Murió el Sargento Pedraza, medalla de plata en 68
``No hacía más que correr cuando chiquillo. No tenía fronteras. Corría hasta que me cansaba, correteando animales o nomás por gusto. Respiraba aire puro. Me gustaba andar por ahí, desbocado como un potrillo. Era como todos los niños de rancho: mi mejor juego era tomar todo lo que la naturaleza nos había dado: árboles, campo, piedras, arroyos, animales... ''
Rosalía A. Villanueva Ť La leyenda de la caminata mexicana, el capitán retirado José Pedraza Zúñiga, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de México 68, falleció este lunes en el Hospital Militar a consecuencia de un mal hepático, a la edad de 61.
Conocido popularmente como el Sargento Pedraza, el ex andarín será sepultado hoy en Uruapan, ya que ``esa fue su última voluntad'', dijo su hija Laura Elena, quien habló en nombre de sus ocho hermanos poco antes de que la carroza fúnebre partiera ayer a las 14:30 horas a la entidad michoacana.
Los familiares no permitieron ninguna guardia de honor de los pocos medallistas olímpicos que se presentaron en el velatorio militar donde se dieron cita ex atletas del 68, marchistas, entrenadores y dirigentes. Tampoco hubo acceso a prensa, radio y televisión.
``La pasión de mi padre siempre fue la caminata y hasta el último momento no dejó de pensar en ello. Tenía vocación y anhelaba salir pronto de su recuperación porque tenía proyectos. Pensaba mucho en los jóvenes y en los niños. Hoy (la madrugada de este lunes) se quedó dormido y ya no despertó... Se nos fue'', confió Laura, la única mujer de los nueve hijos de José Pedraza.
Siempre lamentó no haber sido
campeón olímpico
Cuando José Pedraza Zúñiga conquistó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de México 68, hubo varios niños y jóvenes que quisieron emular la hazaña del Sargento, quien con un dolor de coraje levantó la mano como maldiciéndose a sí mismo por no haber logrado el metal dorado que le había arrebatado en los últimos tramos el soviético Vladimir Golubnichy.
Sin darse cuenta, aquel militar orgulloso de sus raíces purépechas, de cara redonda curtida por el sol y con el cabello corto casqueteado, había legado su propia historia en esos jóvenes que, al paso del tiempo, no sólo siguieron sus pisadas sino que, como alguna vez declaró en vida El Jefe, ``soldadotes serán mejores y conquistarán los podios olímpicos y mundiales donde quiera que se paren. Porque los triunfadores nos hacemos solos sin la ayuda o el cobijo de nadie''. Y no se equivocó.
Así fue Pedraza. Hombre con palabras secas, frías, duras, directas, pero siempre con la verdad por delante. Un atleta que nunca se dejó de nadie, como tampoco bajó su voz y menos en un deporte por el que siempre pugnó y luchó para dejar una escuela, un semillero de niños y jóvenes que gustaban de imitarlo o de convertirse a futuro en los Sargentos Pedraza.
``Cuando un chamaco se me acercaba y me preguntaba `¿oiga y cómo ganó su medalla de plata?', yo le contestaba: `por pendejo mano, porque si me hubiera preparado y entrenado mejor esa presea pudo haber sido de oro, y yo un campeón olímpico' y la chamacada se botaba de risa'', contaba el capitán retirado a un grupo de atletas que entrenaba en el estadio Jesús Martínez Palillo hace algunos años.
Así era Pedraza. Un joven michoacano que siempre gustó del basquetbol (jugó con el equipo Transmisiones) o de la práctica de alguna actividad física en su natal Michoacán, donde comenzó sus primeras andanzas recorriendo largas brechas en el rancho La Mojonera, municipio de Zacapu, y el que reconoció siempre que fue su abuelita Panchita (Sánchez), la mujer que le inculcó y le enseñó ``las mañas'' de la caminata. Tenía 11 años.
Aunque poco después aprendiera la verdadera técnica con Eutiquio del Valle Alquicira en las llanuras del Plan Sexenal y más tarde asimiló los conocimientos de ese deporte con la llegada del polaco Jerzy Hausleber poco antes de los Juegos Olímpicos en 1968.
Pedraza conoció los triunfos deportivos en la mitad de su vida. A los 29 años fue campeón centroamericano en Puerto Rico 66; a los 30 logró la presea de plata en los Panamericanos de Winnipeg-67 y, al siguiente año, conquistó la primera medalla olímpica (de las nueve que ganó México en los JO del 68) en caminata, un legado que en la historia reciente ha sumado ocho preseas en justas veraniegas.
De aquella medalla de plata, Pedraza siempre reprochó que la única recompensa que tuvo fueron ``años de amargura''. De un triunfo deportivo que jamás disfrutó, que lo limitó a tal grado que mientras él estaba entrenando o conquistando el viejo mundo, en su propio país ni los funcionarios del deporte ni los militares le dieron el mérito o el reconocimiento necesario. Habían pasado dos meses de la euforia olímpica y Pedraza pasó del podio de los triunfadores a un arresto de cuatro meses por órdenes del general Suástegui, quien lo humilló por no haber ganado la presea áurea.
Esa medalla sólo me dejó amarguras
``Esa pinche medalla sólo me dejó amargura. Perdí a mi primera esposa (Socorro), estaba muy enferma y cuando les pedía que me dejaran verla, sólo me decían que sería mañana, y mañana y ese día nunca llegó (La Jornada 1993)'', relató el capitán retirado, quien sólo recibió un Rolex de regalo, que vendió en mil pesos. Poco tiempo después, Pedraza se retiró. La milicia lo elevó al rango de teniente y capitán en 1977.
Los últimos años de su vida, José Pedraza trabajó como entrenador de caminata en el deportivo Hacienda y en Promoción Deportiva del Departamento del Distrito Federal, y relataba sus vivencias a los niños de la calle, una labor altruista que comenzó con la Asociación de Medallistas Mexicanos Olímpicos. Nunca negó su militancia priísta. Y aunque conoció a muchos presidentes, desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Ernesto Zedillo, jamás estiró la mano. ``La polaca se la dejo a los que son medallistas oportunistas. Yo soy militar y marchista'', declaró a La Jornada en 1994.
Se fue Pedraza. Un hombre que siempre se preocupó por las futuras generaciones. En el libro Medallistas Olímpicos Mexicanos (Conade-1994), Pedraza hace una reflexión: ``Mi mayor deseo es ver que los niños y los jóvenes de nuestro país tengan, quizá como yo, una oportunidad para progresar. Yo la recibí cuando la creí perdida y la aproveché al máximo, con mucho coraje, con gran determinación. Eso prueba algo: que somos capaces... Les diría a estas nuevas generaciones que si optan por la práctica del deporte, lo hagan al máximo, gozándolo, y que cuando representen al país lo hagan con empeño, con honestidad, con honor. Entonces sabrán que no hay nada comparable con ver izada nuestra bandera en el mástil más alto''.
Y remató: ``Llegar a la cúspide deportiva no es fácil. Sin embargo, cuando se quiere y a uno le dan los medios para intentarlo, no hay que dudar. Hacen faltan medallistas. Más y más. Hacen falta ejemplos en nuestro país. Podemos tenerlos. Decidámonos a ello''.
Descanse en paz el Sargento Pedraza. Le sobreviven sus hijos Laura Elena, José II, Vidal, Sergio, José III, Dionicio, Francisco, Iván, Vladimir y ocho nietos.