La campana de Chú'umuk Luúm, promesa cumplida de Cristina Payán
Patricia Vega, enviada/ I, X'ocen, municipio de Valladolid, Yuc. Ť Como ocurre desde hace cientos de años, llegan en peregrinación desde poblaciones remotas y en compañía de sus familias a ofrendar pollos y pavos que han criado a lo largo del año para cumplir especialmente ese propósito.
Tal como lo enseñaron los tatichs (abuelos) en un linaje ininterrumpido de generaciones que se pierde en el tiempo, los mayas del oriente de Yucatán y Quintana Roo siguen acudiendo, puntualmente y reunidos en gremios, al santuario de Chú'umuk Luúm --``el centro del Universo''-- a venerar a la Santísima Cruz Tun, representación de la decimotercera deidad protectora: Kichkelen Yuúm Oxlajuntikú, la dadora de buena vida.
``Desde hace cientos de años siempre hemos tenido la misma religión; no queremos cambiarla ni que nos dividan las sectas que quieren mezclarse en nuestras comunidades'', dicen.
Cuentan los H'menes (autoridades mayas tradicionales) que en la época prehispánica ``el llamado'' a reunirse en torno de lo sagrado se hacía con caracoles, tunkules, piedras. Sin embargo, la unidad de los mayas se fracturó a partir de la Conquista; después hubo un largo silencio...
Pero los mayas supieron ser pacientes. Confiaron en las profecías de su libro sagrado: llegaría el día del renacimiento de su civilización, y el vuelo de las campanas del santuario de Chú'umuk Luúm sería el llamado a la reunificación. Se calcula que en la actualidad son cerca de 800 mil los mayas de la zona oriente de la península de Yucatán y Quintana Roo.
Quiso el destino que un día antes del 3 de mayo fuera el senador perredista Carlos Payán Velver, en su calidad de kuch (mayordomo responsable), el encargado de echar la campana a vuelo. Se cumplía así una promesa que su esposa Cristina, meses atrás, había hecho a los habitantes de la comunidad de X'ocen.
Cumplir una promesa, el mejor homenaje
El inicio de esta historia se remonta a 1990, cuando Carlos y Cristina Payán viajaron por primera vez a X'ocen para conocer el trabajo --la representación de la Vaquería-- que el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena (LTCI), encabezado por María Alicia Martínez Medrano, realizaba en esa comunidad; posteriormente, en 1994, los Payán fueron padrinos de la generación de jóvenes de X'ocen que terminaron sus estudios de teatro y, más adelante, en 1997, Carlos visitó X'ocen, entre otros poblados, como candidato, en ese entonces, a senador plurinominal por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Luego vendría otra visita, ya sin Cristina, en la que Payán --luego de escuchar las peticiones de los representantes de diversas comunidades-- ratificó el compromiso contraído.
(Entre ires y venires, cuando se empezó a hablar del proyecto de las campanas de Chú'umuk Luúm, fue Cristina Payán quien observó que había que mejorar las condiciones físicas del lugar en el que se llevan a cabo las ofrendas, y propuso la construcción de una palapa, de letrinas y de un fogón para que los niños no tuvieran que pasar la noche bajo los árboles. Por ese gesto de estar atenta a las necesidades del otro, Cristina siempre estará presente en el corazón de los habitantes de X'ocen y en sus oraciones a Kichkelen Yuúm).
Una comisión de representantes de X'ocen viajó a Tlaxcala para ponerse en contacto con los artesanos forjadores y conocer el proceso de construcción de la campana. Días más tarde, la comunidad decidió, en asamblea, que la campana sería forjada en X'ocen. Sólo había que buscar el terreno adecuado. Y cuando llegó el momento, todo el pueblo, literalmente hablando, participó en el proceso: unos fueron a recolectar leña para mantener encendido el horno, otros seguían las instrucciones de los campaneros tlaxcaltecas y el resto rezaba a sus santos y encendía veladoras para que la campana no fuera a nacer muda. Dicen que sólo se reza así en la época de las cosechas. Espiaban el sueño del rezandero mayor para asegurarse de que hacía lo que tenía que hacer. Poco a poco la ansiedad y la duda se transformaron en certeza: la campana saldría robusta, sin ningún desperfecto ni rajadura. El milagro fue posible gracias a la cohesión del pueblo. Ahí radica el poder de las comunidades.
Abrir el corazón
El recuento de los hechos corrió a cargo del sonriente comisario ejidal, Benigno Noh May, y de Fermín Dzib May y Fulgencio Noh Dzib, de X'ocen, quienes en representación del pueblo son los anfitriones de Carlos Payán y sus acompañantes --Raquel Sosa, Salvador Castillo, Angeles González Gamio, José y Claudia Vigil, Armando y Cecilia Chávez, Víctor Flores Olea, Rosa Elena Gaspar de Alba, Luz María Montiel, Víctor Valdovinos, Ricardo Denecke, César Sánchez y quien esto escribe--. También estuvieron presentes los maestros del LTCI, María Alicia Martínez Medrano, Delia Rendón, Carlos Baeza y Martha Alicia Trejo, entre los más conocidos. Ellos son quienes con su trabajo abrieron el camino para llegar a este lugar.
El calor de los corazones reconoce el privilegio de tener acceso a un lugar sagrado y Payán sólo atina a decir: ``soy un luchador social que está trabajando por la unidad no sólo de los mayas, sino de todas las comunidades indígenas del país, y porque los pueblos indios tengan sus gobiernos y sus autonomías. Por eso lucho y por eso lucha el partido al que pertenezco. Pero estoy aquí porque soy también un hermano y he traído a otros hermanos que también tienen el corazón abierto para entender por lo que ustedes luchan y lo que hacen''.
Como una sagrada flor de mayo
Para ellos todo estaba escrito desde hace muchos años.
Don Fermín Dzib May, en su calidad de autoridad religiosa, entrega el cacao y conduce a los visitantes por un sacbé (camino blanco) para poder tocar el alma de Cristina Payán.
Luego siguió la visita a una biblioteca que lleva el nombre de Víctor Flores Olea, en reconocimiento a su apoyo a esa comunidad en los momentos en que José del Val, entonces director general del Instituto Nacional Indigenista, dejó a la comunidad ``colgada de la brocha'' suprimiendo el presupuesto asignado cuando los programas en curso estaban apenas a la mitad. Pero el recuerdo de ese mal momento quedó anulado, más tarde, con la celebración de la vaquería, en su representación más tradicional de bailes y cantos.
Al día siguiente, Payán y sus invitados, fuimos escoltados al santuario de la Santísima Cruz Tun, donde desde temprana hora se efectuaban rezos y adoraciones. Los visitantes pudieron participar en la ceremonia y recibir las bendiciones de la deidad invocada.
Y justamente, a las 21:30 horas, el senador Carlos Payán echó al vuelo la campana de Chú'umuk Luúm, cuya sonoridad fue acompañada por el tronido de algunos cohetones y el griterío de la comunidad: ``¡Viva la Santa Cruz Tun!, ¡Viva la unidad del pueblo maya!, ¡Viva Cristina Payán que está en el corazón de los mayas!, ¡Viva el EZLN!, ¡Vivan los hermanos de Chiapas! ¡Viva!, ¡Viva!, ¡Viva!...''