La Jornada Semanal, 31 de mayo de 1998
En el verano de 1968 se montó en Suecia y Dinamarca una gran exposición sobre arte erótico internacional. Centrada en la colección del matrimonio de psicoanalistas Kronhauser la muestra se vería complementada con objetos prestados por museos, galerías y otros coleccionistas. Ese mismo año apareció en Nueva York el libro que, titulado simplemente Erotic Art, sintetizaba esta fiesta del cuerpo y los sentidos.
Como en el caso de la película sobre el concierto de Woodstock, el volumen resultaría tan o más atractivo por las fotos del montaje y, al abrirse la muestra al público, el deambular de visitantes y artistas alrededor de las obras, que por los objetos mismos, algunos en verdad originales. Por ejemplo, en dos imágenes impresas se mostraba a varios pequeños asomando las cabezas por entre los labios de una vagina monumental o bien cruzando despreocupados frente a una representación hiperrealista de la cópula. En otra más se veía a una mujer saliendo de una matriz-tumba y, a la vuelta de la hoja, a dos adultos comiendo un tentempié frente a una figura fálica de madera. El escenario museístico era sobrio. No hacía falta mayor lujo, pues el atractivo del asunto estaba al alcance de la vista y del tacto. El recorrido de la exposición se hacía con naturalidad y, sobra decirlo, estaba lleno de sorpresas y diversión. Las caras de asombro de los visitantes mucho tenían de infantiles.
Como sucede hoy con las cintas de Peter Greenaway, por ese entonces los aficionados al cine con ribetes eróticos esperaban con avidez las últimas películas de Dusan Makavejev o del realizador por excelencia del género: Valcrian Borowczyk. Recuerdo la fascinación que provocaron sus cintas Goto, la isla del amor y Cuentos inmorales. Y no sé si ya, pero algunos lustros después, se llevaría a cabo un festival de arte erótico en Holanda de nombre Wet Dreams. Se trataba de la reunión anual de cineastas, pintores, escritores y público en general dentro de un yate. La gente iba llegando poco a poco y, una vez completado el aforo del barco, éste partía para perderse en el mar insondable. Era entonces cuando comenzaba el festival y su leyenda anual.
Y ya que de periplos se trata, lo más lógico sería pensar que uno de los navegadores ideales del erotismo contemporáneo es Internet. En cierta forma esto es cierto, aunque más como una posibilidad a futuro que en este momento. Pues en la red existe aún una gran confusión en cuanto a la definición del género. Por lo común, en este medio el erotismo suele confundirse con la pornografía. O bien, con el arteÊde mala calidad. Si los sitios donde se notan algunos de los mayores avances en cuanto al desarrollo de la tecnología digital son justamente los porno, también en ellos se manifestará la mayor falta de imaginación. Ahora sí que bien podría aplicarse el lema de que cuando uno ha visitado un sitio de estas características los ha visitado todos. Actos en movimiento, fotografías de alta definición, pujidos inquietantes, multitud de ofertas -la mayoría engañosas-, de tipos físicos, de formas de pago, etc. Aquí hay de todo. Pero a final de cuentas, ninguna de las páginas superará los lugares comunes de las revistas impresas y de los videos.
En un programa de reportajes para televisión, Sex Bytes, y dentro de este coqueteo entre el erotismo y la pornografía, se pueden rastrear algunas propuestas originales que podrían llevar a la red y a otros medios a recapturar el espíritu excitante y sobre todo divertido que tenía la propuesta erótica de 1968. Sexo en virtual grupo a través del sistema de videoconferencias; banquetes en los que se come sobre el cuerpo mientras se le excita sexualmente; conciertos de rock en medio de una orgía que dura en el escenario lo que la música; vuelos enlazados y al desnudo, en paracaídas, que luego serán digitalizados y colgados en la red (recomiendo la divertida página de la actriz porno Sara St. James: http://users.southeast.net/ durl/sarastj/); aventuras nocturnas de jóvenes góticos que no temen al significado del maquillaje o de las caricias, ni mucho menos al amor hecho sobre las tumbas, etcétera.
A pesar de que difícilmente encontraremos algo similar a los trazos eróticos de Picasso y de esa alarmante pobreza de propuestas y actitudes nuevas, dentro de Internet puede uno acercarse a sitios con algún interés. Más que otra cosa, a curiosidades exquisitas, pequeños divertimentos que han sabido eludir la tentación porno. The Enema As An Erotic Art And Its History (http://www.sover.net/ dbjay3/index.htm), por ejemplo, es una muestra en blanco y negro del contenido del libro homónimo sobre esta práctica médica y erótica que, según parece, ha alcanzado cierta relevancia en la historia de la humanidad. En el campo de la fotografía hay algunas páginas llamativas. Los desnudos de Thomas Scalf, hechos con película infrarroja, aun siendo tímidos no están mal. Aunque prefiero desde luego, en función de las posibilidades de la red, los experimentos digitales de la mexicana Lorena Mata (http://www.art-history.mx/foto/homata.html). Si el navegante prefiere los grabados antiguos, yo destacaría el pequeño sitio holandés AMEA, con una muestra temporal titulada The Chinese Smile (http://www.opkamer.nl/amea/index.shtml).
Pero quizás el más curioso de los que he visitado sea el Mental Hospital Nudes (http://www.halcyon.com/airjay/services/nudes2.html), significativo no tanto por los desnudos como por el lugar, hoy desaparecido, donde las fotos fueron tomadas: el hospital para enfermos mentales de Steilacoom, en Washington. En esta institución estuvo encerrada por ocho años Frances Farmer y fue lobotomizada. Según se lee en sus memorias, en el hoy escenario de grafitis y desnudos masculinos se volvió ella ``una criatura salvaje y asustadiza''.