Cuando Ernesto Zedillo asumió la Presidencia de la República, protestó gobernar para todos los mexicanos, y cada día que pasa, las señales y los hechos nos muestran con claridad aterradora que esto no ha sido así, sino que, por el contrario, su mandato ha sido utilizado para beneficiar a unos pocos en detrimento de la mayoría; la pauta de conducta reiterativa, los beneficiados curiosamente los mismos, los daños a la nación irreversibles.
Los efectos de los ``errores'' de su primer mes de gobierno han sido ampliamente comentados, por lo que no es necesario discutirlos nuevamente, pero sí recordar que mientras los daños han sido muy graves e incluso trágicos para una gran parte de la población, para unos pocos esos errores les permitieron acumular inmensas fortunas que luego han sido usadas para comprar a precios de ganga empresas, plantas industriales y propiedades de todo tipo, de quienes habían quedado arruinados por la crisis misma. El costo directo para la nación fue el de los 50 mil millones de dólares, que nos prestó Clinton y que el pueblo ha tenido que pagar. Los costos indirectos, invaluables.
Tres años después, nos encontramos ante un nuevo intento de despojo por parte del mismo grupo de mafiosos respaldados por el gobierno de la República, encaminado a hacer que la nación pague ahora otros 70 mil millones de dólares más que se repartieron entre ellos, en buena parte encubiertos por el ingenioso y publicitado mecanismo llamado Fobaproa, que les permitió contar con dinero fresco para seguir medrando mediante la compra de bienes de la población empobrecida.
Afortunadamente el Congreso de hoy no es el mismo de 1995, por lo que las posibilidades de que el líder de la diputación priísta actual nos recete de nuevo la gesticulación de Roque Villanueva, simplemente no existen. Lo que es deplorable, en cambio, es que los más altos funcionarios del régimen zedillista, además de querer engañar a la población, en relación al uso que dieron y permitieron, generen hoy amenazas de que si la factura del Fobaproa no es pagada por la nación, habrá otra nueva crisis, peor que la de 1995. ¿De veras?
De cualquier manera los daños ya están hechos, los recursos ya fueron usados, y además de sus efectos perversos para la economía mexicana, el descrédito y la desconfianza para el Presidente y sus colaboradores, alcanzan los puntos más altos del sexenio. El Presidente indicó en su momento que el camino escogido para el desarrollo económico era no sólo el mejor posible, sino el único. El apoyo total a los banqueros y la creación misma de Fobaproa parte de la estrategia económica impuesta, supuestamente para sacar al país de la crisis. ¿Cómo puede hoy el Presidente y su equipo plantear este nuevo golpe económico a la población? Pareciera que ya nada les importa la triste imagen que de ellos tenga la sociedad, siempre y cuando los beneficios materiales sigan siendo atractivos.
El saldo es patético, la nación entera sigue sumida en la crisis material y moral con la esperanza perdida de que las cosas puedan mejorar algún día. La frustración y el enojo estarán presentes en los procesos electorales que habrán de realizarse de aquí al año 2000.