INFORMADORES ANTE EL MICROFONO
Elena Gallegos y María Rivera Ť Desde distintos ámbitos se hace una feroz crítica a la prensa mexicana sin considerar que ésta se encuentra, como nunca antes, inmersa en una brutal competencia informativa y que debe narrar e interpretar acontecimientos que se suceden a una velocidad vertiginosa. En sólo 32 días, entre el 30 de enero y el 3 de marzo de 1995 -ilustra Ciro Gómez Leyva-, ocurrieron hechos que en cualquiera de las grandes democracias occidentales serían los sucesos del año o de la década: ``vivimos un rescate financiero; Zedillo se lanzó contra los zapatistas y desenmascaró al subcomandante Marcos; nos dijeron que no había sido uno sino dos los que dispararon contra Luis Donaldo Colosio; encarcelaron por el asesinato de Francisco Ruiz Massieu a Raúl Salinas de Gortari, y su hermano, el ex presidente, protagonizó una huelga de hambre''.
Y mal que bien, la prensa logró contar lo que pasó. Pero sus críticos le cargan la mano con dureza, le endosan todas las culpas y, a cambio, son escasas las propuestas y las orientaciones que le dan: ``nosotros hacemos de actores, jueces. Nosotros hacemos el peso y tenemos que hacer también los contrapesos'', dice, y en esta revisión de su quehacer describe la otra cara de la moneda: los excesos del ejercicio periodístico.
``Tenemos una increíble facilidad para la adjetivación; una terrible ineptitud para contextualizar y un pobre conocimiento de la historia; sucumbimos enseguida ante la tentación de exagerar un acontecimiento porque le queremos ganar al otro periódico o revista; es evidente la incapacidad para trabajar el off the record y se transgreden acuerdos y pactos con las fuentes. En las últimas fechas, además, detectamos la desesperación, un poco enfermiza, por ver quién puede generar mayor escándalo, mayor amarillismo.''
La prensa escrita, espacio creativo
Con todo, asegura, la prensa escrita es el ámbito más desarrollado de nuestro periodismo, el espacio en el que se puede encontrar más creatividad, donde suele estar el mayor talento y donde se van marcando algunas innovaciones. Por eso, para él -que ha incursionado con éxito prácticamente en todos los espacios, lo mismo en la televisión estatal que como reportero para diarios o en la edición de revistas-, atrapar una buena noticia y ponerla en palabras es la mayor de las fascinaciones.
``Llegar a mi casa y escribirla es casi como un acto de amor. Como haber logrado la seducción y consumarla por la noche.''
Ciro Gómez anduvo en los años 80 en la Televisión Mexiquense -su jefe de sector fue Emilio Chuayffet-, regresó a la ciudad de México y sus trabajos, publicados en diversos diarios, lo han colocado entre los mejores cronistas del momento. Ahora es director editorial del Canal 40 y editor de la revista Milenio. También escribió Ya vamos llegando a México.
-Aunque el país cambia, ¿sientes que los periodistas contamos las cosas igual que antes?
-No. Una de las características de la prensa en este momento es la búsqueda de otras formas de contar historias que aunque no son novedosas sí son diferenciadoras. Aún no hay modelos perfectamente bien definidos porque la búsqueda es muy caótica y no hemos llegado a ella bien preparados.
``Por un lado, no existe el modelo de prensa mexicana de fin de siglo. Sí, creo que hubo un estilo generado a raíz de la crisis de Excélsior en 76, y podemos encontrar la continuidad de ese modelo en Proceso, Unomásuno y La Jornada. En los años 90 éste cambia, pero ni El Financiero en su mejor momento ni el propio Reforma logran crear un recambio en la forma de hacer el periodismo. Entonces tenemos en México una serie de estilos, con virtudes y defectos.''
-¿Cuál es el riesgo de que no se logre construir ese modelo?
