La Jornada 29 de mayo de 1998

Galeano: el futbol, asombroso como la vida; rito de masas, dice Villoro

José Garza, especial para La Jornada, Monterrey, NL Ť Un campeonato mundial de futbol, como el que ocurrirá en Francia a partir del 10 de junio, inquieta a quienes antes consideraban un desdoro hablar sobre el balompié: intelectuales, escritores y artistas que abordan el tema apasionadamente, al igual que lo hacen con la pelota jugadores como Ronaldo o Zamorano.

En el terreno artístico hay que recordar las contribuciones que al respecto han hecho pintores como Angel Zárraga, especialmente con su famoso óleo de 1922, Las futbolistas, así como la del artista vasco Aurelio Arleta, quien pintó al célebre Pichichi. Asimismo están trabajos de Alberto Gironella, Gabriel Orozco y Priscilla Monge, así como de Francesco Clemente, representante de la pléyade de artistas de la transvanguardia italiana.

Uno de los creadores consagrados que ha realizado contribuciones artísticas en torno del futbol es Antoni Tˆpies, quien hizo un cartel para el Barcelona, con la idea de que este club representa uno de los símbolos de identidad de Cataluña. Sin embargo, recientemente le preguntaron a Tˆpies si el mejor gol de Maradona o de Rivaldo merecerían ser plasmados en una de sus obras, a lo que el maestro respondió: ``un gol, por espectacular que sea, jamás me inspirará un cuadro''.

El Museo Rufino Tamayo presentó, en 1985, la magna exposición Arte fotográfico futbolístico mexicano; mientras que el Museo de Monterrey preparó, en 1986, la muestra México 86: un testimonio artístico, con obra de nueve artistas regiomontanos, como Enrique Canales, Jorge Elizondo y Miriam Medrez.

En la literatura destacan la revelación como filósofo del futbol del ex jugador y entrenador Jorge Valdano. De igual modo, hay cuentos formidables en torno del balompié, de escritores como el brasileño Rubem Fonseca, el argentino Mempo Giardinelli, el uruguayo Mario Benedetti y los mexicanos Carlos Monsiváis y Guillermo Samperio. Todos ellos, sin duda, podrían integrar la selección ideal de las letras hispanoamericanas, la cual, sin embargo, cuenta con dos personajes que para un equipo serían algo así como los titulares de la media cancha con los número 8 y 10: el uruguayo Eduardo Galeano y el mexicano Juan Villoro, autores de libros fundamentales para la literatura futbolera: Futbol. A sol y sombra (Siglo XXI), del primero, y Los once de la tribu (Océano), del segundo.

Yo nací gritando gol

Eduardo Galeano (1940) quiso ser jugador de futbol. Jugaba muy bien: ``era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía''. Durante el día era el peor pata de palo que se había visto en los campitos de su país. Sin embargo, al paso de los años, Galeano terminó por asumir su verdadera identidad: un mendigo de buen futbol que va por el mundo sombrero en mano y que en los estadios suplica: ``Una linda jugadita, por el amor de Dios''.

Y cuando ocurre un buen juego, Galeano agradece el milagro sin importarle un rábano cuál es el club o el país que se lo ofrece, eso espera que suceda en el próximo Mundial de Francia, para el cual, sin embargo, se reserva los pronósticos: ``ésos no te los digo, porque yo como profeta soy un desastre; nunca he invocado ninguna profecía'', dice el narrador uruguayo entrevistado telefónicamente desde su país.

--Su interés por el futbol es de toda la vida, ¿no es cierto?

--Yo nací gritando gol, como todos los niños uruguayos.

--¿Qué ha perdido el juego al volverse industria?

--Buena parte de la gracia que tenía. Pero conserva lo más importante: la capacidad de defensa y de asombro, y si todo respondiera a la reacción de las computadoras nadie iría al estadio. El futbol sigue siendo asombroso, como la vida.

--¿Podemos atribuir la popularidad del futbol a la imagen de la felicidad que representa un niño pegándole a una pelota?

--Así lo creo. A pesar de que el futbol profesional se ha convertido en industria muy lucrativa, fuente de dinero y prestigio político que conspira contra la capacidad de jugar más por ganar que por jugar; eso es enemigo de la espontaneidad, que en otros tiempos era el signo del futbol, como un deporte siempre diferente, diverso, múltiple en su capacidad de picardía, de diablura. Una parte de eso se ha perdido, pero no todo.

``Afortunadamente en la cancha se sigue dando el milagro del jugador que es capaz de confirmarnos que la fantasía existe y que puede ser eficaz.''

--¿Cuál es el mejor momento en la historia del futbol?

--Probablemente ocurrió en Bogotá, Colombia, en 1967. Se trata de un episodio desconocido, pero que para mí es el mejor momento en la historia del futbol. Un delantero argentino de apellido Deevanni, que jugaba para el Santa Fe la final en contra del Millonarios (los dos equipos tradicionalmente enemigos en una ciudad, como ocurre en Montevideo con el Peñarol y el Nacional o en Buenos Aires con el River y el Boca) realizó un hecho extraordinario para el futbol y para la vida. Cuando el partido estaba por terminar empatado a ceros, entró al área y cayó, provocando que el árbitro marcara penal. Pero nadie le había cometido falta.

``Deevanni se acercó al juez para decirle que estaba en un error, pero éste le dijo que no podía dar marcha atrás. Entonces, ante el estadio lleno de una multitud que rugía, Deevanni tuvo la dignidad de tirar la pelota fuera: no hizo lo que le convenía sino lo que creyó justo.''

