Un mismo día, el domingo 24 de mayo, este país tuvo testimonios de los dos Méxicos que coexisten en el ámbito electoral: uno moderno, pro democrático, dispuesto a encarar los nuevos tiempos, y el otro atrasado, antidemocrático, caciquil que, afortunadamente, está siendo cada vez más ajeno a la nación.
En el centro de ambos casos, como prueba de las dos grandes corrientes que también coexisten en su estructura, estuvo el Partido Revolucionario Institucional. Por una parte, el PRI eligió en forma abierta a sus candidatos a gobernador en tres estados -Sinaloa, Puebla y Tamaulipas- y, pese a imperfecciones y prácticas censurables, mostró un intento de alejarse del dedazo y la antidemocracia interna. De ese modo fortaleció, paralelamente, la posibilidad de concretar la que sería su prueba suprema: el escogimiento democrático de su candidato presidencial para los comicios del 2000.
En el reverso de la moneda están las elecciones municipales y legislativas de Yucatán, donde el PRI defraudador asomó su jurásica cabeza y a coletazos caciquiles logró ganar los comicios, pese a haber perdido la alcaldía de Mérida, que está en manos panistas desde hace casi ocho años. Fueron tantas las irregularidades que hicieron decir a Jaime González Graf (Instituto Mexicano de Estudios Políticos) que en sus 20 años de observador nunca había estado en una elección tan inequitativa, en tanto que Patricia McCarthy Caballero (Frente Cívico Familiar) informó que en 37 por ciento de las casillas hubo ``acarreo evidente'', además de presiones a votantes e incluso intimidación a observadores (Diario de Yucatán, 25 de mayo).
¿Por qué el PRI ganó la elección pese a su derrota en Mérida? Porque su jefe estatal, el gobernador Víctor Cervera Pacheco, logró conservar la mayoría en el Congreso local y de ese modo afianzarse en su impugnado puesto. Este resultado lo obtuvo el gobernador mediante la compra masiva del voto ciudadano con los caudales del erario. Cuando en este país la exigencia de cuentas cobre vigencia, uno de los pendientes será examinar el manejo de los fondos públicos por parte de Cervera.
Dicho de otro modo, la mayor importancia de los comicios yucatecos no es quién ganó Mérida o cuántos municipios logró cada partido, sino cómo quedará integrado el Congreso estatal. Si las cifras preliminares se confirman, el PRI tendrá 15 diputados y la oposición 10, incluyendo las curules de representación proporcional (la relación actual es 13-12). La novedad legislativa será que el Partido de la Revolución Democrática tendrá de nuevo representación en la Legislatura, y en ello influyó el trabajo del candidato del PRD a la alcaldía meridana, Francisco Luna Kan, quien accedió a participar en la lucha municipal, a pesar de haber sido antes gobernador y a sabiendas de que las posibilidades reales en la capital yucateca las concentraban el PRI y el PAN.
Llama la atención que entre los distritos de Mérida, el PAN haya perdido a manos del PRI dos que ya poseía, mientras ganaba la alcaldía, lo cual parece indicar que, ante la presión y compra de sufragios, el electorado de esas dos circunscripciones sucumbió. Esas dos curules eran vitales para Cervera, y si no las hubiera obtenido su permanencia en el poder habría terminado muy probablemente -habida cuenta de que el PAN y el PRD han promovido un juicio político en su contra-, pues con la llegada del PRD la mayoría en el Congreso habría sido de la oposición.
Lo peor de todo esto es que unos comicios en que hay un cúmulo impresionante de fraudulencias sean considerados normales. No nos confun- damos. Esa normalidad, que ciertamente lo fue en una época todavía reciente, no corresponde ya a los tiempos actuales, cuando las aspiraciones democráticas tienen, cada vez más, alentadoras y fructíferas concreciones, incluso en el otrora partido de Estado. Por ello, en el terreno electoral, Yucatán es una de las islas jurásicas que todavía subsisten.
No es ser aguafiestas, sino querer situar las cosas en su perspectiva real. El PIB del primer trimestre de este año -que tuvo un crecimiento de 6.6 por ciento- no seguirá por ese camino porque, como lo hace notar el semanario Tendencias del Grupo Editorial Expansión (número 575, del 25 de mayo), esa elevada tasa fue favorecida por el número de días laborables: tres más en este año que en 1997, por la variabilidad de la Semana Santa. La crisis asiática, la caída de los precios del petróleo y los recortes presupuestales -indica Tendencias- ``tarde o temprano harán sentir sus efectos negativos en el comportamiento de la economía mexicana''.