-Yo siento, en general, a un lector desilusionado, a un lector que aún está en espera de que vengan las grandes innovaciones en la prensa mexicana de la transición, por ponerle una etiqueta. Pero simultáneamente sigo viendo las viejas fidelidades del lector con su periódico. Es un poco como los matrimonios en los que hay muchos enojos y a veces se perdió la seducción, pero finalmente continúan.
``Veo desencanto, desilusión, pero al mismo tiempo una exigencia extrema sobre el periodista. Ahora resulta, en parte por el discurso de los funcionarios, en parte por el imperio del rating en televisión, que nosotros terminamos siendo un poco responsables de todo: nosotros complicamos el caso Colosio, nosotros somos culpables de que los programas funestos, estúpidos, de albures, que pasa Televisa a las diez de la noche, tengan 48 puntos de rating y nosotros, en el Canal 40, sólo tres.
-¿Por qué nos endosan todas las culpas?
-Porque no hay patrones bien definidos, no hay análisis claros de los medios de comunicación, porque es imposible en México elaborar indicadores o tabuladores que no sean los del rating. ¿Dónde está el instituto de la sociedad o de los propios periodistas que nos marque qué funciona y qué no? ¿Dónde están los analistas que trabajen con independencia, información y un sentido de orientación? ¿Dónde está la sociedad que nos cancele suscripciones por unas ocho columnas voladas, o los televidentes que nos castiguen con el rating?
-¿En dónde ubicas a esos segmentos que son tan duros con los medios?
-En la academia que hace crítica de la comunicación. Héctor Aguilar Camín, por ejemplo, siempre es muy duro con los medios pero acompaña sus críticas con una propuesta; Carlos Castillo Peraza, aunque siempre da nombres y apellidos. La intelectualidad en general es muy dura, y qué decir del gobierno.
``No tengo elementos para validar aquella hipótesis de que a la élite política sólo le interesa la prensa extranjera, pero cuando observo ciertas cosas que se publican o se proyectan en televisión y no veo una respuesta del poder público, me digo: una de dos, o no lo leyeron o no tenía la relevancia que le dieron los medios o no les importó porque no nos dan el carácter de interlocutores.
``Todas esas son formas de descalificación que se suman a la que diariamente hacen quienes todos los días nos recuerdan que en este país la lectoría de periódicos es de 6.5 por ciento, como si fuera sólo problema de los periodistas.''
¿Quién hará la nueva televisión?
Gómez Leyva ha convertido los programas informativos del Canal 40 en referencia casi obligada en el ambiente político, y desde ahí mira a la televisión que se hace en México:
-Tal parece que a los anunciantes les sigue interesando que esta sociedad siga consumiendo albures, violencia chafa, en fin, todos los programas que siempre hemos criticado. Mientras ellos sigan aceptando y promoviendo estas condiciones en aras del rating: `yo me voy a anunciar donde más gente me vea, no me importa cómo, cuándo o qué tipo de programa sea', hay pocas posibilidades de que las cosas cambien.
``A menos que surja un verdadero fenómeno. Que de repente las clases populares, los cuarenta millones de pobres, decidan un día dejar de consumir esa televisiónÉ Algo que no ocurrirá.''
-¿Existen opciones para que eso cambie?
-Si aparece por ahí una generación, ¡no de reporteros!, ¡no de conductores!, ¡no de productores!, sino de empresarios de la televisión preocupados que sin sacrificar su negocio posean una visión medianamente distinta, entonces podríamos tener una nueva televisión.
-¿Qué más se necesitaría?
-Me resulta verdaderamente chocante escuchar a todo mundo hablar de la apertura, de la transición, de la libertad de expresión, sin reparar en que no se da tan fácilmente la transformación profesional. No creo que toda una generación de periodistas, conductores, productores, formados bajo la tutela del poder público o del poder empresarial, de la noche a la mañana puedan hacer las cosas de manera distinta.
