La Jornada 28 de mayo de 1998

En Tepito, al menos 30 expendios de droga: vecinos y comerciantes

Humberto Ortiz Moreno Ť Entrar a La Merced o a Tepito es introducirse al bajo mundo del hampa y la transa, del agandalle.

En La Merced la pobreza, la inmundicia, los rateros, retinteros, chineros y desvalijadores de ocasión; la prostitución y el lenocinio con más de 2 mil menores de edad azotadas por unos 200 padrotes, están a flor de pavimento.

En Tepito, fluyen el narcotráfico y la venta de armas hacia todos los puntos de la urbe y corrompen con su poderío económico a ciudadanos y autoridades.

Curiosamente, es ``más seguro'' caminar por la colonia Morelos tepiteña que por La Merced, porque según los mapas criminógenos de la Procuraduría capitalina y las investigaciones de campo, en la primera el atraco a transeúnte o a automovilistas es mínimo, mientras que en la segunda es cosa cotidiana.

En los dos barrios confluyen hoy las peores enfermedades de la fauna citadina y en forma sorprendentemente contrastante, pero conexas. Allá, en La Merced, roban para drogarse o, quizá, comer; acá, los capos circulan con sus Mercedes Benz y Cadillacs, ufanos e intocables, imbuyendo respeto y miedo entre un comercio organizado que les sirve de escudo.

Barrios, ambos, donde se unen los más abominables defectos sociales de la capital y siempre, desde hace lustros, en la más absoluta impunidad, bajo la sombra protectora de autoridades.

En La Merced se puede comprar de todo, hasta el cariño de una niña de 16 años, cuyo padrote es uno de los casi 200 que pululan en el lugar y que controlan, cada uno, un mínimo de cinco jovencitas y un máximo de hasta 50. Sus ganancias, al parecer, son fabulosas: de 400 a 900 pesos diarios por cada pupila.

Son sujetos que engatusan a las menores ya sea en la Alameda Central o en Chapultepec, donde se juntan las chachas En las inmediaciones de avenida Circunvalación, en San Pablo, en La Soledad, en el Callejón de Manzanares, en Santa Escuela, en la Cerrada de General Anaya, en Corregidora, en plena Izazaga, a donde voltee uno hay una chica en la esquina o frente a cualquiera de esas piqueras de mala muerte mal disfrazadas de restaurantes donde, casi siempre, los lenones obligan a prostituirse a los jovencitos.

No menos de 200 denuncias en lo que va de este año hablan de la gravedad del problema. Y son vecinos, padres de familia y los propios afectados quienes acusan a los pervertidores. Este fenómeno no podría explicarse, aceptan detectives consultados, sin la complicidad y protección de autoridades corruptas. Cabe recordar tan sólo el caso del agente judicial hoy cesado y preso, Eliseo Meneses, quien junto con sus hermanos, principalmente Rosa, regenteaba a unas 200 muchachitas en la plaza de La Soledad. Su consanguíneo está prófugo.

Pero así como la Policía Judicial le pega a una banda, enseguida surgen dos o tres más. La capacidad de regeneración del lenocinio tiene que ver, en mucho y en el mejor de los casos, con las ganancias que genera, pero más aún con una galopante degeneración de la moral pública y los valores humanos, dicen expertos de la Procuraduría capitalina.

La Mística, María Martínez Cabrera; Julia Corona Olvera, Martha Aburto Casas, Josefa Colín Martínez -esta mujer con ramificaciones internacionales hacia los Estados Unidos--, y las pseudolideresas Nanci González Hernández, su hermano José Luis (prófugo) y María de la Luz Juárez Melo, así como Ana María Castillo Sánchez; el homosexual Angel Alvarez Llorente y Elvira Mejía Cabrera; los homosexuales Jonathan Vite Ibarra y Valentín Sánchez Delgado; Rafael Becerra Cid, Angela Luna García; Ethel Navarro Padilla, José Luis Chío; Angelina Valverde y un inspector de la delegación Cuauhtémoc, llamado Othón Guzmán, y la sexagenaria Rosa Hernández de Alvarez, son nombres de expedientes negros que la actual autoridad trata de extirpar de La Merced para que no se regeneren las células nocivas del lenocinio.

Pero gracias a la lenona mayor, María Antonia Espinoza Torres, y su impunidad, el ejemplo puede cundir, temen investigadores.

Zombies asaltantes

Al amparo de las oscuras calles y vecindades truculentas, por si fuera poco, actúan los nocivos chineros y retinteros. Son desposeídos que de diferentes puntos de la República vinieron acá creyendo que había empleo y progreso seguros, o ``hijos de la crisis''. Pero ahora atracan tan sólo para construir ese mundo a través de las drogas.

