Roberto Rivera Luna
Avances en oncología pediátrica

En los países industrializados, el cáncer entre los 0 y los 18 años representa la segunda causa de mortalidad. En la República Mexicana es la cuarta entre los 4 y los 14, únicamente antecedida por gastroenteritis, neumonías y padecimientos congénitos.

Se calcula que en los países desarrollados la sobrevida-curación promedio es de 70 por ciento para todos los cánceres en la edad pediátrica. La situación es semejante en México, siempre y cuando el diagnóstico de esos padecimientos se establezca tempranamente y el tratamiento lo efectúe un grupo multidisciplinario con experiencia en el manejo de ese tipo de enfermedades de la infancia. Sin embargo, para que la premisa sea válida es necesario -además de los profesionales especializados de la salud- contar con suficiente infraestructura humana, técnica y financiera para el desarrollo de proyectos de investigación básicos y clínicos con el fin de lograr los objetivos deseados.

Existen en nuestro medio institucional aportaciones y resultados terapéuticos del cáncer infantil comparables con las mejores series internacionales. El índice de curación y sobrevida de esos pacientes se lleva a cabo con el manejo multidisciplinario, incluyendo programas de investigación dirigidos a resolver la problemática de esas enfermedades.

Un ejemplo es el proyecto del Instituto Nacional de Pediatría sobre lectinas y su efecto anticancerígeno en cultivo de células. Las lectinas son proteínas no enzimáticas o sustancias glicoprotéicas que se unen a los carbohidratos en forma reversible y poseen el efecto de aglutinar las células o precipitar polisacáridos. Se han identificado más de 100 lectinas de plantas de diferentes especies. Las más estudiadas son las de las leguminosas -entre ellas varios tipos de frijol-, de tal manera que un planteamiento que debería establecerse es el efecto protector del frijol en la dieta del mexicano.

Se podría decir que ``la frecuencia del cáncer en niños mexicanos es menor que el de la población mundial''. Todo parecería que no es el caso, ya que la frecuencia nacional de neoplasias en la infancia se encuentra en el rango de 129 casos por millón de habitantes por año. Si bien es cierto que esta frecuencia es menor a la de Estados Unidos (149 casos nuevos/millón/año), este hecho puede reflejar que la mortalidad principal en los niños mexicanos es el de enfermedades infecto-contagiosas en los primeros años de vida y, por lo tanto, que muchos de esos niños fallezcan antes de entrar al grupo de edad de los 4 a los 7 años, lo cual corresponde a la máxima incidencia de cáncer infantil a nivel mundial.

Dentro de los avances terapéuticos del cáncer está la quimioprevención, la cual se define como el concepto de utilizar agentes farmacológicos y agentes naturales que inhiben el desarrollo de cáncer invasivo, ya sea bloqueando el daño del ADN, el cual puede iniciar el proceso de carcinogénesis, o revirtiendo la progresión de células premalignas en las que tal daño ha acontecido. Este abordaje terapéutico (tamoxifen, retinoides, etc.) es clínicamente efectivo para prevenir teóricamente el desarrollo de cáncer, especialmente en pacientes de alto riesgo para segunda neoplasia.

El pronóstico del cáncer infantil ha mejorado notoriamente en función de la histopatología, los sitios anatómicos del sitio primario o metástasis, otros factores como la edad, y el manejo multidisciplinario. Sin embargo, otros índices están tomando solidez pronóstica como el de ADN de las neoplasias, los inmunofenotipos en leucemias y linfomas, las alteraciones citogenéticas y moleculares de diferentes neoplasias malignas y la presencia de genes como el MDR (resistencia a las drogas antineoplásicas).

Todos esos parámetros han dado a la oncología pediátrica nuevas áreas de investigación tanto básica como clínica, de tal manera que a nivel nacional es necesario establecer verdaderos puentes de colaboración entre esas dos áreas para aumentar el conocimiento de tales enfermedades, promoviendo grupos de trabajo multidisciplinario.

El avance más importante lo constituye el mejorar la calidad de vida, pero básicamente lograr tasas de curación más altas. Así, por ejemplo, podemos resumir que el índice de curación en el tumor de Wilms-tumor renal es de 90 por ciento en promedio, seguido por la enfermedad de Hodgkin-linfomas con 85, leucemias agudas linfoblásticas con 80 y linfoma no Hodgkin-linfomas con 80. En el rango de 70 a 50 por ciento, tumores cerebrales, neuroblastoma, sarcoma de partes blandas, hepatoblastoma, sarcoma de Ewing, leucemias agudas linfoblásticas, etc. Por supuesto, todo es factible cuando el niño con cáncer es enviado a instituciones de tercer nivel para su atención.

Como se puede observar, las esperanzas de curación en el momento actual no constituyen una utopía sino una realidad, en la cual todos los involucrados en la investigación y manejo del niño con cáncer debemos estar conscientes de esos resultados.

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