En tiempos de crisis ambiental, es necesario actuar a corto, mediano y largo plazos sobre la relación campo-ciudad. El crecimiento urbano extensivo y sin freno sobre tierras agrícolas o reservas naturales, debido a la acción de promotores inmobiliarios o sectores populares sin techo, es causa de destrucción de la naturaleza y contaminación ambiental, origen de graves siniestros (incendios, derrumbes, inundaciones) y factor fundamental de problemas urbanos como el alargamiento de distancias y tiempos de transporte, la contaminación atmosférica por saturación de la vialidad, e insuficiencia de infraestructura y servicios públicos como la misma vialidad, el drenaje, el agua potable y la electricidad. Se traduce en incremento del costo público de la urbanización transferido a los contribuyentes y, por tanto, en reducción del gasto para otras funciones urbanas esenciales. Ello ocurre mientras miles de hectáreas urbanizadas y dotadas de infraestructura y servicios permanecen ociosas, valorizándose sin inversión, o se dedicaban a usos inadecuados como estacionamientos, en aras de la rentabilidad individual.
Las delegaciones del sur y occidente del Distrito Federal y los municipios conurbados del estado de México, con tradición agrícola milenaria, organización y solidaridades comunitarias, e identidades culturales ligadas a ella, ven desaparecer rápidamente sus tierras agrícolas y reservas naturales y su cultura bajo el asfalto; y sus habitantes son expulsados hacia periferias mas lejanas, al tiempo que la gran metrópoli se hace cada vez más inhabitable. Es necesario reorientar y regular el crecimiento urbano a partir de intereses colectivos y criterios de sustentabilidad ambiental y social, en un proyecto urbano diferente para el siglo venidero. Redensificación de la trama urbana actual y protección de la reserva agrícola y natural periférica parecen elementos fundamentales de una nueva visión estratégica de la ciudad futura.
Veinte millones de habitantes metropolitanos son un mercado enorme para la producción agrícola de estas áreas; hoy, los alimentos llegan de sitios ajenos, encarecidos por el transporte y la intermediación, saturando adicionalmente la vialidad. Está también el mercado nacional e internacional para productos de horticultura y floricultura especializadas. La promoción de desarrollos agrícolas de alta productividad, uso de moderna tecnología ambientalmente limpia, sistemas eficaces de comercialización, relación directa con el comerciante o el productor industrial y trabajo altamente calificado, pueden elevar enormemente la rentabilidad agraria, justificar la permanencia de tierra rural y frenar la urbanización salvaje. Este desarrollo debe estar en manos de los ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios, portadores de las tradiciones comunitarias, para mantenerlos en ellas; la alternativa no es el gran capital.
Las universidades públicas del sur de la zona metropolitana (UNAM, UAM -Xochimilco e Iztapalapa- y Chapingo), que cuentan con áreas de investigación y formación en campos vinculados con estas actividades, los gobiernos del Distrito Federal y el estado de México y la autoridades y comunidades locales podrían establecer convenios específicos de colaboración, integrados y eficaces, a mediano y largo plazos, para impulsar planificada y participativamente estos desarrollos. Se trataría de formas ``tecnopolos de economía agroindustrial popular'', concentrados territorialmente y programados en forma integral, creadores de empleo agroindustrial desconcentrado a la periferia y flujos de recursos económicos significativos, que hagan rentable la tierra periférica y frenen la urbanización extensiva.
Podrían ser la alternativa colectiva y popular, opuesta a los megaproyectos inmobiliarios de lujo, movidos por el interés del capital individual, que aceleran la urbanización periférica, destruyen comunidades e identidades, cambian estructuras sociales, incrementan el costo público a expensas de los contribuyentes y aumentan los problemas urbanos; un ejemplo de estos proyectos destructivos es el de los clubes de golf y hoteles de gran lujo en Santa Cecilia Tepetlapa, Xochimilco, propuesto e intensamente promovido y cabildeado por una gran empresa regiomontana.