La Jornada martes 2 de junio de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Luego de las continuas visitas presidenciales a Chiapas y los agresivos discursos allá pronunciados, el más reciente de ellos hablando de ciertos ``teólogos de la liberación'', este domingo se produjo una abierta arremetida conjunta de los obispos chiapanecos contra un destinatario nunca nombrado, pero fácilmente identificable.

La homilía, preparada por los cuatro obispos de la entidad (uno de ellos coadjutor), y leída por el de Tapachula, Felipe Arizmendi, hubiese generado un gran escándalo político en caso de haberse producido en un momento que no fuese de alta tensión, como los que de manera cotidiana se viven en México.

El texto de los jerarcas eclesiásticos pudo haberse circunscrito a la refutación directa de las alusiones presidenciales a la teología de la violencia, y a recordar que también existen vertientes violentas producidas por la injusticia y practicadas desde el poder contra los débiles.

Pero los obispos fueron más allá, y con un lenguaje poco emparentado con las elaboradas sutilezas de la diplomacia tradicional de la Iglesia católica, emitieron juicios graves en los que (siguiendo las reglas no escritas de la guerra de alusiones), sin precisar nombres ni cargos de los destinatarios de los mensajes, hay una sentencia indubitable de los prelados contra quien creen responsable de que no se haya logrado la paz en el sureste.

Después de señalar que la armonía no es posible cuando hay corazones engreídos, el obispo Arizmendi dijo en nombre de sus otros colegas, ante miles de peregrinos visitantes de la Basílica de Guadalupe, que ``los que se creen dioses, cuya palabra es infalible, y que tienen la solución de todos, son un estorbo para la paz. Los que hacen absolutas sus posturas, como si fueran las únicas viables, son un grave obstáculo para dialogar y, por tanto, para construir puentes de comunicación. Piensan que todos están mal, menos ellos...''

Tal actitud oficial de los obispos chiapanecos, de encarar señalamientos presidenciales indudablemente dirigidos a uno de ellos (Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas), sería suficiente para entender que algo grave sucede en la relación entre un segmento fundamental (cuando menos por su área de influencia, que es la chiapaneca) de la Iglesia mexicana y la Presidencia de la República.

Palabras graves, sin destinatario expreso, pero plenamente entendibles a partir del momento político que se vive. Palabras densas en ese ámbito de las relaciones entre la fe y el poder (aunque, siendo honestos ¿quién tiene a estas alturas sólo la fe y quién de verdad el poder?).

Pero aun cuando sólo fuese ese dato en sí, el gobierno federal debería detenerse a revisar, y eventualmente corregir, su política respecto a Chiapas, pues la abierta arremetida conjunta de los obispos de aquella entidad, producida el domingo pasado en la Basílica de Guadalupe, muestra con nitidez el fracaso de la estrategia de endurecimiento practicada desde el eje Los Pinos-Bucareli a partir de enero del presente año.

El discreto retorno de la Cruz Roja Internacional

Una silenciosa corrección de entuertos anteriores se ha dado en el plano de la Cruz Roja Internacional (CRI), a la que injustamente se había hecho a un lado a principios del presente año, exactamente cuando comenzó la estrategia del eje Los Pinos-Bucareli.

Víctima de los estrategas que deseaban el campo de batalla libre de testigos incómodos para poder limpiar y exterminar lo que a sus intereses molestaba, la CRI fue conminada a suspender sus tareas de ayuda humanitaria en Chiapas y abstenerse siquiera de asomarse por aquellos lares.

Aun cuando en estricto sentido jurídico no hay ninguna forma de intervencionismo extranjero en la presencia de un organismo como la CRI, los puristas de lo autóctono prefirieron equiparar a esta antigua y respetada institución internacional con una expulsable ONG extranjera y, por tanto, para evitarse la pena de declararla públicamente indeseable, las autoridades mexicanas optaron por invitarla amable, pero inequívocamente, a hacer mutis.

La preocupación internacional por lo que sucede en Chiapas, sin embargo, empujó a la propia CRI a preguntarse si estaba cumpliendo con las tareas a las que está obligada en una región donde sin lugar a dudas existe un conflicto interno, en el que hay violaciones a los derechos humanos, violencia e injusticia.

Philippe Gaillard, quien había sido el jefe de la misión de la CRI, dejó el cargo y regresó a Suiza, oficialmente para atender un problema familiar de salud. En su lugar llegó Reto Meissler, director adjunto para América de la CRI.

Gaillard, con una amplia experiencia anterior en Latinoamérica y Asia, había cumplido a plenitud su labor. Nadie podría asegurar que sus pensamientos y valoraciones de lo que sucedía en Chiapas coincidieran con las versiones del gobierno mexicano, pero fue un funcionario cuidadoso de cumplir con la encomienda y la ética centenaria de su organización y, además, con su conciencia.

Coincidencia o no, el arribo de ese alto funcionario (acordado o circunstancial) reabrió el camino de Chiapas para la CRI. Fuese por una afortunada conjunción de factores o porque la CRI se hubiese decidido a empujar más fuerte en exigencia de que se le permitiera cumplir con sus postulados, lo cierto es que ahora la citada institución volverá a visitar Chiapas y a entrevistarse con lugareños y presos diversos, tanto pro zapatistas como paramilitares.

En este caso se dio una corrección, fuese intencional o producto del azar, pero gracias a ella se explorarán inclusive las posibilidades (que tanta urticaria producen en la Cruz Roja Mexicana, de la que se consiguen polémicas declaraciones con don José Barroso Chávez) de intermediación (expectativa que tiene pleno fundamento jurídico en el derecho de iniciativa de la CRI) y se abrirán canales confiables (honestos, sin sombra de duda por corrupciones) para el manejo de ayuda internacional.

Astillas: La rechifla a Manuel Bartlett de parte de un segmento de los priístas poblanos, reunidos para presenciar la toma de protesta de Melquiades Morales como candidato a gobernador, es altamente enigmática. ¿Será un tempranísimo ajuste de cuentas por parte de un candidato que así se estaría peleando con la maquinaria de dinero y mañas que le deberá ayudar para ganar la elección constitucional? ¿Habrá sido un inoportunísimo desahogo de los caciques regionales acarreadores de priístas silbadores como, por ejemplo, el mítico Amador Hernández, de Tehuacán, que fue apoyo sustancial de Melquiades? ¿Serían los vientos anunciadores del retorno de Mariano Piña Olaya como gurú del citado Melquiades? ¿Serán los adversarios nacionales de don Manuel? Lo único cierto fue que, en su casa, le chiflaron cuando el presidente del PRI, Mario Marín, le agradecía su presunta actitud imparcial en la elección priísta interna, y el no haber favorecido ``a nadie de los contendientes''. Como para que ninguno de los chifladores tuviese duda de la razón de su música de viento, Bartlett salió a codazo limpio de la reunión, realizada en el estadio beisbolero Hermanos Serdán, acompañado por José Luis Flores, el precandidato de su preferencia. Mariano Palacios, presente en la reunión, prefirió salir antes a bordo de una camioneta, acompañado por el candidato oficial...

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