--¿Resulta perjudicial que la sociedad actual viva futbolizada?

--Las personas tienen derecho a la pasión colectiva y a la identidad. Y la verdad es que hoy la camiseta del equipo de los amores de cada quien es una especie de manto sagrado. El hincha se reconoce en los colores del club. Todo esto es cierto, sobre todo en un fin de siglo en que las otras fuentes de identidad están en crisis: las religiones, los partidos políticos, los movimientos revolucionarios. La gente busca la identidad y la encuentra en un equipo. Y el futbol es un deporte que a veces es arte. No me parece que tenga nada de malo esa pasión, salvo cuando se convierte en horror por obra de los energúmenos que acuden al estadio para desahogar la violencia. Una cosa es el hincha y otra el fanático. ¡Detesto a los fanáticos del futbol! El fanatismo es abominable.

--¿Qué le provoca un estadio vacío?

--El estadio vacío es el menos vacío de los lugares. Un estadio siempre está lleno de fantasmas: jugadores que ahí jugaron, la multitud que vibró, los goles que fueron celebrados. Un estadio siempre está lleno de energía.

--Qué bella su definición de que ``el gol es el orgasmo del futbol''.

--Ja, ja, ja... Pero como el orgasmo, el gol es también menos frecuente en la vida moderna: la cantidad de goles tiende a disminuir, igual que el orgasmo. El gol es el elemento supremo del futbol, y el que más alegrías ofrece. Pero no se trata de que haya que jugar para meter goles, porque he visto también partidos estupendos sin anotaciones. El momento del gol representa lo mágico que contradice la ley de gravedad y los estadios se elevan por los aires.

--¿Qué le provoca que Uruguay no asista al Mundial de Francia?

--Me pareció un acto de justicia, porque estamos jugando muy mal y hubiéramos hecho un papelón.

--¿Cómo el que hará México?

--Bueno, México juega bastante mejor que nosotros. Lamentablemente el futbol uruguayo está en crisis, en cambio el mexicano ofrece fiesta con frecuencia.

En el fut mexicano, primero el público

En entrevista, Juan Villoro dice: ``El futbol es una forma de la pasión humana que ha encontrado la manera de organizarse en campeonatos, ligas y copas. Es un deporte convertido casi en un rito insertado en la cultura de masas mediante su organización colectiva. Así entonces, hoy día, el futbol depende tanto de cómo se juegue, de cómo se perciba y de cómo sea visto y analizado por el aficionado y por los medios de comunicación''.

--¿Qué es lo más cronicable de un partido de futbol?

--En México lo más importante es el público, que tiene una maravillosa capacidad de autoengaño que le permite divertirse con un espectáculo que, desde el punto de vista deportivo, es bastante pobre. El aficionado mexicano invierte enorme dosis de emoción y pasión en justas y cotejos que no valen tanto como la imaginación, la algarabía y el carnaval que se suscita en las tribunas.

Sin embargo, en otros lugares vale la pena hacer la crónica de Pelé, de Maradona, del genio del momento. Pero en México el valor lo ofrece el público.

--¿Cómo explicar el entusiasmo popular concentrado en el Angel con cada éxito inesperado de la Selección Mexicana?

--Al público mismo no le basta que la selección gane de chiripa. El quiere festejarse a sí mismo y ser su propio espectáculo. En el Angel demuestra que lo más importante en el futbol mexicano son los gritos, las porras, la gente disfrazada y la capacidad de echar relajo. El Angel es el emblema de cómo el público puede satisfacerse y festejarse a sí mismo al margen de su selección de futbol.

--Jorge Valdano fue echado del Real Madrid al grito de ``¡fuera filósofo!'', en un reproche a los malos resultados y a su vocación de escritor del futbol. ¿Está negada la posibilidad de reflexionar en torno del balompié?

--Como todos los deportes que aglutinan intereses y muchos entusiasmos, el futbol tiene respuestas muy diversas. En la televisión mexicana podemos encontrar comentaristas de primer nivel, como Rafael Puente. En otras épocas han existido personajes del micrófono que influyeron en la cultura popular, como Angel Fernández. Sin embargo, también hay gran cantidad de personas que hablan de futbol sin saber del tema ni del lenguaje ni de la inteligencia. Con la comercialización cualquiera puede hablar de futbol, lo cual genera grandes desniveles.

``Por otra parte, muchos futbolistas tienen un rango intelectual que antes no había. Con César Luis Menotti, Jorge Valdano y Félix Fernández (portero del Atlante), por ejemplo, nos damos cuenta de que hay un sector intelectual entre los futbolistas.

``Asimismo, los intelectuales y los escritores que antes consideraban un desdoro hablar de futbol ya se ocupan de este tema; los españoles, como Javier Marías y Luis Landero escribieron en El País sobre el triunfo del Real Madrid sobre el Juventus. Creo que ahora vivimos el fenómeno contrario: hay un exceso de opinión sobre el futbol, se discute quizá demasiado. Pero hay que recordar que lo único mejor que ver un partido es comentarlo con los amigos.

--¿Su interés por el futbol esconde el deseo de haber sido futbolista?

--Yo, como dice Eduardo Galeano, fui un estupendo futbolista sólo en mis sueños, siempre quise ser jugador, lo cual es, obviamente, una vocación frustrada, porque no tuve suficiente talento. Así que la manera de acercarme al juego es hablar de él, incorporándolo a la literatura. Esa es una ventaja de mi oficio, que tus frustraciones y deseos se pueden satisfacer inventándose como personaje. Pero ya no me quejo, porque tengo la edad de los entrenadores y ya estaría retirado como futbolista.