianza de la ``alta finanza'' internacional, en un país que hacía unas cuantas décadas había expropiado el petróleo y movilizado a las masas de modo radical. No se hablaba en balde entonces de un ``milagro''.
Todo eso empezó a esfumarse hace lustros, y por ello algunos bien pueden decir que lo ocurrido no es nuevo. Sin embargo, la escenografía retro, hoy tan de moda, escogida por el gobierno estadunidense para presentar el resultado de sus abusivas y costosas indagaciones sobre el supuesto estado de nuestra banca, junto con la banca real de que nos habla el remolino negro del Fobaproa, permiten decir que si no fuimos testigos de una revelación, los días anteriores sí asistimos a una exhibición fulminante del estado de gravedad extrema en que se encuentra el Estado, la proeza que hacía posible tanta destreza.
Podemos quedarnos ahí, con la mirada fija en el despliegue de una crisis que insiste en presentarse como final y hasta sin salida. Pero podemos optar igualmente por dar registro a otras auténticas novedades, que no niegan la crisis pero que a la vez nos hablan de una transición que ``sin embargo'' se mueve.
La semana pasada, en efecto, en medio del ruido infernal provocado por el crujir herrumbroso de tanto mito derruido, la política volvió por sus fueros y puso sobre esa mesa de tres patas que hoy es México, la posibilidad de por fin poner la casa a punto, en regla. Y esto ocurrió, empezó a ocurrir, en el Club de Banqueros, donde todo debe ser llanto; ahí, el secretario de Gobernación y los dirigentes de los grupos legislativos que forman el Congreso de la Unión concretaron una agenda política de 10 puntos, a ser discutidos con el presidente Zedillo y, debemos entenderlo así, sometidos a la consideración y deliberación posterior del Congreso.
Bien llevada y entendida, la agenda puede conducir al Congreso a una reflexión democrática que el país no ha podido tener hasta la fecha: precisamente sobre el o los modos de entender y ejercer su soberanía en medio del vuelco del mundo, y sobre la forma como debe organizar, vigilar y hacer crecer sus finanzas, su banca y el resto de la trama a través de la cual se puede aspirar a ``vivir'', desde México y sus visiones e intereses, el formidable torbellino globalizador.
Falta ver ahora cómo y a qué llegan los congresistas y el Presidente en su conversación del martes. Todo, debe decirse, puede pasar, pero habría que convenir de antemano en que para que algo bueno pase no se requiere de diálogo televisado ni de lecciones magistrales sobre la estrechez económica, sino de responsabilidad y seriedad política en todas las partes, a la altura de la gravedad del momento. Veremos.
La otra novedad queda para después, pero sin festinarla hay que celebrarla. El PRI salió airoso de sus curiosas ``primarias universales'' y más de un millón de ciudadanos, priístas y no, acudieron a sus urnas para escoger candidatos a gobernar Puebla, Tamaulipas (con todo y pirámide) y Sinaloa. Algún día a los priístas se atreverán a ser un partido moderno, con padrón de miembros y elección de dirigentes y candidatos por parte de aquellos. Pero el ejercicio salió bien y el aire, tan escaso, sopló en el monumento a Calles (y Cárdenas).
No será por la economía que el país encuentre un sendero que lo saque de este funesto andar en círculos. Falta mucho por hacer en ella, pero cada día parece más claro que es en la política y las instituciones, en ese orden, que el país puede plantearse en serio la erección de Estado que se finque en el derecho, y que sea desde ahí que se dé confianza y certidumbre, sin duda tanto para el ahorro y la inversión, pero también para la vida simple y soñadora del ciudadano que emerge. Por ahí, como diría Keynes, habría espacio incluso para un poco de ``saturnalia'', sin que las jerarquías lo acusaran a uno, sin más, de corruptor y hereje.