Emilio Pradilla Cobos
Política ciudadana ante la crisis ambiental

Las condiciones climáticas adversas, sobre todo la sequía y las altas temperaturas que han multiplicado los incendios forestales, formando densa capa de humo y partículas en el centro y sureste del país, sumadas a los factores permanentes de contaminación atmosférica existentes en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, han llevado a una crisis de la calidad del aire, que muestra la inestabilidad de los ``equilibrios'' ambientales en la gran ciudad. Las medidas tomadas recientemente por la Comisión Ambiental Metropolitana son muy positivas para enfrentar la emergencia, pero hay que tener claro que no resuelven las causas estructurales de los desquilibrios ambientales.

Durante varias décadas, la ciudad ha crecido sin orden lógico aparente, en forma extensiva y dispersa, al arbitrio de los intereses mercantiles de los promotores inmobiliarios, las necesidades de subsistencia de los empobrecidos sectores populares, y las acciones de los que lucran con la urbanización irregular. Por ello, se ha destruido el ecosistema del Valle de México y construido una ciudad gigantesca, donde el desplazamiento de personas y mercancías son enormes, a gran distancia, complejos y de larga duración.

Ante la ofensiva neoliberal, librecambista, o privatizadora y de debilitamiento de la acción del Estado, la planeación territorial no tiene la fuerza necesaria para lograr un desarrollo urbano integrado, coherente, racional y ambientalmente sustentable.

Durante tres décadas, el transporte público ha tenido un desarrollo muy inferior a las necesidades; las políticas con sentido privatizador lo han dejado en manos de grupos privados de presión notoriamente atrasados. El sistema está dominado por el menos racional y más contaminante de los medios, el microbús. En este marco, los grandes monopolios automotrices han impuesto el automóvil como medio de transporte privilegiando a una minoría, pero se mantienen en circulación cientos de miles de carcachas pertenecientes a capas medias empobrecidas y poco habituadas al uso del transporte colectivo. El resultado ha sido un tránsito vehicular de alta saturación y muy contaminante.

En medio de la crisis económica de larga duración, con profundas caídas coyunturales, la pequeña y mediana industria no puede transformarse buscando la sustentabilidad ambiental; las grandes empresas han preferido elevar su ganancia sin ocuparse de controlar sus emisiones peligrosas a la atmósfera, y los gobiernos no han tenido la voluntad y fuerza para aplicar con rigor una política de protección ambiental acorde con la situación metropolitana. La carencia de infraestructura adecuada en cientos de colonias populares irregulares, lleva al fecalismo al aire libre y al flujo superficial de aguas negras, que aumentan la contaminación atmosférica. La destrucción de las reservas naturales regeneradoras del aire y la desprotección vegetal del suelo deja la tierra a merced de los vientos. No hay una conciencia ambiental de los ciudadanos que los lleve a modificar sus prácticas cotidianas depredadoras.

Estos elementos estructurales generan la permanente contaminación atmosférica, que se hace crítica debido al asiento territorial de la ciudad: cuenca cerrada a gran altura sobre el nivel del mar. En cualquier situación climática adversa, la ciudad se coloca al borde del colapso ambiental, con grave riesgo para la salud de los capitalinos, sobre todo los más vulnerables: niños, ancianos, mujeres embarazadas, enfermos de vías respiratorias, cardiovasculares, etcétera.

Ha llegado el momento de que gobiernos metropolitanos, partidos políticos locales, organizaciones sociales, universidades públicas (UNAM, UAM, IPN, UAEM y Chapingo) y privadas, y ciudadanos unan esfuerzos para construir una política urbana y ambiental de largo plazo, que remueva y supere a fondo los factores estructurales de la crisis ambiental, con la fuerza política que da la defensa de la vida de todos los capitalinos de hoy y mañana, pues sus efectos no respetan diferencias económicas, políticas, culturales, étnicas o religiosas, aunque haya sectores que los sufren más intensamente y tengan menos recursos para defenderse.