``Y tan es así que siempre he dicho, y es algo que suele molestar: para que haya una nueva televisión en México va a tener que surgir la primera generación bis de reporteros de televisión. Porque tengo entendido que ya hubo una generación de reporteros, la de Joaquín López Dóriga y del propio Juan Ruiz Healy, que no logró cuajar del todo.
``Hoy en día yo me sigo preguntando: ¿quiénes son los productores de algo que vayan más allá de la cobertura noticiosa? El cambio de la televisión depende de muchos elementos: ¿quién va a contar las historias?, ¿quién les va a dar un tratamiento adecuado para una nueva realidad? Me llamó la atención ver los fracasos sucesivos, los sábados por la noche, de los viejos periodistas de Televisa que trataron de remplazar a Ricardo Rocha. Ahora, afortunadamente, ya llegó Joaquín, un reportero que al dejar la televisión siguió haciendo crónica''.
¿Reportear o peinarse bonito?
Ciro cita ejemplos: ``tú veías a Abraham Zabludovsky buscando hacer un documental sobre el petróleo y no se podía quitar de encima los esquemas del publirreportaje, o a Jacobo en Israel y no era más que la cámara persiguiendo a Jacobo en Israel, o a (Guillermo) Ortega tratando de hacer un reportaje sobre Chiapas. Y lo mismo diría de Televisión Azteca cuando la conductora Lolita de la Vega quiere convertirse de pronto en Blanche Petrich. No, no se formaron para ello y no están preparados''.
``Son conductores que difícilmente van a confrontar a un entrevistado. Son tipos que manejan mejor que nadie el cómo voltear para ver la cámara. No son reporteros, no son periodistas. Más o menos tienen buena sintaxis, buena prosodia. Si aquí, como hacen los argentinos o los gringos, hiciéramos la lista de quiénes son los top twenty del periodismo mexicano, ¿cuántos periodistas de televisión incluiríamos? En la primera lista que se le ocurriría a todo mundo ya sabemos que 17 lugares corresponderían a gente de prensa escrita, uno o dos a la radio y, otra vez, ¿quiénes son los reporteros de televisión, los productores de reportajes, de crónica, de documental de la televisión mexicana?''
-¿De verdad no los hay?
-Ricardo Rocha me decía que tenía que surgir una generación de chavos con interés de informar, de contar, de investigar, y no sólo de peinarse bonito o vestirse de noche para salir en la televisión y preguntar: ``¿oiga señor, se dice por ahí que usted es muy corrupto, no?'', bueno, pues eso, como sea, más o menos cualquiera lo puede hacer, ¿pero quién va a hacer las crónicas?, ¿quién va a contar la historia de este país en la televisión?
De acuerdo con su percepción y precisando que sus comentarios ``suelen molestar mucho a mis amigos del medio televisivo'', Gómez Leyva sostiene que ``la televisión mexicana está a veinte años de la prensa escrita, con todos sus matices y sus salvedades''.
-¿Un proyecto como el del Canal 40, puede ser viable?
-Sí, tan lo es que ahí están los anunciantes y ahí están las cantidades que se dice que están ofreciendo por sus acciones.
-¿La tendencia es ir a una televisión dirigida a segmentos específicos de mercado?
-Yo pensaría que sí. Quienes quieren acceder a los 20 puntos de rating sólo lo conseguirán a través de deportes o telenovelas, a veces con cine, sexo y violencia. Es la televisión americana, europea y la de los países atrasados. Simultáneamente tienes de 80 a cien opciones, dependiendo del tipo de servicios contratados. Si haces la división verás que les toca menos de un punto a cada uno de ellos, entonces la viabilidad de un canal como el 40 es amplia si consideras que su rating es, en promedio, de dos puntos. Esa es la apuesta.
``Si comparas esos puntos con los 32 de Mirada de mujer, entonces no existimos. Pero cuatro puntos como los que alcanzamos el domingo con el documental de Díaz Ordaz es un montón de gente viéndote.''