DobleJornada, 1 de junio de 1998



Soberbia, pecado abominable: Cristina Pacheco

Patricia Camacho

Quizá la periodista más antisoberbia que conozco es Cristina Pacheco. La he seguido con atención durante muchos años. Me gusta sobre todo su labor en el entrañable programa televisivo Aquí nos tocó vivir, que está cumpliendo 20 años. Pero ¿acaso la ensoberbece sentirse tan querida lo mismo por público que por entrevistadas(os)?

--Eso sería terrible --responde contundente--, la soberbia es un pecado abominable y un recurso que impide comunicarse y conocerse. Una persona soberbia se deforma a sí misma y aniquila cualquier posibilidad de relación real y humana. Creo que sólo los imbéciles son soberbios y yo puedo ser muchas cosas, pero no quiero ser imbécil. Como decía Alfonso Reyes: lo único que se le puede subir a la cabeza a una persona es lo pendejo, punto''.

----No, es un recurso que tienes que aplicar en tu trabajo. Pero hay que hacerlo con cierta delicadeza. El trancazo, el codazo, el no te digo dónde puedes encontrar a fulano para que no me lo ganes, es falta de solidaridad y de compañerismo. Todos (y todas) queremos ganar la primicia, pero cada periodista es un punto de vista diferente. Si en este momento llegara otra compañera periodista, y también estuviera haciendo la serie sobre pecados capitales, seguramente sería una entrevista totalmente diferente a ésta porque cada una tiene un enfoque, un tipo de compromiso, hasta una trinchera diferente. Ganar la nota sí, pero no a costa de lastimar o de hacer trácalas, trampas o chanchullos.

``Hay gente --prosigue-- que no te quiere dar la entrevista y te dice `si quieres platicamos, pero no me entrevistes'. Y si una lo publica, me parece una soberana y total indecencia, y un desprestigio. Muchas veces me dicen `eso no quiero que lo publique' y no lo hago. Y he tenido muchas experiencias que han sido una tentación. Por ejemplo, un hombre muy importante me contó una historia de amor impresionante. Después de que lo oí, la persona que me había permitido conocerlo me preguntó de qué había hablado. Le dije que de amor. ¡Publícalo!, me contestó. Pero no pude, hubiera sido horrible hacer eso''.

--¿En qué ética se han fincado estos 20 años de Aquí nos tocó vivir?

--En algo muy sencillo: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan. Como yo viví muy pobre, me chocaba que me vieran como animal raro, que llegaran las señoritas caritativas, porque antes no había ni ONG's ni periodistas que fueran a los barrios, y sacaban dulces para dártelos así como con pinzas, como si fueras a infestarlas de alguna enfermedad. Entonces ése es un principio en mi vida, pero sobre todo en mi trabajo, el cual es un terreno muy resbaladizo, puedes lastimar por querer ganar el aspecto más sensacional y tremendo de un tema. Y no me lo permito porque no me gustaría que me lo hicieran. Cuando llegan en el tono de `a ver cómo son los periodistas', me choca, porque no somos bichos raros. Nadie lo es. Yo creo que hay que mirarnos con curiosidad pero con respeto.

Cristina Pacheco advierte que en su carácter no cabe la soberbia, pero sí la dignidad. ``Es terrible cuando llegas a un lugar y una mujer te habla de los maltratos que padece todo el tiempo. Tú le dices `eso no debe ser porque usted es una persona'. Y contesta `sí, pero soy nomás una mujer'. Por eso, porque es un ser humano merece respeto, porque es un ser que da la vida, que hace mucho por su marido, sus hijos, su colonia. Entonces se maravillan de verse a sí mismas y ¡eso me da tanto gusto! Cuando veo que una mujer se reconoce en su valor me siento más que pagada, feliz''.

Si la soberbia más que pecado es una debilidad de carácter lamentable, vale la pena reflexionar en su opuesto: la humildad. Cristina alerta: ``¡Cuidado con esa palabra que se confunde con ser dejada, aguantar todo! Las mujeres ya pusimos durante muchos siglos la otra mejilla, es hora de decir basta y no tienen por qué golpearnos. Somos seres humanos que hemos sido productoras de vida y de riqueza; a lo largo de la historia de la humanidad ¿quién se ha encargado de la casa, quién educa a los hijos, quién administra el dinero, quién se encarga de la educación moral?: las mujeres. Y es un trabajo extraordinario. Hay que tener conciencia de lo que somos sin soberbia. Ser discreta no quiere decir ser humilde. Hay que tener sentido común pero no agachar la cabeza; sin ser arrogante hay que decir `éste es mi lugar y esto es lo que yo valgo'''.

Por eso entre soberbia y humildad está la dignidad... ``y el trabajo, la conciencia y la autocrítica, no por ser mujeres somos merecedoras de todo. Hombres y mujeres somos seres humanos y en ambos los hay talentosos y no tanto. Pero aun las personas menos dotadas merecen el mayor de los respetos''.

Me cuesta trabajo formular una crítica a Aquí nos tocó vivir. Realmente me gusta. ¿Pero Cristina haría una autocrítica? ``También me resulta difícil porque emocionalmente estoy muy involucrada y quizá ése es mi error, pero no me arrepiento porque aunque las cosas sobre las que trabajo me lastiman, prefiero eso a decir `ya lo vi, ya me voy'. A veces parece que no tengo malicia y que me dejo envolver, pero lo único que quiero es que las cosas ocurran como tienen que ocurrir, al ritmo que quiera la gente, y el resultado ha sido bueno. Una crítica para mí es que al principio le tenía mucho miedo a la cámara y como que cerraba los ojos y no pensaba en ella. Al cabo del tiempo, y gracias a mis compañeros, aprendí a pensar en la cámara, no a posar, pero sí a saber que es mi sombra y que yo soy la sombra del camarógrafo (David Segovia), que es realmente excelente. Es un hombre que no conoce la soberbia, jamás lo he oído decir `soy buenísimo', pero lo es con su cámara en el hombro, tomada con sus manos, con las que ha trabajado la tierra. Y los 20 años de Aquí nos tocó vivir son un aniversario de todas las voces que se han oído en ese programa, de todos los que han contribuido a hacer a través de él una comunicación de buena fe, con respeto y emoción. El riesgo es caer en lo cursi, pero no le temo; lo prefiero a la frialdad''.