Antonio Sánchez Ibarra
La astronomía del próximo siglo

La reciente noticia de la observación de un disco protoplanetario en torno a la estrella HR 4796, en la constelación de Centaurus, sumada a los múltiples y recientes descubrimientos por observatorios terrestres y espaciales, invitan a la reflexión sobre lo que será el desarrollo de la astronomía en el ya próximo siglo.

Partamos de lo sorprendente que es observar la región real de formación de planetas en torno de una estrella que se encuentra a 220 años luz de nosotros. Ese anillo alrededor de HR 4796, con un diámetro igual a 200 veces la distancia de la Tierra al Sol, aunque se encuentra en los modelos de formación estelar desde hace muchas décadas, se nos revela por primera vez en una imagen que, en este caso, se obtuvo con el telescopio Keck, ubicado en la cima del volcán extinto Mauna Kea, en Hawai.

De mucho impacto han sido también las recientes observaciones del telescopio espacial Hubble sobre regiones de formación estelar, galaxias muy alejadas y conglomerados estelares. En el ámbito de la astronomía solar, el satélite europeo Soho (Solar Heliospherical Observatory) ha descubierto hace unos días en el Sol un fenómeno similar a los tornados terrestres, con velocidades mínimas de 15 km/seg.

Sin embargo, esos extraordinarios resultados podrían ser sólo el principio ante la gran cantidad de observatorios y nuevos instrumentos que serán instalados en los próximos años.

Tomemos, por principio, lo que será el próximo telescopio espacial sucesor del Hubble. Con un diámetro superior a los 4 metros en el diseño preliminar (el Hubble tiene 2.4), ese telescopio podría llegar a observar los cuerpos y procesos más tempranos en la historia del universo, según el modelo cosmológico de la Gran Explosión. El detalle que nos mostraría de objetos dentro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, no tendría comparación con lo observado por el Hubble.

Pero no sólo los telescopios espaciales contribuirán a aumentar el conocimiento del cosmos en los próximos años, sino también los terrestres utilizando técnicas modernas como la óptica adaptiva, que elimina gran parte de los problemas de turbulencia atmosférica.

El pasado 17 de abril fue montado en Cerro Paranal, Chile, el primero de cuatro espejos de 8 metros de diámetro que formaran parte del complejo conocido como VLT (Very Large Telescope), en un ambicioso proyecto del Observatorio Europeo del Sur. Cuando ese observatorio sea concluido y se sume la luz que reciban los cuatro espejos, se tendrá una captación equivalente a la de un solo espejo de 16 metros de diámetro.

El organismo americano NOAO continúa con el desarrollo de su proyecto Géminis para instalar dos telescopios con espejos de 8 metros de diámetro cada uno en Mauna Kea, Hawai, y Cerro Pachón, Chile. El famoso observatorio múltiple de espejos en Mount Hopkins, Arizona, ya desmontado, recibirá dentro de poco un espejo de 6.5 metros de diámetro. Un consorcio de varios países también avanza en su proyecto para instalar un telescopio binocular con dos espejos de 8 metros de diámetro, que darán el equivalente a un solo espejo de 11.8 metros y una resolución (poder para separar objetos) equivalente a la de un espejo de 22.8.

Todos los recursos ya mencionados, además de diversos observatorios orbitales, propiciarán una verdadera revolución en el conocimiento astronómico. Muchos modelos actuales tendrán que ser modificados y otros más reforzados con la nueva información que se obtenga. Nos encontramos a poco tiempo de ser espectadores de una gran cantidad de conocimientos que modificarán, posiblemente, nuestra visión presente del cosmos.

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