Ubican a la víctima, asestan el golpe y corren por las callejuelas llenas de inmundicia y puestos callejeros para refugiarse en billares u hoteles de mala muerte como el Hispano, Liverpool, Veracruz y otros que, por 15 pesos la noche, si hablaran contarían las más insanas historias de crimen y perversión, dicen los lugareños.

También utilizan la ``infraestructura'' urbana de vecindades sombrías y lúgubres para brincar de lado a lado de las manzanas y burlar a la policía.

Notorio el expediente negro de la vecindad de Los Espantos, en la calle Corregidora, donde los rateros hacen su nido. De aquí saltan hacia otra más truculenta callejuela donde festinan sus fechorías consumiendo activo o, si les fue bien, mariguana y cocaína.

¿Y los vecinos? Son, la mayoría, familiares y amigos, o gente con miedo que prefiere no denunciar por temor a represalias.

En La Merced el surrealismo subyuga. A momentos parece uno caminar seguido por zombies. Entre el comercio febril, sujetos con rostros cadavéricos, de tonos cenizos, mirada perdida, brazos caídos, fatalmente a la caza de los seres vivientes. Casi seguro al asalto de la víctima. Quien no crea en los espantos, estará perdido.

Tepito ya es un centro de poder criminal incontenible

La detención, en diciembre pasado, de Fidel Camarillo, alias El Papirín, fue un fuerte golpe a las mafias del narco y de asalto a transporte que componen la actividad criminal más común y redituable del barrio de Tepito.

Pero como ese peligroso hampón hay por lo menos otros dos, ubicados entre los grandes mafiosos. Sólo basta preguntar por El Tanque, quizá de mayor fuerza que el propio Papirín.

En el populoso y hoy temido barrio existen y operan día y noche por lo menos 30 expendios de drogas, desde mariguana hasta cocaína y sintéticas como el éxtasis. Cualquiera lo sabe. Vecinos, taxistas, comerciantes y... hasta agentes judiciales federales que brindan protección abiertamente. Ningún gobierno, en ningún sexenio, ha podido romper este vínculo y menos detener la ola criminal que nace en Tepito y cubre prácticamente a todo el Distrito Federal y su zona metropolitana, pues la policía judicial ha documentado casos en que desde las más lejanas colonias del área conurbada entre esta capital y el estado de México vienen a abastecerse en la colonia Morelos.

Los investigadores consideran que el contacto de los capos tepiteños es directo con la mafia colombiana. ¿Cómo llega la mercancía ilícita a la zona? Según los tepitólogos, habría que preguntárselo a la PGR.

La incidencia delictiva común, sin embargo, es mínima en el barrio tomando en cuenta la magnitud de la fuerza criminal que se manifiesta. No hay, estadísticamente, más de 10 casos mensuales de asalto a transeúnte o robo de automóvil. De este tipo de delincuentes bien se han cuidado los capos para no mermar el acceso de sus clientes al área. Además, argumentan detectives, Tepito es ``madriguera'' y de ahí salen a robar a otras colonias.

No obstante, los homicidios fueron, hasta hace poco, asunto cotidiano. Por lo menos unos 30 ajustes de cuentas entre grupos de narcotraficantes ocurrieron en menos de un año (1997), debido a la pugna por los mercados entre tepiteños y la competencia de la colonia Gabriel Hernández, comandada por El Mundito. Para quienes lo vivieron, Tepito ganó la batalla. Es por eso que, según los investigadores consultados, Tepito ha concentrado todo el poderío en esta rama criminal.

Las pesquisas conducen irremediablemente hasta las calles de Mineros y Carpintería, donde está -según evidencias-- ``la mera mata'' de venta de drogas y las bodegas donde los asaltantes depositan la mercancía robada a transportes.

Pero no desmerecen los expendios de Hortelanos y Hojalatería, o de Panaderos y Ferrocarril de Cintura. Durante las 24 horas del día. Si pasa por ahí y no compra, mejor circule.

Pero si ha de caminar por las calles de Tepito, mejor no lo haga por Constancia, porque en la unidad habitacional que está en esa vía viven Los Morelianos, banda de michoacanos terriblemente violenta, dedicada al asalto y al narcotráfico.

Muy cerca de allí, en avenida del Trabajo y Mineros, el asalto a transporte es pan de todos los días. Le pegan a todo: desde camiones repartidores hasta tractocamiones con cargamentos de aparatos electrónicos que, seguramente, el cliente los verá en venta en los puestos del mercado. Es Tepito, en fin, el centro de distribución de mercancía de procedencia ilícita y de drogas más grande del país y quizá hasta de Latinoamérica.

``Allí tienen que entrar el Ejército y la Policía Judicial, pero no la Federal, porque seguramente les avisarían antes del operativo'', comenta con resignación un alto jefe policiaco.